CHIHUAHUA, Chih. (apro).- A los 19 años de edad “Elena”
(nombre ficticio) decidió romper el silencio y denunció al pastor
cristiano que la violó durante ocho años, a ella y a su hermana mayor.
Ambas fueron amenazadas con la “tormenta del infierno” si se negaban a
acceder a los deseos de José Manuel Herrera Lerma, quien forma parte de
la secta Sendero de Luz de la Asamblea Apostólica de la Fe en Cristo
Jesús, en la ciudad de Delicias, localizada al sur del estado.
A la edad de cinco y seis años, respectivamente, “Elena” y “Sandra”
(también nombre ficticio) llegaron a Delicias con su mamá, entonces
recién divorciada de otro pastor, luego de una larga vida de violencia.
Desde ese momento las niñas empezaron a recibir “doctrina” por parte de
Herrera Lerma, quien daba cobijo a madres solas con hijas.
José Manuel Herrera Lerma fue encontrado culpable por el delito de
violación agravada “por la manipulación religiosa ligada al fanatismo
como causa que impedía a las jóvenes resistir los múltiples actos de
violencia que se prolongaron hasta la mayoría de edad”, según las
abogadas que llevan el caso de las víctimas, Ericka Mendoza García e
Irma Villanueva Nájera.
De acuerdo con las afectadas, hay al menos otras 13 chicas de las que
el pastor abusó. Sin embargo, algunas que lograron salir de ese círculo
de fanatismo y abuso prefirieron no denunciar, y las que continúan ahí
lo defienden.
La psicóloga Socorro López Campos afirma que las niñas fueron
instruidas para la sumisión, obediencia y castigo. Y Herrera Lerma
utilizó la manipulación y tergiversó textos bíblicos cristianos. Incluso
en algún momento se convirtió en la figura paterna de “Elena”, su
hermana y otras niñas en la misma situación.
Precisa que el pastor “se aprovechaba de la vulnerabilidad en la que llegaban las mujeres maltratadas y con hijos”.
Había dos etapas de instrucción: la doctrina para niños y las Siervas de Dios, donde entraban las adolescentes.
Una vez que menstruaban, el pastor les indicaba que iniciarían sus
estudios más avanzados. Las niñas se emocionaban al escuchar eso porque
ello suponía avanzar un peldaño más en su espiritualidad.
Y la madre de las chicas era “obediente” y un gran elemento para la
secta. “Era como una santa porque pagaba su diezmo, daba servicio todo
el día”, indica a su vez Irma Villanueva.
Cuando iban a la doctrina, los niños permanecían en grupo, pero
cuando se trataba de las Siervas de Dios la instrucción era individual.
Así inició el contacto físico, el abuso sexual y las múltiples
violaciones contra cada una de las adolescentes. En los casos en que el
abusador llegaba a juntar a tres adolescentes, sólo les daba la doctrina
y no abusaba de ellas.
“Las agredía sexualmente con el pretexto de que tenía que educarlas, y
ellas debían aprender a tratar a un hombre para cuando estuvieran
casadas. Siempre manejaba un pacto de silencio con cada una y ni
siquiera entre ellas podían decir lo que sucedía cuando estaban con él”,
detalla Villanueva.
“Les decía que el semen era para curarlas de las enfermedades que
tenían. Él comenzaba a entrar en lenguas, en lenguaje extraño, y
temblaba”, refiere la defensora, basada en los testimonios de las
jóvenes.
Herrera Lerma se adjudicaba el título de “mensajero de dios” y les
decía que no pensaran mal de él como hombre, porque actuaba como tal.
“Ellas (las víctimas) refieren que quisieron salir en varias
ocasiones, principalmente la más chica, que fue más rebelde, pero él les
dijo que no lo hicieran y las amenazaba constantemente aprovechando el
temor que ellas sentían de irse al infierno junto con su familia”,
comenta la abogada.
