Soldados
y marinos son procesados por informar a narcotraficantes de las acciones del
Ejército y la Armada, también por fomentar delitos contra la salud en la
administración del Presidente Enrique Peña Nieto. Marinos apoyaban a Los
Caballeros Templarios en Michoacán, y militares en Tamaulipas protegían al
Cártel del Golfo. Los procesados robaban droga, dejaban en libertad a
narcotraficantes, proporcionaban datos de los operativos y hasta litigaban en
juicios para mafiosos
Militares
encubrían al narco
La
continuidad en la estrategia gubernamental de emplear a las fuerzas armadas en
el combate contra la delincuencia organizada, sigue cobrando factura al
Gobierno Federal y, durante la administración del Presidente Enrique Peña
Nieto, se han presentado al menos dos casos graves de protección por parte de
algunos mandos militares a cárteles de la droga.
Los
escándalos del medio castrense en los sexenios más recientes, van desde el
famoso caso de corrupción del 65/o. Batallón de Infantería de Guamúchil, que en
la administración de Vicente Fox cuidaba los sembradíos de marihuana del Cártel
de Sinaloa, hasta los grupos militares que en el mandato de Felipe Calderón
transportaban droga hacia Tijuana en camiones del Ejército para la misma
organización criminal. O el robo de armas del Campo Militar Número Uno para
venderlas al Cártel Beltrán Leyva; o la protección de soldados a Los Zetas, en
Tamaulipas.
En
todos los casos, la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) tuvo que poner
mano dura para cortar los nexos entre algunos de sus soldados de diferentes
rangos con la mafia y meterlos a la cárcel. La mayoría de ellos siguen
procesados. Unos en el fuero militar, otros en Juzgados de Distrito en materia
de procesos penales federales.
Durante
la presente administración federal se repite la historia, solo que esta vez, la
corrupción de los narcotraficantes logró penetrar a la Marina, dependencia que, fuera de los escándalos por
algunos excesos en sus operativos, se había mantenido al margen de la
complicidad con los delincuentes más buscados del país.
En
el primer año de ejercicio gubernamental de Peña Nieto, se descubrió que un
grupo de soldados del Ejército Mexicano encubría y colaboraba para el Cártel
del Golfo en la ciudad de Reynosa, Tamaulipas. Los militares recuperaban droga
por encargo de sicarios, la devolvían a sus dueños y, en otros casos, la
revendían para su comercialización en la frontera. Incluso se documentó que
durante sus operativos dejaron en libertad a un presunto narcotraficante del
mencionado clan delictivo.
Y
el caso más impactante, por el esfuerzo que ha hecho el Gobierno Federal por
combatir el flagelo del narcotráfico y devolver la paz al Estado de Michoacán,
es el de los elementos de la Marina que brindaban protección y ayuda a la
organización criminal de Los Caballeros Templarios, encabezada por Servando
Gómez Martínez “La Tuta” o “El Profe”.
En ambos asuntos hay mandos castrenses que encuentran en prisión, ya no por delincuencia
organizada como en la administración pasada, sino por el delito de traición a
las Fuerzas Armadas Mexicanas, que en el fuero militar, se sanciona con penas
desde 15 hasta 60 años de prisión.
Además,
se les enjuicia por delitos contra la salud en la modalidad de “colaborar de
cualquier manera al fomento para posibilitar la ejecución de delitos contra la
salud agravado”, con sanción penal desde 10 hasta 25 años de cárcel.
EL PODER CORRUPTOR DE “LA TUTA”
Investigaciones
de la Secretaría de Marina Armada de México (SEMAR) pusieron al descubierto los
presuntos vínculos del Segundo Maestre del Cuerpo General de Infantería de
Marina, Juan Antonio Castro Cabrera, con el cártel de Los Caballeros Templarios
a mediados de 2013. Desde entonces el marino fue dado de baja del 18/o Batallón
de Infantería de Marina, para causar alta en el Grupo de Militares Procesados
de la Primera Región Militar.
Castro
Cabrera recibió el auto de formal prisión por traición a las Fuerzas Armadas
Mexicanas y por delitos contra la salud en la citada modalidad de fomento, el
23 de junio del año en curso, de acuerdo con las constancias de la causa penal
197/2013 del Juzgado Quinto Militar de la Primera Región Militar.
