No hay minuto en los últimos
días en que Ricardo Anaya aparezca sin una sonrisa dibujada en el rostro. El
líder del PAN está eufórico: siete victorias en las elecciones para Gobernador
le dan razones para celebrar. Los panistas sumaron confeti con afirmaciones de
que la sociedad había votado para echar al PRI por su corrupción y malos
gobiernos, y que el PAN era en quien confiaban para dirigir sus destinos. Los
números fríos le dan la razón. Sobre las cifras del PREP, el PAN incrementó su
votación en 69 por ciento, que significan un millón 543 mil 894 votos más que
en las elecciones federales del año pasado, mientras que el PRI, que mantuvo su
voto duro, dejó de gobernar a 16 millones entre 2015 y 2016. Visto de esta
manera, ¿cómo alguien impedirá que el PAN recupere la Presidencia en 2018?
Pero como son estas cosas de
la política, no es tan simple como parece. Las victorias no fueron tan
abrumadoramente azules, ni tan claramente panistas. Quintana Roo es un el mejor
ejemplo. Carlos Joaquín González, que ganó por la coalición PAN-PRD, es
químicamente priista. Forma parte de una familia priista -su padre, cacique
político de Cozumel, su hermano primer Gobernador del estado, presidente del
PRI en la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto y miembro de su gabinete-,
que se fue del partido por el incumplimiento del poder de darle la candidatura.
Pudo ser independiente y también contender por Morena, que lo buscó, pero optó
por la coalición y les dio la victoria. Igual que en Sinaloa hace seis años, un
priista cobró por la vía rápida la factura a su partido que lo pasó por alto,
utilizando otras franquicias.
Ni Mario López Valdez en
Sinaloa fue nunca panista, ni Joaquín González lo será en Quintana Roo. López
Valdez se comprometió con el Presidente Peña Nieto a trabajar por al candidato
del PRI, y Quirino Ordaz le quitó a la coalición del PAN-PRD la Gubernatura en
Sinaloa. Valdez se arregló incondicionalmente con el PRI y el Gobierno y cuando
quiso, sacrificó a quien utilizó para llegar al poder. El PAN también celebró
aquella victoria de 2010 como suya, triunfo que nunca fue de él, como será en
Quintana Roo. Veracruz, el tercer estado con mayor peso electoral, tiene
historias similares. ¿Está realmente Miguel Ángel Yunes ideológicamente
comprometido con los principios y valores del PAN y programáticamente
subordinado a sus postulados? Nadie, racionalmente, podría admitirlo.
Yunes, quien se formó en el
PRI -fue secretario de Gobierno de Patricio Chirinos, uno de los estrategas más
importantes del entonces Presidente Carlos Salinas-, llegó al PAN en la crisis
del PRI que motivó la salida de su protectora Elba Esther Gordillo, quien era
líder de los maestros, y fue incrementando su influencia gracias a su oficio y
talento político. Perdió la Gubernatura en 2010 ante Javier Duarte, a quien
acusó, junto con su mentor, el entonces Gobernador Fidel Herrera, de haberle
cometido un fraude masivo. En aquél año, Yunes obtuvo el 40.99 por ciento de la
votación, que significaron un millón 277 mil 151 votos. El 5 de junio, de acuerdo
con los resultados del PREP, se quedó a seis puntos porcentuales de hace seis
años, con un millón 277 mil 151 votos; es decir, 221 mil 607 menos que en 2010.
Durango, donde por primera
vez habrá alternancia, es otro de los casos que entran en esa categoría. José
Rosas Aispuru ganó con la alianza PAN-PRD luego de que en 2010, enfundado en
los colores panistas, perdió la Gubernatura ante Jorge Herrera. Hace seis años
Rosas Aispuru, después de ser presidente del PRI estatal, renunció a su partido
en enero en protesta porque no lo hicieron candidato, y un mes después, aceptó
la candidatura del PAN. Priista de formación y cepa, Rosas Aispuru le dio a los
panistas otra de sus siete gubernaturas, pero la premisa que varias de las
victorias azules son realmente tricolores, se mantiene como el elefante en la
sala. Antonio Gali, en Puebla, tiene menos ramificaciones con el PRI que los
anteriores, pero no su mentor e impulsor, el Gobernador Rafael Moreno Valle.
Moreno Valle nació priista y
tuvo una larga carrera dentro del PRI. Estuvo con Manuel Bartlett durante su
campaña exitosa para Gobernador, y luego con otro mandatario poblano,
Melquiades Morales. Fue legislador y funcionario priista hasta que se fue al
PAN hace poco más de seis años, que le ofrecía la candidatura para Gobernador.
Como varios de sus actuales colegas, utilizó la franquicia para sus propósitos.
Moreno Valle es el Gobernador más peñista de todos y, en reciprocidad, quizás
al que más ha ayudado la administración, después del Estado de México. Gali, hechura
suya, es un instrumento estratégico para llegar a la candidatura presidencial
del PAN, la única franquicia a la mano para ese objetivo.
Químicamente puros, el PAN
sólo tiene a Martín Orozco, vencedor en Aguascalientes, Javier Corral, que ganó
en Chihuahua, y Francisco García Cabeza de Vaca que lo hizo en Tamaulipas. Sí
son tiempos de celebrar. En términos cuantitativos, Anaya es el gran ganador de
las elecciones. Desde un punto de vista cualitativo, las cosas tienen matices y
dobles lecturas. El 2018 todavía no está al alcance del PAN, ni los votos se
obtienen con sonrisas. Las posibilidades reales se encuentran en otra parte, de
lo que se hablará en este espacio más adelante.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
Raymundo Riva Palacio/ 14/06/2016 | 04:00 AM)
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