Seguramente viajaron
en clase turista. Total, el vuelo entre Hermosillo y Tijuana no duraría más de
una hora. Rodolfo García Gaxiola se trepó al jet acompañado de Marco Antonio
Jácome Saldaña. Dos judiciales federales les llevaron al aeropuerto. Otro par
de policías lo recibieron. Posiblemente con un “…bienvenido, mi Comandante”,
pero entregándole las llaves de una camioneta Ram Charger. Nuevecita.
Estacionada a la puerta. En zona prohibida. Gaxiola y Jácome seguro dieron las
gracias y se encaramaron al vehículo. Apresurados buscaron bajo del asiento.
Allí estaban dos ametralladoras “cuernos de chivo”. Primero fueron a comer
mariscos a “El Arco” y de allí a la delegación de la Procuraduría General de la
República. Saludaron a los cuates. Se reportaron “…nada más venimos entrada por
salida”. Al anochecer Gaxiola llamó a México sin identificarse. Contestó el
Licenciado Ignacio Montes, Fiscal Especial del Caso Colosio. Abril 28 del 94.
Previno: Explotará una bomba en el aeropuerto de Tijuana y colgó. El abogado
llamó al Gobernador de Baja California, Ernesto Ruffo Appel. A los dos les
extrañó tal aviso. Por las dudas se transmitió alarma. El Director de Seguridad
Pública tijuanense Licenciado Federico Benítez rápido subió a un pick-up
oficial con su asistente-custodio. Llegaron a la terminal. Nada. A lo mejor
pensaron “…fue la llamada de un ‘zafado’ o alguien sin qué hacer”. Regresaron a
la Comandancia. En el camino los alcanzó una camioneta Ram Charger. Desde el
asiento trasero García Gaxiola les disparó.
Decenas de balas. El acompañante
murió. A Benítez lo llevaron agonizando a la Cruz Roja. Vi las fotos del
quirófano. Mesa de operaciones toda ensangrentada. Hasta el piso. Murió. Al
rato Gaxiola y su compañía llegaron a la PGR. Estacionaron la camioneta en el
sótano. Les dieron otra y se fueron a un hotel.
Luego de unos tragos cenaron y
a dormir. Al otro día, igualito al anterior: Un par de agentes los llevó al
aeropuerto. Y otro los recibió en Hermosillo. Debieron reportar “sin novedad” a
quien les ordenó el crimen. Y todo fue porque Benítez rechazó permitir el paso
de marihuana por Tijuana a “El Mayo” Zambada. Pero como dicen por allí: “Quien
a hierro mata a hierro muere”. García Gaxiola fue retirado de la PGR. Eran
inaguantables sus relaciones.
Cierto día manejaba lujoso pick-up en Ciudad
Obregón, Sonora. Hizo alto en una esquina. Se le emparejó otra camioneta. Le
dispararon y mataron. También fueron agentes federales.
Ernesto Ibarra
Santés era doctor. Con esa etiqueta fue contratado en la Procuraduría General
de la República. Pero le gustó mucho la investigación y abandonó la profesión.
Tanto así hasta convertirse en jefe. Luego lo enviaron de Sub-Delegado a
Tijuana. Estaba ligado a “El Señor de los Cielos”, Amado Carrillo Fuentes. Por
eso en 1996 lo comisionaron para zarandear el Cártel Arellano Félix.
Muchos no
se olvidan: Cierto día llamó a todos los reporteros y sentenció que acabaría
con los hermanos. La bravata cayó mal entre mafiosos. El doctor sabía a qué le
iba tirando. Siempre andaba rodeado, protegido por seis hombres armados. Cierto
día decidió viajar a la Ciudad de México. Era un secreto. Ni en la línea aérea
sabían. Pero un agente federal se dio cuenta. Avisó rápidamente a los Arellano.
Éstos a sus pistoleros y otros policías en el Distrito Federal. Lo mataron
sobre Avenida Insurgentes con todo y guarda-espaldas. Iban en taxi. También le
tocó al chofer.
Ese mismo año el
Licenciado Sergio Manuel Moreno fue poco tiempo delegado de la PGR en Tijuana.
No se la llevó con los Arellano. Regresó a su Michoacán. Hasta allá fue un par
de agentes federales. Le torturaron. Estrangulado. Isaac García Pérez también
llegó como Comandante de la Policía Judicial Federal.
Era Licenciado. Usaba
lentes con cristales de alta graduación. Se rodeaba de imágenes religiosas y
veladoras en su oficina. Naturalmente no faltaba San Juditas. Hasta traía un
anillo con el símbolo del Espíritu Santo. Obedecer, obedecer a los Arellano no
tanto. Por eso lo retiraron y como dicen “concentrado a la Ciudad de México”.
Un día se despidió de su madre y salió a la PGR defeña. Ya rodando el auto
atinó: Lo seguían. Seguramente conoció a los perseguidores.
Regresó a donde
salió. Bajo del vehículo. Cuando abría la puerta dos fulanos lo ametrallaron y
mataron. Eran agentes de la Policía Judicial Federal. Ese mismo año en el
Distrito Federal sucedió otra ejecución: El Licenciado Jorge García Vargas era
Director del Instituto Nacional del Combate a las Drogas. Un día iba manejando
su pick-up. Fue tan descarada la ejecución que para informar el semanario ZETA
de Tijuana, presentó un titular en primera plana:
“Federales matan federales”.
