¿Qué tiene el Presidente
Enrique Peña Nieto? ¿Le falla la memoria? ¿Miente? ¿Nunca terminó de comprender
hasta dónde lo llevaría la forma como su equipo lo secuestró y lo hizo perder
contacto con la realidad? Estas preguntas tienen su origen en lo que afirmó el
lunes en una entrevista con La Jornada al hablar del caso Ayotzinapa. “Nunca he
logrado entender una cosa: cuándo pasó el Gobierno a ser señalado, si lo único
que quiso fue atraer un asunto ocurrido en una entidad, Guerrero”, dijo Peña
Nieto. “El Gobierno intervino para esclarecer y apoyar la investigación de qué había
ocurrido, dónde estaban, cuál había sido el paradero de los jóvenes
desaparecidos”. Las repuestas son claras desde el principio; su reacción es
inaceptable. Una selección de textos publicados en este espacio, permiten
argumentar que Peña Nieto no entendió ni entenderá que su inacción
irresponsable en los primeros días es la causa de ello. Veamos:
1.- En la columna “La crisis
de Peña Nieto”, del 13 de octubre de 2014, se apuntó: “El Presidente atraviesa
por la peor crisis política de su vida pública con los actos de barbarie en
Iguala, donde existía un Gobierno articulado con la delincuencia organizada,
que reprimió a normalistas en una noche donde murieron seis personas y se
llevaron con rumbo desconocido a muchos más que aún no aparecen. Fue una violación
a los derechos humanos, avalada, por su inacción, por el Gobernador de
Guerrero, Ángel Heladio Aguirre, que infectó políticamente al Presidente por
haber intentado, erróneamente, encapsular el agravio en el estado. El mal
diagnóstico en Los Pinos, lo proyectó en los últimos días como un líder sin
ideas claras, dubitativo, contradictorio...
“El proceder de Peña Nieto se
inscribe en la lógica de arranque de Gobierno, donde se inocularon del discurso
los temas de seguridad y violencia. Aplicar la misma receta a los actos en
Iguala, fue una ingenuidad. Iguala era un escándalo el 27 de septiembre, pero
escondieron al Presidente hasta el día 30, cuando en lugar de enfatizar su
preocupación, se lavó las manos”.
2. El 27 de octubre, en “El
sexenio en 27 días”, se señaló: “La primera valoración sobre lo sucedido en
Iguala fue reduccionista al soslayar que policías municipales habían atacado a
decenas de normalistas de Ayotzinapa, y desaparecido a 43, en coordinación con
criminales. El yerro de juicio se puede presumir fue de la asesoría política en
la Presidencia tripartita con la que opera Peña Nieto, del Secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el jefe de Oficina, Aurelio Nuño, que
lo hizo declarar que esos hechos eran responsabilidad de los guerrerenses...
“El segundo error de
valoración fue no entender que la desaparición forzada de personas, sin
importar que fueran normalistas o criminales, significa una violación de
derechos humanos que puede llevar a la constitución de un crimen de lesa
humanidad. Al documentarse que habían participado policías, era cuestión de
horas en que se movilizaran organizaciones defensoras de los derechos humanos
en el mundo. La paralización del Gobierno peñista en este tema detonó la
crítica internacional. La difusión en la prensa extranjera de cómo actuaron
gobiernos y policías como criminales, cuestionó la eficacia de la estrategia de
seguridad del Gobierno federal, y puso en entredicho el Estado de Derecho”.
3. El 10 de diciembre, dos
meses y medio después del crimen, se publicó
“Ayotzinapa: la tormenta del Príncipe”, donde se observó: “En el equipo
íntimo del Presidente piensan que la crisis social, política y económica por la
que atraviesan, es una tormenta perfecta, que no deja de ser tormenta y que,
por lo tanto, pasará. Aurelio Nuño, jefe de la Oficina de la Presidencia,
confirmó al diario El País esa lógica y aseguró que la opinión pública no les
modificará el rumbo escogido. ‘Vamos a tener paciencia en este ciclo nuevo de
reformas’, dijo. ‘No vamos a ceder aunque la plaza pública pida sangre y
espectáculo, ni a saciar el gusto de los articulistas. Serán las instituciones
las que nos saquen de la crisis, no las bravuconadas’.
“Habló el Príncipe que le
susurra al oído al Presidente y que es el arquitecto de su aislamiento. Pero la
plaza pública no pide sangre ni espectáculo, como descalifica; exige que el
Gobierno gobierne y que asuma sus responsabilidades, a las que claudicó durante
casi dos semanas tras la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa porque
el diagnóstico que presentaron al Presidente era equivocado. Por la boca de
Nuño se anticipan las acciones del Presidente. No habrá cambios, está claro...
Las palabras de Nuño sugieren que en Los Pinos siguen sin darse cuenta que no
se han dado cuenta”.
Iguala, se subrayó el 13 de
octubre, aniquiló en 27 días el modelo de gestión de la gobernación del
Presidente Peña Nieto, enmarcado por aquellas palabras cuando dijo que era un
tema que tenían que resolver exclusivamente los guerrerenses. En esos primeros
días en Los Pinos, los colaboradores del Presidente estaban cegados en su
endogamia. Llamaban “criminales” a los normalistas y afirmaban que la salida de
Aguirre no solucionaría nada. La información que daban al Presidente estaba
fragmentada y era escasa; lo tenían desinformado. Era patente el poco alcance
de su equipo, y lo fallido de la gestión vertical, cerrada y encapsulada, que
llevó a pagar a Peña Nieto altos costos políticos en el medio plazo e
históricos en el largo. Si el Presidente aún no lo sabe, que revise aquellos
días de 2014.
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
Raymundo Riva Palacio/ 27/05/2016 | 04:00 AM)
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