Roberto Saviano, periodista, escritor y
ensayista italiano de renombre internacional, analiza para SinEmbargo la
reciente captura de Joaquín Archivaldo “El Chapo” Guzmán Loera y el uso
mediático que le ha dado el Gobierno federal.
“Antes de emprender cualquier tipo de lucha contra el narcotráfico
debemos emprender una lucha contra la corrupción, el principal problema real de
México”, dice. Luego agrega: “El Gobierno mexicano tiene una obligación para
con la comunidad internacional: en primer lugar, dar respuestas sobre lo que le
pasó a Iguala [...]. ¿Qué confianza pueden tener en el Estado las madres,
padres, hermanos, amigos que han visto a sus seres queridos desaparecer en
cualquier momento y sin ninguna explicación real?”
Roberto Saviano, periodista y escritor
italiano, y uno de los más reconocidos estudiosos del crimen organizado. Foto
proporcionada por él a SinEmbargo.
Ciudad de México, 1 de
febrero (SinEmbargo).– Rara vez llegan las noticias de México a los medios
europeos: a menudo no son suficientes los números de la narcoguerra o los datos
de las desapariciones forzadas, o las terribles imágenes de las decapitaciones
y mutilaciones para atraer la atención de los medios internacionales sobre la
problemática mexicana. A menos de que se trate de Joaquín “El Chapo” Guzmán, la
narcostar [narco estrella] cuyas hazañas han dado la vuelta al mundo rebotando
de un periódico a otro, de un televisor a otro, de una red social a otra.
Desde el día de su recaptura,
los medios de comunicación internacionales como los mexicanos, han seguido,
paso a paso, episodio tras episodio, lo que ahora parece una telenovela cuyos
ingredientes cinematográficos –el malo, la bella, la estrella del cine, la
posible intriga pasional…– corren el riesgo de que se olvide todo el escenario
criminal y económico detrás de esta historia. Pero mirando el asunto más de
cerca, más en profundidad, nos damos cuenta por un lado de la fragilidad de un
gobierno que espera más escándalos para seguir evitando confrontaciones; por el
otro, la otra fragilidad de un jefe histórico que utiliza los medios de
comunicación para su propio poder.
Políticamente, el gobierno de
Enrique Peña Nieto ha explotado la detención de “El Chapo” para evitar dar
respuestas a los ciudadanos mexicanos y a la comunidad internacional, quienes
han estado esperando desde hace tiempo. La recaptura del capo más buscado del
mundo fue una buena oportunidad para eclipsar el homicidio de Gisela Mota, la
nueva Alcaldesa de Temixco, asesinada el 2 de enero del año en curso; fue la
enésima oportunidad para evadir las preguntas sobre los 43 estudiantes de
Iguala desaparecidos y de los cuales el Gobierno es ahora responsable.
Al mismo tiempo, el
cortocircuito en que terminó “El Chapo” Guzmán es un ejemplo de la debilidad de
la cabeza del Cártel de Sinaloa. ¿Cómo sabes cuando un líder se vuelve frágil?
La fuerza de un capo y de un grupo criminal es mayor cuando no es fácilmente
visible, es mucho mayor cuando existe una especie de paz social que permite un
crecimiento exponencial de sus negocios. Es cuando hay paz – y cuando hay una
baja atención por parte de las fuerzas de seguridad y la comunidad
internacional – que es posible un mayor crecimiento económico, el desarrollo
pacífico de nuevas “líneas de negocio”. A pesar de lo que se pueda pensar,
cuando un jefe y una organización disparan, asesinan, cometen masacres y llevan
a cabo operaciones militares para unas estrategias internas a la organización
(como castigar a los traidores) significa que están en un momento de debilidad.
Por supuesto, la paz y el crecimiento no puede durar mucho porque – incluso si
no están detenidos o muertos – los líderes envejecen y los de la nueva
generación siempre estarán listos para la sucesión, que sólo en raras ocasiones
no trae una contienda; sin embargo, siempre y cuando se pueda, es importante no
llamar demasiado la atención y no hacer demasiado ruido. Y el ruido no sólo
significa los disparos y las bombas, sino también los medios de comunicación.