El
marino es señalado porque presuntamente proporcionaba información a Los
Caballeros Templarios respecto a las actividades de la Marina en contra del
narcotráfico y la delincuencia organizada a cambio de dinero. También se le
acusa de convencer a algunos de sus compañeros de corporación para colaborar
con el cártel michoacano.
Otros
marinos implicados por contribuir a la organización de “La Tuta”, son José Luis
Carrillo Maciel, Oniver Flores Sotelo, Alberto Cadena Sandoval, Gerardo Solorio
Valdovinos y Arturo Morán Pérez, quienes ostentaban diversos grados en la
plantilla operativa de la SEMAR. Ellos se encargaron de evidenciar la supuesta
conexión de Castro Cabrera con los narcos.
De
acuerdo con información que proporcionó el Centro Nacional de Planeación,
Análisis e Información para el Combate a la Delincuencia -de la Procuraduría
General de la República- al Ministerio Público Militar, el grupo criminal que
lidera Servando Gómez “opera principalmente en el Estado de Michoacán, cuyas
actividades son cometer ejecuciones, extorsiones, secuestros, incorporación de
menores al mercado de drogas y a su estructura operativa a través de la
adicción, así como también, traficar metanfetaminas a los Estados Unidos”.
Un
infante de Marina, de profesión abogado, declaró ante la Fiscalía Militar que
hace dos años conoció al Segundo Maestre Juan Antonio Castro Cabrera “El
Piolín”, quien lo reclutó como miembro del grupo delictivo por su habilidad
para elaborar contratos de arrendamiento. De vez en cuando le solicitaban sus
servicios y le pagaban 5 mil pesos mensuales, pero advirtió que otros marinos
eran informantes al servicio de Los Caballeros Templarios.
De
“El Piolín” se conoció que se desempeñaba como chofer de vehículos militares
originalmente en Lázaro Cárdenas, Michoacán, pero meses antes fue cambiado al
puerto de Manzanillo. Al parecer cuando estuvo comisionado en la base de
operaciones de Arteaga se relacionó con “La Tuta”, por lo que cada que
regresaba a Michoacán, iba a esa población a cobrar por sus servicios al
cártel.
Otro
de los coprocesados de Juan Antonio Castro le acusó de haber sido el “encargado
de un grupo de templarios que estaban infiltrados en los batallones y la zona
naval”, cuando el Segundo Maestre pertenecía a la brigada anfibia de Lázaro
Cárdenas, hasta que se realizó su cambio de plaza.
El
testimonio de otro implicado refiere que fue “El Piolín” quien lo metió a
trabajar para los templarios y quien le “dejó el hueso”, es decir, la
responsabilidad de ser el enlace e infiltrador del personal naval, cuando
Castro Cabrera fue removido a Manzanillo. El declarante agregó que los
narcotraficantes pagaban bien, y a uno de sus compañeros abogado le dieron una
camioneta Highlander del año, además de dólares en efectivo.
Las
autoridades militares estiman que con estas pruebas y los informes de la
Policía Judicial Federal Militar, se acredita y se hace constar el
involucramiento de personal naval perteneciente a la SEMAR, con integrantes de
la organización delictiva Los Caballeros Templarios.
Los
procesados por estos hechos han interpuesto diversos juicios de garantías en
Juzgados de Distrito de amparo en materia penal del Distrito Federal, y están a
la espera de su resolución en la Prisión Militar Número Uno.
EL REGRESO DEL CÁRTEL DEL GOLFO
Después
de una encarnizada guerra con Los Zetas y ser desplazados de la región que
conforman los estados de Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León, los miembros del
Cártel del Golfo han recuperado espacios y territorios, contando para ello con
la complicidad de algunos mandos policiales y hasta militares.
Así
queda de manifiesto después de la detención de un grupo de soldados que
conformaban una de las llamadas Base de Operación Mixta (BOM) en Reynosa,
coordinando acciones con otras corporaciones. A pesar de ello, brindaban
protección a narcotraficantes.
