Los cultivadores de la flor de amapola
siembran en lugares poco transitables por temor a que los sorprendan los
helicópteros del Ejército.
Se cultiva por temporadas y se recoge
cada tres o cuatro meses. El kilo de goma de opio puede darle sólo a un
campesino hasta 27 mil pesos en buena temporada
“Con menos de una hectárea de tierra,
alrededor de un cuarto, un campesino sacará de su cultivo cuatro kilos, a lo
mejor sacan cinco. Una hectárea completa puede dar hasta 15 kilos de goma de
opio (un kilo de heroína)”
RIGOBERTO ACOSTA, PRESIDENTE DEL CONSEJO
REGIONAL DE LA SIERRA DE GUERRERO (CRESIG
SIERRA MADRE DEL SUR, GRO.-
Desde los cerros la vista se impone: árboles de duraznos, aguacates, zarzamoras
y manzanas acompañan el recorrido de cultivadores de amapola hacia sus
parcelas. Un verde intenso abraza los elotes de la milpa, otro color distinto
de los aguacates y duraznos: “Son tonos de verde, pero ninguno deja como la
amapola”, dice un cultivador que muestra su terreno fumigado.
Así como acompañan a los
campesinos a su destino final, las decenas de árboles también lo hacen en sus
ingresos. Del durazno, el aguacate, el maíz y el frijol e incluso del mezcal,
que es uno de los productos de algunos municipios de la Sierra, no se podrían
obtener las ganancias que dejan las hasta cuatro cosechas de amapola —de donde
se extrae la goma de opio— al año: hasta 850 mil pesos de producto final que
llega a los distribuidores en Estados Unidos.
Los costos de producción del
aguacate, maíz, frijol, durazno y mezcal —que son los productos más importantes
después de la amapola— generan un costo similar al de la flor, donde se
invierte cerca de 30% de la ganancia total, pero no hay uno que compita con la
goma de opio. En las siembras, los cultivadores se enfrentan con tres enemigos,
cuentan, pero con la amapola suman traidores: el mal tiempo, las plagas y el
gobierno; el acopiador es quien genera violencia y muerte.
En un recorrido de más de un
kilómetro en picada, porque los campesinos siembran en lugares poco
transitables para que no los sorprenda el helicóptero del Ejército, van
identificando las plagas que afectan a los árboles como a los plantíos. La
ardilla, gallina ciega o el isticuil secan las plantas, por lo que cultivadores
tienen que emplear plaguicidas, fertilizantes granulados y vitaminas para los
árboles que cuestan hasta 600 pesos el litro.
Por una hectárea de maíz un
campesino obtiene hasta 35 mil pesos por cultivo y se da dos veces al año. Del
frijol hasta 60 mil pesos y del durazno, por el mismo terreno, que en este caso
son ejidales y sirven para uso común, hasta un millón de pesos anuales cuando
son más de mil árboles en una hectárea; la caja del fruto la venden los
sembradores hasta en 200 pesos y en el caso del aguacate a 13 pesos el kilo.
Una hectárea de maíz rinde
hasta seis u ocho toneladas del grano. Nadie en la sierra siembra tanto. Ni de
frijol ni del aguacate se obtienen ganancias millonarias como sí ocurre en
otros estados, por ejemplo Michoacán, uno de los productores más importantes.
En la mayoría de los
cultivos, de acuerdo con los campesinos, utilizan de 60 a 80 peones sólo para
limpiar los terrenos, en tanto que durante el resto del año se pagan hasta 150
pesos a trabajadores que laboran de ocho de la mañana a cuatro de la tarde.
La amapola se cultiva por
temporadas y se recoge cada tres o cuatro meses, de acuerdo con el modo de
producción. El kilo de goma de opio puede darle sólo a un campesino hasta 27
mil pesos en buena temporada, y de su producto sale la heroína más pura, China
White, con un valor comercial en ciudades como Chicago, de hasta 50 dólares
(900 pesos) por dosis menores a un gramo.
Los campesinos tienen que
lidiar con las plagas y la fluctuación del precio de sus productos al año y
además adivinar si lloverá, porque es un factor determinante en la siembra del
maíz y el frijol; aquí en la Sierra de Guerrero, compuesta por 14 municipios de
cuatro regiones del estado, desde hace 40 años los campesinos calculan la
siembra y se arriesgan a que sus cultivos de amapola les dejen para vivir.
CULTIVO A LA VANGUARDIA
El presidente del Consejo
Regional de la Sierra de Guerrero (Cresig), Rigoberto Acosta, fue secretario de
Desarrollo Rural durante la administración del ex gobernador Rogelio Ortega. Su
organización tiene más de 20 años de insistir en que el gobierno canalice a las
arcas municipales, federales o de la administración guerrerense recursos
generados por la amapola.
Entrevistado sobre costos de
producción, admite que esta planta, de acuerdo con cálculos propios, es el
cultivo a la vanguardia. La producción puede implicar en términos de gasto de
peones y trabajo, lo mismo. Puso como ejemplo el mezcal, del cual pueden sacar
hasta un millón 200 mil pesos por hectárea en un año y cuyo cultivo es cada
ocho años. Sólo puede venderse en miel de agave o las pencas para que deje un
poco más, pero aún así es muy disparada la ganancia de la amapola.
“Con menos de una hectárea de
tierra, alrededor de un cuarto, un campesino sacará de su cultivo cuatro kilos,
a lo mejor sacan cinco. Una hectárea completa puede dar hasta 15 kilos de goma
de opio (un kilo de heroína)”.
Según el ex funcionario “un
productor pequeñito que le da entre 10 y 15 kilos por hectárea y lo vende a 27
mil pesos, 13 mil, podría sacar hasta 405 mil al año. Nunca siembran la
hectárea mucho menos en territorio compacto, como parte de una estrategia para
proteger el cultivo, lo que implica un desgaste mayor”.
-¿Pero cuál es la ganancia
que dejará a los distribuidores?-
“El acopiador le va a dar
otro proceso. Son 15 kilos, le tienen que hacer otros cinco cortes más. De ese
proceso hacen 75 kilos: el tema es que valen 87 mil dólares (1 millón 566 mil
pesos). Los que distribuyan les van a meter otros cinco cortes y hace 375
kilos, este kilo vale 800 mil pesos el kilo en Chicago. Por dosis 50 dólares,
la dosis es menor a un gramo”.
De acuerdo con datos de su
asociación, la primera causa de muerte a nivel mundial es el consumo de
heroína, pero es necesario por esa razón que organización como la Mundial de la
Salud y Naciones Unidas, quienes, dijo, reportan sólo el 10% de la producción
total de la amapola para adicciones y el otro 90% para medicamentos, financien
investigaciones que ayuden a salir del atraso a productores y les permitan ser
desestigmatizarlos, si estos estudios comprueban que es viable la legalización
de la planta.
Arturo López Torres, comisario
de Filo de Caballos, municipio de Leonardo Bravo, asegura que en ocho pueblos
de la Sierra decidieron organizarse para que de la goma que se produce en ocho
comunidades de esta parte del estado, la gente destine un porcentaje de la
venta para realizar obras en sus pueblos.
Llevan un año con ese
sistema. Los cultivadores ni ellos tienen relación con los acopiadores, dice, y
así se evitan conflictos.
(VANGUARDIA/ REDACCION/ 16 Mayo 2016)
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