Raymundo Riva Palacio
El Gobierno federal
rompió lanzas con el Gobierno del Distrito Federal. El primer golpe lo anticipó
el presidente Enrique Peña Nieto el sábado al afirmar que, en estos momentos de
crisis y violencia, cada nivel de Gobierno tiene que asumir sus
responsabilidades para mantener el orden y la estabilidad.
El Presidente
parecía hablar en general, pero el secretario de Gobernación, Miguel Ángel
Osorio Chong, aclaró el primer destinatario: el Gobierno del Distrito Federal,
cuyos cuerpos policiales irrumpieron en Ciudad Universitaria y violentaron la
autonomía de la UNAM.
“Es un acto que no debe volver a suceder”,
dijo. “Es una acción imprudente y desde el Gobierno de la República lo
lamentamos”.
La preocupación del
Gobierno federal es porque en cuestión de minutos la UNAM, que se había
mantenido al margen de la agitación social en el país, que se agazapa en la
causa legítima por la aparición con vida de los normalistas de Ayotzinapa, se
incendió.
Una extraña diligencia ministerial en el
campus universitario por la denuncia del robo de un celular, provocó un
enfrentamiento con estudiantes, quienes al pedir que se retiraran fueron
atacados a tiros.
Un estudiante fue
herido y enardeció a compañeros y personas ajenas a la Universidad, que
instalaron barricadas y quemaron vehículos, por lo que el cuerpo de granaderos
y los bomberos, ingresó más tarde sin haber sido llamados por las autoridades
universitarias, para confrontarlos. Esta acción movilizó a la UNAM y la injertó
en el corazón de la protesta en la Ciudad de México.
Esta sucesión de
hechos es lo que Osorio Chong calificó como una “imprudencia”. La pregunta de
quién fue el imprudente que dio las órdenes a la Policía y a la Procuraduría
capitalina para que entraran temerariamente a la UNAM, tiene una respuesta
simple:
Héctor Serrano, secretario de Gobierno del
Distrito Federal, que en la víspera de que su jefe, Miguel Ángel Mancera, se
reincorporara plenamente a sus funciones como gobernante en la Ciudad de
México, prendió la llama universitaria con una abierta provocación.
La instrucción al
secretario de Seguridad Pública, Jesús Rodríguez, y al procurador Rodolfo Ríos,
para que enviaran sus fuerzas de seguridad a la UNAM sin petición expresa,
violó la autonomía universitaria sagrada desde 1929, y hasta donde ha sido
posible saber, no fue consultada con el Jefe de Gobierno capitalino.
¿Qué evaluó Serrano para tomar esa decisión?
¿Por qué decidió abrir un nuevo flanco de batalla en la Ciudad de México? La
UNAM se había logrado mantener alejada de los conflictos y la violencia, en un
frágil equilibrio mantenido por el rector José Narro, que la actitud insensata
de Serrano rompió.
Los actos de provocación
son una variable permanente en los conflictos sociales, que entre más se
prolongan, más posibilidades existen de tener éxito.
La exigencia para que los normalistas de
Ayotzinapa aparezcan con vida, galvanizó fuerzas radicales como la disidencia
magisterial de la Coordinadora y la guerrilla, pero también exacerbó la
inconformidad de otros grupos sociales con razones y motivos distintos a la de
los padres de los jóvenes normalistas y de los colectivos anti sistémicos.
Serrano arrojó fuego sobre una pradera seca en espera de un chispazo.
La imprudencia de
Serrano, como caracterizó al responsable de la decisión Osorio Chong, no puede
ser vista como una estupidez política, porque el secretario de Gobierno
capitalino no es tonto.
Al contrario, es un
político con experiencia en las cañerías del sistema político mexicano que se
mueve permanentemente en el lodo. Es peligroso, rencoroso y con una enorme
ambición de poder.
La decisión de
violentar la autonomía universitaria y provocar un conflicto en la UNAM, evoca
los tiempos cuando los políticos codiciosos generaban problemas para
resolverlos y ganar espacios.
El secretario de
Gobernación Luis Echeverría lo hizo en 1968, durante el movimiento estudiantil
que terminó con una matanza en Tlatelolco, y Manuel Camacho lo intentó en 1994,
cuando animó el levantamiento del EZLN con recursos de la Regencia capitalina.
Uno alcanzó la Presidencia; el otro la ignominia.
A Serrano no le da
para la Presidencia, pero en su horizonte está la Jefatura de Gobierno del
Distrito Federal. No pudo que la fortuna le sonriera con la reciente
complicación que tuvo Mancera en el quirófano, donde murió durante ocho
minutos, pero en la etapa final de su recuperación, inventó un conflicto en la
Ciudad de México al encender a la comunidad universitaria.
Sus acciones se
dieron horas antes de que el Presidente anticipara que no van a volver a
permitir que los gobiernos locales sean omisos en sus responsabilidades.
Peña Nieto no debe
estar nada contento con el gobierno de Mancera. El mismo fin de semana en que
partió a Asia, con Mancera en el hospital, Serrano ordenó que se replegara la
Policía capitalina en el Zócalo, que abrió el camino para que un grupo de
provocadores durante una marcha por los normalistas de Ayotzinapa, quemaran la
puerta de Palacio Nacional, detrás de la cual se encontraba el Ejército listo
para defender la cabecera del poder mexicano.
Irresponsable con
los mexicanos y traidor a Mancera y al Gobierno que representa, Serrano ha
estado jugando con un fuego que, si no entiende que contra quien se enfrenta,
el Gobierno federal, es más fuerte que él, terminará quemándolo a él mismo, a
su jefe e incendiando a la ciudad entera.
(ZOCALO/ COLUMNA ESTRICTAMENTE PERSONAL DE RAYMUNDO
RIVA PALACIO/ 20 DE NOVIEMBRE 2014)
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