José Luis Patiño fue
Director de Averiguaciones Previas de la PGR. Llegó en 1997 a Tijuana. Nada más
para investigar una emboscada y tiroteo de los Arellano. Orden del Presidente
Ernesto Zedillo. Por eso se “metió” a fondo. Tanto hasta espiar a los Arellano
cerca de sus casas en Estados Unidos. Los mafiosos nunca se lo imaginaron.
Llegó tan, pero tan cerca de ellos hasta encorajinarlos. No podían eliminarlo
en suelo estadounidense. Por eso llamaron a tres agentes de la policía federal
en Tijuana.
Y estos malvados esperaron a Patiño en la frontera. Un día pasó a
territorio mexicano con sus colaboradores Óscar Pompa Plaza y Rafael Torres.
Los siguieron. Secuestraron.
Fueron llevados a la sierra. Torturados. Sobre su
pecho pasaron la camioneta que traían. Nuevamente subidos al vehículo para
desbarrancarlo. Todos murieron.
No fue igual con Alfredo de la Torre. Era
Director de la Policía Municipal en Tijuana. En febrero 27 del 2000, domingo,
salió de su casa. Le dijo a su esposa: “Ahorita regreso para irnos a misa”.
En
el camino le tirotearon hasta matarlo. Todos eran policías municipales.
Actuaron por ordenes de “El Mayo” Zambada. De la Torre le negó protección.
Rubén Castillo Conde
llegó en su automóvil Grand Marquis color azul y último modelo. Se estacionó en
el centro comercial de la Avenida Justo Sierra en Mexicali. Cerquita del
“Blockbuster”.
Abril 2003. Comandante de la Agencia Federal de Investigación.
Fue atendiendo el llamado de un amigo. Allí estaba. Se acercó para platicar.
Castillo no se bajó. Ni cuenta se dio cuando otro policía llegó por atrás. Le
disparó y mató. Al publicar sus familiares la esquela en “Reforma” resaltaron:
“Víctima de sus compañeros corruptos”.
Pedro Madrigal Trejo
servía a la Policía Federal Preventiva. En el aeropuerto de la Ciudad de México
logró grandes decomisos. No le acompañaba ningún guarda-espaldas al salir de su
casa la semana pasada. Lo mataron a balazos. Periódicos, telediarios y
funcionarios informaron “venganza mafiosa”. No lo creo. Estoy seguro que fueron
policías. Por eso días antes se suicidó uno al ser descubierto. Así de tan
“metidos” están los mafiosos en la Procuraduría.
J.J. BLANCORNELAS
(SEMANARIO
ZETA/ DOBLEPLANA/ J. Jesús Blancornelas/ 04 de Agosto del 2014 a las 08:00:00)
Dobleplana
Policías matan policías
José Luis Patiño fue Director de Averiguaciones Previas de la PGR. Llegó en 1997 a Tijuana. Nada más para investigar una emboscada y tiroteo de los Arellano. Orden del Presidente Ernesto Zedillo. Por eso se “metió” a fondo. Tanto hasta espiar a los Arellano cerca de sus casas en Estados Unidos. Los mafiosos nunca se lo imaginaron. Llegó tan, pero tan cerca de ellos hasta encorajinarlos. No podían eliminarlo en suelo estadounidense. Por eso llamaron a tres agentes de la policía federal en Tijuana. Y estos malvados esperaron a Patiño en la frontera. Un día pasó a territorio mexicano con sus colaboradores Óscar Pompa Plaza y Rafael Torres. Los siguieron. Secuestraron. Fueron llevados a la sierra. Torturados. Sobre su pecho pasaron la camioneta que traían. Nuevamente subidos al vehículo para desbarrancarlo. Todos murieron. No fue igual con Alfredo de la Torre. Era Director de la Policía Municipal en Tijuana. En febrero 27 del 2000, domingo, salió de su casa. Le dijo a su esposa: “Ahorita regreso para irnos a misa”. En el camino le tirotearon hasta matarlo. Todos eran policías municipales. Actuaron por ordenes de “El Mayo” Zambada. De la Torre le negó protección.
Rubén Castillo Conde llegó en su automóvil Grand Marquis color azul y último modelo. Se estacionó en el centro comercial de la Avenida Justo Sierra en Mexicali. Cerquita del “Blockbuster”. Abril 2003. Comandante de la Agencia Federal de Investigación. Fue atendiendo el llamado de un amigo. Allí estaba. Se acercó para platicar. Castillo no se bajó. Ni cuenta se dio cuando otro policía llegó por atrás. Le disparó y mató. Al publicar sus familiares la esquela en “Reforma” resaltaron: “Víctima de sus compañeros corruptos”.
Pedro Madrigal Trejo servía a la Policía Federal Preventiva. En el aeropuerto de la Ciudad de México logró grandes decomisos. No le acompañaba ningún guarda-espaldas al salir de su casa la semana pasada. Lo mataron a balazos. Periódicos, telediarios y funcionarios informaron “venganza mafiosa”. No lo creo. Estoy seguro que fueron policías. Por eso días antes se suicidó uno al ser descubierto. Así de tan “metidos” están los mafiosos en la Procuraduría.
J.J. BLANCORNELAS
blancornelas@zetatijuana.com
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