La fuerza de “El Chapo”
siempre había sido, hasta ahora, su invisibilidad, su capacidad de moverse en
las sombras, su no existencia mediática, el respeto de aquel principio primero
para un narcotraficante de drogas que había aprendido directamente de “El
Padrino” Félix Gallardo: la no ostentación y el respeto de las reglas
criminales. No hay ninguna necesidad de demostrar quien es el jefe, en la
organización todo el mundo lo sabe y lo respetará automáticamente. Pero cuando
esta función falla, ese es el momento en el que un jefe necesita ser
protagonista, necesita salir de las sombras, hacer declaraciones públicas,
operaciones simbólicas que lo llevan a las primeras páginas de los periódicos
del mundo entero. Cuando el capo comienza a sentir que no lo es más, realmente
necesita salir y comunicarle a los medios que él es la cabeza, que existe. Un
jefe es frágil cuando los medios de comunicación no se hacen cargo de él,
cuando es él que se acerca a ellos porque con su caja de resonancia pueden
amplificar su poder que está disminuyendo, efectivamente, minado por las
rivalidades internas y sucesores directos inadecuados. Esto explicaría la
decisión de “El Chapo” de conceder una entrevista a Sean Penn y en esa ocasión
de jactarse de ser el más grande traficante de drogas, el más eficiente para
lavar el dinero, el mejor entre los malos. Una elección que resultó ser no sólo
arriesgada, también desastrosa.
¿Y las respuestas a los ciudadanos
mexicanos?, pregunta Saviano. Foto: Cuartoscuro
En los últimos años, mientras
que “El Chapo” entraba y salía de prisión, el Cártel de Sinaloa no había
sufrido perturbaciones significativas porque seguía teniendo un guía fuerte y
mucho más discreto: “El Mayo” Zambada, el cerebro y, probablemente, el nuevo
líder de la organización. De hecho, si el Cártel de Sinaloa se ha mantenido
como la más poderosa organización en México se debe a su propia presencia,
lejos de los focos y la atención a nivel internacional. Si en cualquier lugar
es ahora conocido el nombre de “El Chapo” y sus fotos con camisas extravagantes
han dado la vuelta al mundo, pocas personas conocen el nombre de su socio más
importante y menos aún conocen su rostro. Es esta invisibilidad la que ha hecho
la suerte de Ismael “El Mayo” Zambada y lo ha convertido en este último período
en el verdadero sostén de la organización. El cártel ha sido capaz en los
últimos años de gestionar el tráfico internacional, controlar el territorio,
coordinar una política amiga y luchar contra los rivales sin comprometer sus
equilibrios.
Como sucede a menudo en las
organizaciones mafiosas, el mando debería pasar naturalmente a los hijos del
jefe, por consiguiente a uno de los hijos de “El Chapo” Guzmán: pero tanto Iván
Archivaldo como Jesús Alfredo parecen ser víctimas de exhibicionismo y incapaces
de tener una visión económica, peculiaridades que no encajan en la personalidad
de un jefe de la mafia. Amantes del lujo, de los coches hermosos y de las
bellas mujeres, en las redes sociales lanzan mensajes amenazantes al gobierno y
dan rienda suelta a su deseo de hacer alarde de ser matones, pero parece que
tienen más seguidores en Twitter que la propia organización.
Iván Archivaldo y Jesús
Alfredo recuerdan mucho a los hijos de la mafia italoamericana, que, como contó
Joe Pistone, el agente del FBI que trabajó como infiltrado en la mafia de Nueva
York, se emanciparon y se convirtieron en matones, debilitándose y alejándose
de las reglas de la mafia, que son los pilares de la organización. Iván
Archivaldo Guzmán no tiene poder económico, sabe gastar el dinero que le da su
padre pero no sabe cómo producirlo, no puede establecer “reglas”, o sea
prácticas criminales compartidas, respetadas en el nombre de su funcionamiento
y el miedo. Iván Archivaldo sólo sabe amenazar. Jesús Alfredo no tiene una
verdadera dimensión criminal, no conoce alguna disciplina y en los años no ha
logrado convertirse en lo que su padre quería, o sea, quien interactuara entre
la familia mafiosa y el mundo de los negocios. Iván Archivaldo iba a ser el
heredero de su padre en el segmento militar y organizativo; Jesús Alfredo iba a
encargarse de la política y los negocios: hasta la fecha han sido dos fracasos.