El
19 de marzo de 2013, un comunicado de la BOM informó a la sociedad de la
detención de siete presuntos delincuentes, el aseguramiento de ocho kilos de
marihuana, una granada de humo, tres vehículos -entre éstos una Jeep Cherokee
blanca-, armas de fuego y municiones de diferentes calibres, así como equipo
táctico. En la acción, registrada dos días antes de la fecha señalada,
participaron las fuerzas de Seguridad Pública Estatal, Policía Federal, SEDENA,
SEMAR, así como agentes del Ministerio Público del Fuero Común y Federal.
Lo
que nunca expresó el boletín es que minutos antes de esa detención, ocurrida a
las 14:10 horas en la calle Celeste 382, de la colonia Arco Iris, el Teniente
de Caballería César Guzmán Flores, quien iba al mando del personal del 10/o.
Regimiento de Caballería Motorizado de Reynosa, dejó escapar a una octava
persona, al parecer líder de la célula delictiva capturada.
Este
hecho trascendió hasta que habitantes de la ciudad fronteriza enviaron una
carta anónima a la SEDENA, denunciando reuniones entre presuntos miembros del
Cártel del Golfo y militares (algunos identificados por nombres o apodos) para
traficar con armas y drogas. “Esperamos que investiguen a estos soldados que
con sus actos desprestigian a los que sí protegen a la ciudadanía de la
delincuencia organizada”, señalaba el mensaje.
El
mismo 19 de marzo del año pasado se conoció de una “buena acción” por parte de
los soldados del BOM, “Tango G”, liderados por el Teniente de Caballería César
Guzmán Flores. En una zona despoblada localizaron dentro de una fosa 145
paquetes rectangulares que en su interior contenían 146 kilogramos de cocaína,
mismos que fueron puestos a disposición del Ministerio Público Federal en
Reynosa. No hubo detenidos.
El
hecho no trascendió mediáticamente, como tampoco se conoció de la sustracción
de paquetes de droga que habrían realizado los militares antes de hacer la
entrega a las autoridades competentes. Fue hasta que los mandos de la Octava
Zona Militar investigaron el reparto de dinero que Guzmán Flores hizo entre la
tropa a cambio de guardar silencio. En los dormitorios del regimiento se
aseguraron mil 325 dólares americanos y 32 mil 500 pesos.
Aproximadamente
28 elementos castrenses que participaban en acciones de seguridad bajo el mando
de César Guzmán fueron investigados. La gravedad del caso los hizo confesar que
la noche del 18 de marzo, para amanecer el 19, salieron de patrullaje a bordo
de tres camionetas Chevrolet Cheyenne y un vehículo Sand Cat. El Teniente de
Caballería ordenó al personal dirigirse por una brecha hasta una finca
abandonada.
En
el sitio, el mando militar integró equipos para que realizaran un
reconocimiento de los terrenos donde supuestamente se había reportado la
presencia de personas sospechosas. Luego de varias horas de búsqueda, uno de
los equipos de soldados encontró una fosa donde había ocho maletas de color
negro que contenían paquetes con polvo blanco.
Algunos
de los indiciados aseguraron que el
Teniente Guzmán, en contubernio con un capitán segundo de Caballería, separaron
dos de las maletas con droga para llevarlas hasta una de las unidades
militares. Después sus jefes hicieron algunas llamadas telefónicas y, tras otro
lapso de tiempo, en el lugar aparecieron dos taxis, entregándole su superior
una maleta a cada uno de los conductores.
Diversos
soldados coincidieron en sus declaraciones al señalar que Guzmán Flores les
comentó que la delincuencia organizada le había prometido una recompensa sí
encontraban una droga que tenían extraviada. “Hay algo de feria para mandar a
cambiar, para alivianarlos y darles un enganche”, les dijo el Teniente de
Caballería en alusión a una cantidad de dólares que le habían entregado los
taxistas.
Los
declarantes, ahora procesados en la causa penal 57/2013 del Juzgado Primero
Militar de la Primera Región Militar, recibieron 5 mil pesos cada uno. A otro
le entregaron 15 mil pesos.
