Ya
es parte de nuestra cultura porque según nuestros abuelos, los lamentos se
vienen escuchando desde tiempos muy antiguos, según se los contaban también
ellos a sus abuelos. Fuente: General Cepeda.com
Desconocemos
sin embargo el momento en que se acorta a un simple ¡aaayyy!, porque según
nuestros abuelos, e investigaciones realizadas era ¡aaaaaayyy, mis hijos!,
decían que sólo se escuchaba cuando iba a caer un fuerte aguacero y éste
lamento se dejaba escuchar por los arroyos, pero aquí, además, se oye por las
calles, y a veces sin que llueva.
El
grito es un lamento desgarrador que eriza la piel y se siente un escalofrío de
terror que es capaz de paralizar al más osado; es un grito inesperado,
secundado por el aullar de los perros y el rebuzno de los burros. Hay quien
cuenta que además de haberla escuchado la han visto, dicen que es una mujer que
viste de blanco, con el pelo suelto muy largo, negro y enmarañado que pareciera
ir volando sobre las acequias donde se le ha visto. La mayoría de los pobladores
ha vivido esta experiencia.
Cuenta
la leyenda que ésta era una señora muy dada a las pachangas y que un día salió
a divertirse a una fiesta por la noche, sin importarle dejar solos a sus tres
pequeños, que a esa hora ya dormían. Pero ese día llovió fuertemente, y como
vivía a orillas de un río, de éste bajó mucha agua que se llevó la casa y a sus
hijos, y llena de dolor y de arrepentimiento corrió río abajo en el intento de
encontrar vivos a sus pequeños, gritando ¡aaaaaayyyyyyy mis hijos! Se cree que
murió días después y es su alma la que vaga penando y lo seguirá haciendo hasta
encontrar a sus pequeños.
Pero
aquí en nuestro pueblo de General Cepeda, tenemos también nuestra Llorona.
Nos
cuenta un jovencito en nuestras reuniones cotidianas, donde nos juntamos a
platicarnos todos los hechos vividos que no les encontramos explicación, que
cierto día fue a acompañar a su abuelo a acarrear arena del arroyo de Gallinas
al que los lugareños le llamamos El Río, por la carretera que da para Parras.
Pues
ya estando ahí nos bajamos del camión de mi abuelo, pero como llegamos muy
temprano, apenas con cierta claridad de la mañana, mi abuelo decidió esperar un
rato más a que amaneciera cuando de pronto divisamos frente a nosotros una
mujer que venía cruzando el arroyo, como caminando sobre el agua, era de tez
muy blanca, con largo cabello negro, enmarañado, que le llegaba cerca de las
corvas, con un vestido que parecía blanco pero sucio y roto de varias partes
del cuerpo.
Traía
algo en la mano que parecía un cuerno muy largo, luego volteó a vernos sin
hacerlo directamente, como viendo más allá de nosotros, como si no le importara
nuestra presencia, en ese momento bajó el cuerno y sorbió de él bajándolo hacia
donde corría agua, para luego lanzar por la boca piedras, algo que parecían
huesos que saltaban para todos lados.
Mi
abuelo y yo nos volteamos a ver, como para asegurarnos que estábamos viendo lo
mismo, al voltear de nuevo hacia la mujer, ella empezó a caminar de nuevo sobre
el agua , de pronto lanzó su singular y aterrador grito ¡Aaaayyy…! , dejándonos
enmudecidos de miedo, en eso mi abuelo me toma de la mano me dirige al camión,
olvidándonos de cargar la arena del Río. Mi abuelo arrancó el camión sin
pronunciar palabra y nos dirigimos hacia la casa; al llegar le pregunté que
quién era, mi abuelo muy serio me respondió, pos la Llorona en persona, ¿la
viste bien hijo? Sí abuelo, la mera verdad pos no me quedaron ganas de volver
al Río.
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