No son capaces y no les ayuda su corta edad y la forma en que fueron criados en
vicios y lujos. No tuvieron la juventud campesina de su padre, ni tienen la
capacidad de construir consensos. Ellos saben sólo otorgar dinero y susto,
cosas muy diferentes del carisma y del welfare state [estado del bienestar] de
“El Chapo”.
Muchas personas creen que los
dos hijos de “El Chapo” no tienen lo que se necesita y no gozan del respeto
necesario para dirigir la organización, y es probable que al intentar hacerlo
se desencadenara una pelea: por un lado los hijos de “El Chapo” y por el otro la vieja generación de
Sinaloa, dirigida por “El Mayo”, que teniendo en cuenta los últimos
acontecimientos, se mostró más fiable que su socio.
“El Mayo” tiene un hijo con
más talento que los hijos de “El Chapo”: Vicente Zambada Niebla, alias “El
Vicentillo”, hasta su detención en 2009 era un integrante de alto rango del
Cártel de Sinaloa. Fue detenido y extraditado a los Estados Unidos en 2010 para
enfrentar cargos de tráfico de drogas. En los Estados Unidos comenzó a hacer
declaraciones ardientes, tales como la existencia de fines de los años 90 de un
pacto entre la DEA y el Cártel de Sinaloa, según el cual la agencia antidrogas
garantizaría, a cambio de información sobre sus rivales, inmunidad a los
líderes de Sinaloa (les informarían de las operaciones militares contra ellos
para que pudieran huir de sus refugios y la garantía de no iniciar
procedimientos penales contra ellos en los Estados Unidos). El juicio de
Vicente Zambada se pospuso varias veces y al final llegó a un acuerdo con el
fiscal para declararse culpable y lograr una reducción de la pena a cambio del
compromiso de cooperar con las autoridades estadounidenses, que incluso le
confiscaron 1.37 mil millones de dólares.
Nunca me convenció esa
historia, ni he podido entender realmente los distintos pasos. Si realmente
Zambada hubiera cooperado con la DEA, significaría envenenar los pozos en
México para obtener agua clara en Estados Unidos. Pero hay muchas dudas acerca
del relato de Zambada, que hoy sin embargo sigue siendo el conocedor del mapa
financiero del Cártel de Sinaloa.
Agente de la policía municipal ejecutado
en Culiacán, Sinaloa. foto: Cuartoscuro
De todas formas, a pesar de
la desafortunada suerte de “El Chapo”, a pesar del ruido mediático y del júbilo
de la clase dominante sobre su arresto, el gobierno no logra convencer y no
convence porque no es creíble un gobierno que ha decidido proyectar la imagen
de un México que no habla de tráfico de drogas (excepto en el caso de que, por
supuesto, hay que celebrar un arresto). No convence porque no basta con callar
la plaga del País para resolverla. Peña Nieto, para mostrarse diferente de la
gestión fallida de su predecesor Felipe Calderón, no quiere dar la imagen del
sheriff que trata de erradicar el problema, quiere representar la imagen limpia
y nueva de México. Pero el problema del narcotráfico no desaparece simplemente
porque no se hable del tema. Sobre todo porque los números nos dicen lo
contrario. El sexenio de Peña Nieto está demostrando algo dramático: 54 mil 421
asesinatos en los últimos tres años, y 2015 fue el año más terrible, con 18 mil
650 casos registrados. 54 mil 421 asesinatos son impresionantes, es como si en
tres años un pueblo entero hubiera desaparecido. Este progresivo aumento de los
homicidios se debe al hecho de que la represión llevada a cabo en los últimos
años por las fuerzas del orden mexicana y la inteligencia de los Estados Unidos
dirigida a los que hasta hace poco tiempo eran los grandes cárteles -como el Cártel del Golfo o el de Juárez o la
organización de los Beltrán Leyva- no condujo a la disolución de estos
cárteles, a su aniquilación, sino llevó, a menudo, a una propagación de
metástasis de micro cárteles, sedientos de poder y dinero. Esas estructuras más
pequeñas que nacen de vacíos de poder, las pandillas fuera de control, en las
que, a diferencia de los cárteles históricos que se basaban en el respeto de
las reglas de la mafia, la única regla para ellos es no tener reglas, y no
tener reglas no es una buena manera de hacer negocios.