Con
relación a los hechos del 17 de marzo, los soldados que formaban parte del
operativo en el que se detuvo a siete presuntos delincuentes, confesaron que
ese día formaban parte del convoy de coordinación policial, pero que se
salieron de la ruta para perseguir al ocupante de una camioneta Jeep Cherokee
blanca, la cual interceptaron más adelante para realizarle una revisión de
rutina a su conductor.
Los
militares se dedicaron a dar cobertura de seguridad en la zona, mientras el
Teniente de Caballería César Guzmán Flores dirigía la revisión al sujeto, al
cual le aseguraron un arma de fuego cromada en cuyas cachas tenía las leyendas
“Cártel del Golfo” y “Flaco”. De repente, coinciden, escucharon que su jefe
gritaba “vete a la verga” y vieron que el sospechoso se echó a correr, sin que
Guzmán hiciera nada, ni les ordenara detenerlo.
Enseguida
se realizó la acción de captura de los presuntos narcotraficantes que estaban
en una casa cerca de la zona, y al operativo se incorporó el resto de las
corporaciones que conformaban la base de operaciones móvil “Tango Urbano G”.
Los
mandos castrenses determinaron enjuiciar a los militares implicados en la fuga
de un presunto miembro del Cártel del Golfo, en el robo y tráfico de droga, por
lo que fueron consignados por los delitos de traición a la patria y contra la
salud en la modalidad de colaboración de cualquier manera para posibilitar el tráfico
de narcóticos.
Algunos
de los soldados alcanzados por las investigaciones son: Emmanuel Mayorga
Cabrera, Rubén Sandoval, Milton González, Iván Sotelo, Jonás Torres y Ángel
López, entre otros. En su mayoría, los procesados fueron trasladados de la prisión
militar de la Ciudad de México, al Centro Federal de Readaptación Social Número
5, en Villa Aldama, Veracruz.
Una
ficha informativa de la Octava Zona Militar expuso al Ministerio Público
Militar que “en el Estado de Tamaulipas tienen presencia las organizaciones
delictivas denominadas ‘Cártel del Golfo’ y ‘Los Zetas’, quienes se disputan el
control de las ciudades y municipios más importantes del estado para la venta y
tráfico de armas y drogas, ver anexo a área de influencia de organizaciones
delictivas, siendo las siguientes actividades que llevan a cabo los integrantes
de la delincuencia organizada como sigue:
a.
trasiego de drogas;
b. tráfico de armamento;
c. secuestros;
d. extorsiones;
e. venta de piratería;
f. robo de vehículos;
g. robos y asaltos en carreteras;
h. retenes clandestinos;
i. trata de blancas;
j. taxis piratas;
k. liberación de reos;
l. casas de seguridad;
m. actividades de halconeo;
n. colocación de antenas clandestinas;
o. robo de combustible, entre otros…”.
Tanto
la SEDENA como la Secretaría de Marina Armada de México continúan realizando
sus tareas para garantizar la seguridad interior, sin embargo, han tenido que
combatir al enemigo que se ha llegado a infiltrar dentro de las propias fuerzas
armadas.
LA CAMIONETA DE MI GENERAL
Un
General de Brigada, de Estado Mayor, Diplomado de Estado Mayor y Comandante de
Zona Militar, no escapó de ser procesado penalmente por utilizar una camioneta
de su propiedad, similar a las que tiene el Ejército Mexicano, la cual mandó
pintar por su propia cuenta como si fuese vehículo oficial.
Se
trata del General Marco Antonio Barrón Ávila, quien a principios de 2014 se
desempeñaba como Comandante de la Vigésima Zona Militar, en el Estado de
Colima, pero que al serle dictado un auto de formal prisión el 24 de marzo,
tuvo que ser relevado en el cargo.
De
acuerdo a las actuaciones de la causa penal 61/2014, instruida en el Juzgado
Tercero Militar, adscrito a la Primera Región Militar, Barrón Ávila fue
enjuiciado por su probable responsabilidad en la comisión del delito de “uso de
vehículo con colores con apariencia tal, que se asemeje a los vehículos
autorizados por las fuerzas armadas”.
La
historia se conoció el 29 de enero, cuando un ciudadano de Puebla se presentó a
la Fiscalía Militar para denunciar al General, ya que cuando el funcionario se
desempeñaba como Comandante de la Vigesimoquinta Zona Militar en aquella
localidad, no le pagó por sus servicios prestados para pintar una camioneta
Chevrolet Cheyenne con los colores oficiales del Ejército Mexicano.
