Clara González Gómez, sobreviviente de la
matanza en Tlatlaya, concedió una entrevista al Centro de Estudios Legales y
Sociales (CELS) de Argentina y la fundación Open Democracy, asegurando que las
autoridades “estaban diciendo mentiras puras”, sobre lo ocurrido la madruga del
30 de junio del 2014, cuando una unidad del Ejército llegó a un almacén de
aquel municipio del Estado de México y comenzó a disparar, matando a 22
civiles.
“Todo el mundo en el
gobierno, el estado, quería que esto quede en la impunidad. Pensaron que nunca
hablaría”, dijo la testigo de los hechos, González Gómez, conocida como la
testigo “Julia”, quien rompió con la versión oficial. Tan pronto como Clara
contó su historia, inicialmente bajo el seudónimo “Julia”, los funcionarios del
Estado y militares se decidieron a investigar los homicidios.
“Me escondí durante tres
días, pero entonces mi hijo mayor me dijo que lo hiciera. Él dijo que no era
nada más que una entrevista, sólo una simple entrevista. Me animó y así lo
hice, dije en voz, y así es como se descubrió todo”, dijo Clara sobre la
primera versión de su testimonio que se publicó en la revista estadounidense
Esquire.
“Rompí el silencio, porque yo
estaba muy desesperada en mi casa, oyendo las mentiras de los periódicos, en
las noticias, que esto no fue una ejecución extrajudicial, que se trataba de un
tiroteo. Eso no era cierto, eso es lo que me dolía, que el gobierno estaba
diciendo que había sido un tiroteo y se estaba felicitando a sí mismo, y
estaban diciendo mentiras puras. También hablaron de mi hija y dijo que era
parte del crimen organizado, y era una gran mentira, así que también rompí el
silencio en memoria de mi hija”, aseguró la testigo de la matanza de Tlatlaya.
La historia oficial aseguró
que los militares habían participado en enfrentamientos” con una banda de
narcotraficantes”, sin embargo, la mujer sobreviviente, cuya hija murió en el
incidente, dijo que no era así “en lo absoluto”, y que los civiles fallecidos
en realidad fueron ejecutados.
“Su decisión de hablar
provocó numerosas investigaciones, y tres miembros del Ejército están en espera
de juicio por cargos de homicidio. Pero su lucha sigue”, dice el reportaje
publicado en inglés en el portal de la fundación estadounidense.
La única hija de Clara Gómez
González, Erika, desapareció un día desde su ciudad natal de Arcelia, Guerrero.
La mujer fue a buscar a su
hija, que se encontraba con un grupo de sujetos. Pero al encontrarla, los
hombres armados la llevaron también consigo, hasta la bodega en donde
sucedieron los hechos.
“[Tierra Caliente] Es una
región de México donde la violencia patrocinada por el Estado a menudo converge
con el de la delincuencia organizada. Tales desapariciones no son infrecuentes
allí.
Se sabe que los grupos
criminales a veces se llevan a las niñas contra su voluntad o las hacen
víctimas de la trata de personas”, asegura Open Democracy. Cuando el Ejército
entró en el almacén, disparando y Erika resultó herida por una bala en la
pierna.
Momentos después, los
soldados ordenaron supuestamente, que, las personas en el interior de la bodega
se rindieran, lo cual hicieron, indicó la testigo de los hechos.
Sin embargo, los hombres que
se encontraban en el interior fueron llevados a un rincón de la bodega, y, uno
por uno, fueron ejecutados.
La Comisión Nacional de
Derechos Humanos (CNDH) llegó a la conclusión de que entre 12 y 15 ejecuciones
extrajudiciales se llevaron a cabo en lo que se conoció como la “masacre de
Tlatlaya”.
“Erika estaba entre los
muertos, y todavía no está claro lo que le pasó a ella. Clara la llegó a ver
aún con vida, débil por su herida en la pierna. Pero a Clara no se le permitió
atender a su hija porque ella misma fue acusada de ser un criminal, una
traficante de drogas. Sólo hasta más tarde ella pudo ver el cadáver”, dice el
reportaje.
Clara, una maestra que
trabajaba en las comunidades rurales pobres fuera de Arcelia, fue interrogada
una semana completa.
“Bajo presión de amenazas y
tratos crueles por los funcionarios del Estado de México que investigan el
caso, se firmó una declaración jurada, sin saber lo que realmente dijo.
Los únicos otros dos
supervivientes de la matanza, también mujeres, fueron torturadas mientras se
investigaba un hecho confirmado por la CNDH”, dice Open Democracy.
(SEMANARIO ZETA/ REDACCION/ Sábado, 19
marzo, 2016 10:29 AM)
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