Coahuila.-
Las tradiciones familiares mexicanas son estrictas. Una regla no escrita
obligaba a por lo menos una de las hijas a quedarse junto a los padres en su vejez.
Ese
era quizá el caso de “La Taconera”, quien habiendo ya alcanzado una edad
madura, permanecía junto a su madre, quien rondaba los 90 años, por su delicado
estado de salud.
Nadie
recuerda el nombre de aquella dama, que según la leyenda que recorre aún las
calles del Centro Histórico, vivió en una modesta casa de la calle del
Camposanto (hoy Juárez).
No
tuvo nunca un prometido, pero por el día en el pueblo se murmuraba sobre lo que
se escuchaba de noche: sus tacones, bajando la calle entera hasta donde
terminaba el cuadro urbano y comenzaban los establos y algunas casas de adobe
detrás del Ateneo Fuente.
Se
decía que engalanada acudía hasta allí para visitar al hombre con quien
sostenía un romance. Las calles en absoluto sosiego al caer la noche
amplificaban el sonido de sus pasos. “Ahí va La Taconera”, solían decir las
vecinas que alcanzaban a escucharla en su diario recorrido nocturno.
Su
madre sufría por las habladurías. Algunos vecinos estaban seguros de que su
hija la descuidaba, olvidándose a veces incluso de alimentarla, por lo que le
recriminaban su irresponsabilidad.
Una
noche, al regresar de su encuentro romántico, la joven encontró muerta a la
anciana. Lo grave —sobre todo para la época— fue que la muerte la sorprendiera
en absoluta soledad, sin ningún familiar a quien dar una última bendición y sin
un sacerdote que diera soporte espiritual a sus últimos momentos.
Y
esa fue la causa de la gran culpa que pesó sobre la joven. No volvió a salir
por las noches en busca de su amado. Cuentan que el arrepentimiento no la dejó
vivir más y finalmente murió de pena.
Meses
después los vecinos del barrio volvieron a saber de ella.
Muchos
aseguraban ver su silueta esfumarse en el mismo recorrido que hacía para llegar
a la casa de su amado. Otros afirmaban escuchar por las noches el paso marcado
de sus tacones.
Los
testimonios abundan a lo largo de todo el camino que tantas noches siguiera “La
Taconera”: de la calle del Camposanto al poniente, doblando en la calle del
Reloj (hoy Bravo), hacia el norte por Hidalgo, hasta el campo del Ateneo.
Quienes
intentaban seguir el sonido de sus tacones no los alcanzaban nunca. Y aun más
curiosa es la afirmación popular de que quienes caminan en sentido contrario no
escuchan nada.
Más
de 60 años han transcurrido, pero aún hoy, vecinos de las calles Juárez y
Bravo, aseguran escuchar por la madrugada el misterioso taconeo.
(ZOCALO/
Relatos y Leyendas /09/09/2014 - 08:21 AM)
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