El
pintor automotriz declaró que el mando castrense se presentó a su taller para
pedirle que pintara el vehículo de su propiedad con el “patrón pixelado
oficial” que utiliza la Secretaría de la Defensa Nacional y unas siglas en
color arena. El denunciante agregó que al concluir el trabajo, el General envió
a un capitán y a un teniente a recoger la unidad ya pintada, pero no le cubrió
el pago de su trabajo.
El
afectado intentó en vano cobrar por la prestación de su servicio, por lo que
decidió presentar su querella formal ante las autoridades militares, las cuales
por su parte, estimaron que la conducta asumida por el militar no fue la
correcta e incurrió en el delito antes descrito.
En
julio, Marco Antonio Barrón Ávila obtuvo una sentencia de amparo que deja sin
efecto el auto de formal prisión dictado en su contra, y ordena al juez militar
valorar debidamente las pruebas, además de volver a resolver con libertad de
jurisdicción.
ENJUICIAN A SOLDADOS POR EJECUCIÓN
SUMARIA
A
casi tres meses de que se registró la muerte de 22 presuntos delincuentes, en
lo que se presume fue una ejecución sumaria por parte de elementos del Ejército
Mexicano en Tlatlaya, Estado de México, ocho soldados ya son procesados por la
comisión de delitos del fuero de guerra, y tres de ellos serán sometidos a la
justicia del fuero civil por los asesinatos.
Mientras
esto sucede en los tribunales militares, en la Procuraduría General de la
República se integra una averiguación previa para solicitar órdenes de
aprehensión en contra de los implicados, y en redes sociales surgió un
movimiento para apoyarles a través de firmas y manifestaciones.
Apenas
se conoció que el Juzgado Sexto Militar de la Primera Región Militar dictó auto
de formal prisión en contra de un teniente y siete elementos de tropa por la
matanza de los supuestos criminales, hechos ocurridos el 30 de junio último,
familiares y amigos de los soldados lanzaron el hashtag #YoSoy26.
Los
simpatizantes de los militares procesados exigen la liberación de estos, al
considerar que con las acciones gubernamentales en su contra, se está afectando
a sus familias y la imagen misma de las Fuerzas Armadas del país, siendo que
“esas personas (los fallecidos) eran delincuentes”.
Las
investigaciones realizadas hasta el momento por la Procuraduría de Justicia
Militar y la PGR han establecido que los soldados enjuiciados participaron en
el operativo que terminó en una balacera, en la cual uno de los presuntos
criminales murió. Los otros 22 fueron capturados vivos y después, aparentemente
fusilados por tres de los militares.
Por
lo anterior, los ocho implicados enfrentan en el fuero militar una causa penal
por su probable responsabilidad en la comisión de delitos en contra de la
disciplina militar, así como desobediencia e infracción de deberes comunes a
los elementos del Ejército y Fuerza Aérea Mexicana. Solo tres son indiciados
ante el Ministerio Público Federal para que ejercite acción penal en su contra
por homicidio calificado.
El
movimiento a favor de los ahora detenidos en la Prisión de la Primera Región
Militar, quienes causaron baja en los regimientos a los que pertenecían para
causar alta en el grupo de los efectivos procesados y sentenciados, anunció una
marcha del Zócalo de la Ciudad de México a la Residencia Oficial de Los Pinos,
la cual se realizará el sábado 11 de octubre.
La
convocatoria se efectúa a través de las redes sociales Facebook y Twitter,
solicitando la solidaridad de los mexicanos para que apoyen a sus soldados y se
les libere de cualquier responsabilidad por los sucesos de Tlatlaya.
Organizaciones
de derechos humanos han calificado el movimiento a favor de los militares como
aberrante, que atenta en contra de la sociedad, pues este tipo de abusos, en
caso de comprobarse penalmente, no pueden ser soslayados ni tolerados por
ninguna persona. (Luis Carlos Sáinz Martínez/ZETA)
(SEMANARIO
ZETA/ Investigaciones ZETA/ 07 de Octubre del 2014 a las 21:25:00)
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