Incluso, la iniciativa del
Mando Único, cuyo Presidente Peña Nieto tenía entre uno de los puntos cruciales
para combatir el tráfico de drogas, parece no haber tenido los resultados
esperados, sea porque es difícil de ser aceptada por las autoridades locales
(que ven al Mando Único como una inútil imposición y una pérdida de autoridad),
o porque, como algunos expertos señalan, no es una garantía real en la lucha
contra el crimen organizado. El Mando Único, de hecho, permite una
centralización del poder y más control sobre los políticos locales, pero no
elimina el problema de la corrupción que puede ser generalizado a todos los
niveles, municipal, estatal y federal. Me parece que detrás de este deseo de
centralización de poderes en materia de seguridad pública haya en realidad un
deseo de descentralización de la responsabilidad moral y de alejamiento del
problema narcotráfico del gobierno central, es decir: sólo los políticos
locales son corruptos, sólo los gobiernos locales no saben solucionar la
cuestión criminal pero nosotros de las altas esferas somos limpios y
eficientes. Alejar la plaga del narcotráfico de la imagen de México parece ser
la verdadera estrategia antidrogas del gobierno de Peña Nieto y el Mando Único
no hace más que aumentar la brecha que ya existe entre el gobierno y el pueblo
mexicano.
Antes de emprender cualquier
tipo de lucha contra el narcotráfico debemos emprender una lucha contra la
corrupción, el principal problema real de México. Es difícil imaginar una lucha
contra la corrupción sin la construcción de un mecanismo donde la honestidad es
conveniente y no sólo una elección moral. No es una misión simple. Los
narcotraficantes mexicanos tienen una cantidad de dinero líquido como para
comprar un banco en California sólo para lavar sus narcodólares, como lo venía
haciendo “El Chapo”. Esta noticia salió en México a finales de diciembre, pero
fue ignorada por la prensa internacional; sin embargo, el hecho de que los
ingresos de los narcos de la droga pueden comprar empresas, traficar con armas,
liderar el mercado de bienes raíces, hacer importantes transacciones
financieras y bancarias en el extranjero no puede quedar confinada a los
periódicos locales o para las publicaciones financieras. El dinero del Cártel
de Sinaloa se lava, como se ha demostrado en varias investigaciones, en los
Estados Unidos, en Londres y –noticia de los últimos días– en Suiza y
Liechtenstein. Por esto, el problema mexicano nos concierne a todos, porque nos
afecta a todos. Por ello, la comunidad y los medios internacionales tienen el
deber de apoyar a México, que no puede por sí solo hacer frente a una plaga que
medio mundo contribuye a alimentar. El Gobierno mexicano, sin embargo, tiene
una obligación para con la comunidad internacional: en primer lugar, dar
respuestas sobre lo que le pasó a Iguala. Es inaceptable que en un país
civilizado 43 estudiantes desaparezcan en el aire después de ser arrestados por
la policía y que no se sepa nada. Es inaceptable que en el Estado de Derecho
(utilizando las palabras del Presidente en la recaptura de “El Chapo”) desde
2006 han desaparecido más de 25 mil personas. ¿Qué confianza pueden tener en el
Estado las madres, padres, hermanos, amigos que han visto a sus seres queridos
desaparecer en cualquier momento y sin ninguna explicación real? ¿Qué confianza
puede tener sus conciudadanos? Hasta terminar con la impunidad, uno de las
columnas pilares de la República Mexicana, no se podrá hablar de vientos de
cambio en México, ni de alguna misión cumplida, ni de algún Estado de derecho.
No hablar, evadir preguntas,
evitar dar respuestas, y no preservar el poder político, sólo consigue entregar
el poder en las manos de la delincuencia organizada. Porque cuando no se habla
de las mafias, ese es el momento en que son más fuertes que nunca. Cuando la
política haya entendido esto y no tenga miedo de hablar del mal que quiere
luchar y erradicar, entonces habremos elegido el camino correcto.