Cuando “Elena” tenía 17 años consiguió trabajo en el Consejo Nacional
de Fomento Educativo (Conafe) y su hermana en un cibercafé.
“Comenzaron a tener otros contactos, ampliaron su círculo de
relación, porque antes sólo estaban ahí (en la secta). La menor comenzó a
reaccionar, le contó a una tía que vive en la ciudad de Chihuahua y
ella la canalizó con una terapeuta que le ayudó”, dice.
La misma terapeuta llevó a “Elena” al Centro de Atención Psicológica
del Ayuntamiento, donde conoció a otra psicóloga que colaboraba con el
Centro de Derechos Humanos de las Mujeres (Cedehm). Ambas solicitaron
apoyo para llevar el caso a un proceso penal.
“Fue muy difícil para ella (‘Elena’), porque primero tienen que
enfrentar la credibilidad de la víctima. Que las autoridades, que la
gente, entiendan porqué esperaron tantos años y porqué llegaron en esa
situación a la mayoría de edad. Cómo entender lo que pasaba en la
Iglesia porque este señor se aprovechaba de otras niñas, y hay sospecha
de que hasta de sus hijastras”, advierte Irma Villanueva.
Con las terapias “Elena” comenzó a elaborar su historia de vida y
abusos, lo que le permitió a las abogadas del Cedehm armar la denuncia,
siempre apoyadas por las terapeutas.
A finales de 2011 “Elena” llegó al Cedehm. Su hermana se negaba a denunciar por el temor de que también inculparan a su mamá.
“Ella (la mamá) está en proceso, está logrando salir, ahora refiere que vivía como en el limbo”, indica Villanueva.
El proceso penal
En enero de 2012, “Elena” y “Sandra” presentaron la denuncia penal, luego de que esta última estuvo segura de dar el paso.
Las abogadas del Cedehm solicitaron al juzgado una sola audiencia con
un equipo multidisciplinario para que las hermanas ratificaran su
denuncia. En ese equipo estaba el agente del Ministerio Público, una
psicóloga y un médico, quienes las interrogaron para que el perito
tomara la información correspondiente.
En febrero siguiente el juez de garantía giró la orden de aprehensión contra el pastor y le dictó prisión preventiva.
El pasado lunes 14 el Tribunal de Juicio Oral determinó que Herrera
es culpable y mañana se conocerá la sentencia definitiva, luego de que
las abogadas y la defensa emitan sus alegatos para convencer a los
jueces sobre la sentencia que debería recibir el acusado.
El equipo de terapeutas que ha apoyado a las jóvenes lo conforman
Rosa María Castañeda Castillo, del Cedehm, así como Rossina Uranga Barri
y Alberto Rodríguez Cervantes. El trabajo que han seguido con las
chicas es para evidenciar la extrema violencia de género que sufrieron,
en un contexto religioso y cultural rígido, y malversado con técnicas de
teatralidad, supuesta sanción y uso de lenguas para impresionar a los
adeptos de la secta, a fin de que se tomen en cuenta las causas y
efectos de los hechos en el ámbito universitario, familiar y personal de
las afectadas.
La defensa de Herrera Lerma intentó acreditar su estrategia,
consistente en la supuesta falsedad de los hechos por la imposibilidad
física (disfunción eréctil) que supuestamente padece el pastor.
Las abogadas aportaron pruebas periciales médicas, testimoniales de
expertos en medicina y utilizaron el testimonio de la esposa del pastor,
así como una prueba documental del expediente clínico, para acreditar
el dicho de las jóvenes.
“Nos encontramos en presencia de un caso emblemático, donde se
juzgaron las deleznables e injustificables conductas desplegadas por
José Manuel Herrera Lerma. No se trata de un caso aislado, pero sí
trasciende el hecho de ser de los pocos que se denuncian y, hasta donde
tenemos información, es el primer caso de esta naturaleza que es
sometido a juicio en el país y condenado”, concluye Ericka Mendoza.
/ 17 de julio de 2014)
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