Ciudad de México.- Cuando los
llaman “mirreyes”, les hacen un favor y los ensalzan porque los distinguen del
resto de los jóvenes. Más bien son “porkys” porque viven en la inmundicia y se
alimentan de la impunidad, la corrupción, el racismo y clasismo que reciben de
sus familias, las cuales, a pesar de haber ultrajado a jovencitas, los protegen
y defienden bajo el argumento de que se trató de “una pendejada de chamacos“.
La putrefacción en Veracruz
de la clase gobernante y sus aliados poderosos es cada vez más profunda y
obscena, y se muestra de muchas maneras con un descaro que provoca la ira
social.
El gobernador Javier Duarte
es el más claro ejemplo de esta podredumbre; a partir de él, se derrama la
impunidad y la corrupción con un olor fétido que se expande por toda la
estructura de poder político y económico de Veracruz.
Oswaldo Rafael Cruz, hijo de
Rafael Cruz Tronco, mejor conocido como “El Negro Cruz” – director de Pesca de
la Secretaría de Desarrollo Agropecuario, Forestal, Pesca y Alimentación
(Sedarpa) y una de las personas más cercanas a Fidel Herrera–, está denunciado
por abuso sexual y elaboración y tráfico de pornografía. Sus amigos Jorge
Francisco Pereda Ceballos y Serafín González García también están acusados de
estupro a una jovencita.
Enrique Capitaine, hijo del
expresidente municipal de Nautla, Felipe Capitaine Rivera, está acusado de
violación a otra jovencita llamada Daphne. Sus amigos Jorge Cotaita, Gerardo
Rodríguez y Diego Cruz, también están involucrados en el abuso sexual de la
menor de edad.
A pesar de que hay denuncias
presentadas en contra de cada uno de ellos –y hasta un video público donde
admiten su responsabilidad y piden disculpas–, hasta ahora no hay una
investigación seria en la fiscalía de Veracruz, lo cual muestra con claridad la
protección política a los llamados “Porkys de Costa de Oro”.
Todos los jóvenes inmiscuidos
en el abuso sexual de las dos jovencitas pertenecen a familias adineradas o con
poder político en Veracruz, las cuales viven avitualladas en la imposición de
su voluntad por sobre cualquier ley.
En el caso de los “Porkys de
Costa de Oro” la impunidad les permitió moverse rápidamente y trascendió en
redes sociales que huyeron a Estados Unidos y España en estos días. Mientras
que del hijo del funcionario del gobierno de Javier Duarte, sigue siendo un
intocable para la justicia a pesar de que junto con sus amigos grabaron la
violación y la difundieron en las redes sociales.
Flaco favor le hacen algunos
en llamarles “mirreyes” a estos jóvenes criados en lo más podrido de la clase
poderosa veracruzana. Al llamarles así ellos se sienten orgullosos de
pertenecer a ese grupo social que tiene el privilegio de violar jovencitas como
si fuera una versión moderna del derecho de pernada de los latifundistas del
siglo XIX.
Es más, ni siquiera se les
podría llamar “porkys” porque los cerdos no tienen la misma naturaleza de
quienes destruyen la vida de una jovencita y se ríen. En todo caso sólo se les
podría considerar la escoria de un sistema político y económico echado a perder
y que se reproduce en un charco de inmundicia y obscenidad.
(PROCESO/ JOSÉ GIL OLMOS / 30 MARZO,
2016 ANÁLISIS)
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