Por supuesto que no auguran
nada bien los informes recientes sobre las investigaciones en curso en España
sobre el ex Gobernador de Coahuila y ex presidente nacional del PRI, Humberto
Moreira por lavado de dinero y vínculos con Los Zetas, pero el error que no se
debe hacer es ver hoy hacia México y pensar que entre el Congreso y los narcos
no hay diferencia, que la policía es una emanación directa de la voluntad de
los narcos, que cualquiera que tenga algo que ver con la política y con la
aplicación de la Ley es necesariamente corrupto: Se trata de una visión típica
del radicalismo más ingenuo. La situación es mucho más compleja que esta
aproximación trivial.
“El Chapo” Guzmán, el día de su captura. Foto:
Cuartoscuro.
Los cárteles mexicanos han
intentado y todavía tratan de jugar el papel de anti-Estado, el Estado en el
Estado, obligado a tomar medidas para superar las deficiencias de un gobierno
para el pueblo y para asumir su lugar imponiendo sus propias leyes. Por
ejemplo, la Familia Michoacana nació precisamente para pregonar esta misión de
protección y defensa de los más débiles, a raíz del paramilitarismo
sudamericano, luego giró rápidamente (al igual que los paramilitares en América
del Sur) en una copia – si es posible aún más despiadada – de las
organizaciones que querían enfrentar. Varias veces los cárteles de
narcotraficantes mexicanos han intentado llegar a un acuerdo con las autoridades
al igual que las guerrillas en América Latina. El más famoso es probablemente
la petición de Servando Gómez Martínez, “la Tuta”, que intervino personalmente
en 2009 durante el programa de televisión Voz y Solución para proponer un
acuerdo con el gobierno de Calderón: “Queremos que el señor Presidente de la
República, el señor Felipe Calderón, sepa que no somos sus enemigos, nosotros
le estimamos al señor… estamos abiertos al diálogo… no queremos que Los Zetas
entren a Michoacán… lo que queremos es paz y tranquilidad, sabemos que somos un
mal necesario… queremos llegar a un consenso, queremos llegar a un pacto
nacional…”. Lo que se desprende de estas palabras es que las organizaciones
mexicanas ya ni siquiera sienten la necesidad de fingir ser otra: no ocultan
sus actividades, el tráfico de drogas, así como no lo escondió “El Chapo” en la
entrevista con Sean Penn.
Siempre sostengo que la
legalización de las drogas es la única manera de combatir el tráfico de drogas,
pero lo que parece ocurrir en México es que los narcotraficantes están tratando
algún tipo de legalización, de reconocimiento oficial por parte del Estado. Los
narcos ya están tratando obtener algún tipo de legalización de su trabajo,
delegando en grupos más pequeños las gestiones violentas. Esta cinética aún no
ha sido completamente aclarada, pero parece ser lo que ocurrió después de la
explosión del cártel de los Beltrán Leyva, del que los Guerreros Unidos parecen
ser una emanación militar que se ocupa de las operaciones más violentas en las
calles, y lo mismo sucedió con Los Rojos, promulgación del Cártel del Golfo. Y
luego nacieron grupos como Los Viagras, entidad entre vigilantes y organización
criminal, que están empeorando la ya difícil situación en Michoacán. Estas
células parecen ir en la dirección que describimos, donde los cárteles asumen
el rol puramente de negociación económica y política. En esta dirección están
todos, con la excepción de Los Zetas que destacan por sus particularidades
sangrientas.
Por eso, porque creo que sólo
poniendo una atención constante de lo que está ocurriendo en México y sólo con
una alianza con la sociedad civil mexicana se puede tratar de detener este
estado de silencio que cayó sobre los cárteles, con la excepción de los
momentos de espectáculo internacional. Que México esté en las manos de la
iniciativa empresarial criminal es útil para una gran parte del sistema
financiero mundial y denunciarlo es la única posibilidad de impedir que eso sea
la herida abierta de Occidente que haga drenar el dinero del tráfico de drogas
en su sistema linfático legal. No pueden hacerlo sólo los periodistas
mexicanos.
(SINEMBARGO.MX/ ROBERTO SAVIANO FEBRERO
1, 2016 - 00:05H)
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