El mandatario —un abogado de derecha con profundas raíces
católicas— admite haber estudiado los casos de Bogotá y México en el
diseño de su ofensiva contra la delincuencia.
Tegucigalpa, Honduras.- El efecto corrosivo del narcotráfico y la violencia desatada por el
crimen organizado están detrás de la más grande oleada migratoria que
jamás haya visto Honduras, sentenció el presidente hondureño, Juan
Orlando Hernández, quien advirtió que se ha detectado a redes criminales
detrás de la migración de miles de menores de edad a Estados Unidos vía
México.
“Cuando investigamos el fenómeno de la migración, particularmente de los niños, llegamos a los famosos coyotes que son parte de esta red de crimen organizado que está ligada también a los cárteles
de la droga”, dijo en entrevista con MILENIO, en la que alertó que
buena parte de la violencia que ha hecho de Honduras el país más
peligroso del mundo está vinculada a las organizaciones del narco que buscan hacer de su territorio un punto de cruce de la cocaína que va de Sudamérica a Estados Unidos.
Miles
de niños hondureños están aún en ruta al norte y otros tantos en camino
de ser deportados de vuelta al sur, muchos de ellos expulsados de San
Pedro Sula, la ciudad más violenta del planeta y cuyas tasas de
homicidio –130 por cada 100 mil habitantes en 2013—hacen palidecer a
Ciudad Juárez en sus peores épocas. Un éxodo en el que Hernández no duda
en ubicar buena parte del peso de la culpa en la violencia que han
traído los cárteles mexicanos y colombianos.
“Nunca antes
en la historia Honduras había perdido tantas vidas y habíamos tenido
este fenómeno de migración debido a la lucha contra las drogas”, dijo.
“Lo que ocurre es un fenómeno migratorio entre falta de oportunidades y
problemas de inseguridad y todo esto tiene que ver con el paso de la
droga por Honduras: el 80, 85 por ciento de la violencia (en el país) se
origina del paso de la droga. No sólo son actos de violencia mínimos”.
La
historia parecerá similar a muchos en México: un presidente arriba al
poder después de elecciones particularmente duras y cuestionadas. Su
gobierno inicia con una campaña frontal de combate al crimen organizado y
la creación de nuevos cuerpos de seguridad. Urgido de aliados, el
Ejecutivo hace del Ejército el puntal de sus políticas públicas y lanza
una limpieza de las instituciones que desnuda alarmantes grados de
corrupción y complicidades. La batalla contra los grupos delincuenciales
se recrudece. Los muertos escalan mes a mes...
Las similitudes
no son coincidentes, de hecho, son intencionales. Hernández, un abogado
de derecha con profundas raíces católicas, admite haber estudiado los
casos de Colombia y México en el diseño de su ofensiva contra la
delincuencia, cuya génesis puede resumirse con su principal promesa de
campaña: “En cada esquina de Honduras debe haber un militar”.
La
promesa, con todo lo que eso significa, va en proceso de cumplirse. Con
una deuda externa cada vez más pesada que limita su capacidad de
reacción y bajo fuertes presiones de Estados Unidos en distintos
frentes, el gobierno hondureño ha echado mano de su Ejército para todo
tipo de tareas, desplegándole hasta el punto de quiebre. Hoy militares
encaran la explosiva mezcla de creciente inseguridad urbana. Enfrentan a
las maras. Deben confrontar a los cárteles mexicanos y
colombianos. Venden frijoles en las esquinas, para combatir la carestía.
Administran hospitales públicos, ante el descrédito civil.
Y por
si fuera poco, atienden la crisis derivada del éxodo de miles de
personas al norte: Unidades de élite que responden directamente al
despacho presidencial han sido desplegadas en la frontera con Guatemala
en la “Operación Rescate de Ángeles”, diseñada para eliminar a las
bandas de coyotes que cruzan personas de sur a norte.
En
entrevista con este diario, Hernández aborda las raíces detrás del que
parece ser el más grande reto que haya enfrentado su joven
administración. Habla desde su despacho presidencial en Tegucigalpa, una
sala que en su geometría se parece a la oficina Oval de la Casa Blanca.
Le llaman el Altar Q y aquí, en medio de libros de autosuperación,
pinturas históricas, enciclopedias y una placa que le designa como el
policía 0000, aventura:
“Primero Dios, vamos a salir bien”.
--¿Qué papel están jugando los carteles mexicanos en la desestabilización de Honduras?
Una
vez que México empezó su lucha fuerte contra el narcotráfico y antes lo
hizo Colombia, se produjo el fenómeno de que muchos de estos
narcotraficantes migraron a Centroamérica. Porque el tema es cómo ellos
mueven la droga de los países que la producen en el sur, hacia el gran
consumidor, que es Estados Unidos. Y nosotros estamos en el medio, en el
paso. Eso nos genera una ola delincuencial que nunca antes había tenido
Centroamérica, Honduras de igual manera. Nunca habíamos perdido tantas
vidas como en la década y media pasada. Estamos enfrentando el problema
con todo lo que tenemos los hondureños, yo recientemente inicié mi
periodo pero ese fue uno de mis compromisos. Y de igual forma debo hacer
el llamado a los países productores y consumidores a asumir el
principio de la responsabilidad compartida y diferenciada al mismo
tiempo. Este no es un problema solamente de El Salvador, Guatemala,
Honduras. Es un problema que se origina por la demanda de narcóticos de
EU.
--Es un gran negocio.
Es un gran negocio. Y cuando investigamos el fenómeno de la migración, particularmente de los niños, llegamos a los famosos coyotes que son parte de esta red de crimen organizado que está ligada también a los cárteles
de la droga. Recientemente tomé la decisión de clausurar la anterior
oficina de migración para crear un nuevo instituto y nos dimos cuenta de
que estaba permeado en la mayoría de sus agentes y policías de
fronteras. Parte de lo que encontramos es cómo el crimen organizado se
colude. Encontramos una persona que estaba tramitando 86 pasaportes de
menores, entonces eso es crimen organizado. Estamos apresando a varios coyotes, están en la cárcel, miramos como tienen vínculos con otras personas de otros países. Este es un fenómeno trasnacional.
--Dentro
de este fenómeno internacional, hay un vínculo mexicano. Sobre todo
porque las redes de ‘coyotes’ en México son muy fuertes. ¿Qué mano
mexicana han detectado en esta crisis?
Yo diría que eso
está a lo largo de todo lo que es Mesoamérica. Pero el principal motivo
es por qué se van a Estados Unidos, bien por busca de oportunidades,
bien por la ola delincuencial o una mezcla de ambos. Por eso creo que
este es un tema que tenemos que abordar todos. Hace poco en Panamá
conversé con el canciller (José Antonio) Meade, y quedamos en que era
oportuno una reunión entre nuestros cancilleres y cónsules en México.
--¿Qué papel está jugando la violencia en esta emergencia social? ¿Es el pilar central de la migración masiva?
Fundamentalmente
lo es. La violencia genera reducción de oportunidades, en términos de
ingresos, genera terror y temor. Y si los padres ya están en Estados
Unidos, y dicen ‘cómo voy a dejar a mi hijo allá, miro cómo lo traigo’.
Lo que a veces no se valora es el enorme riesgo que los niños sufren al
momento de ir en esa ruta. Hay muchos niños que se quedan esclavizados
en Guatemala, en México, en Estados Unidos. A la mayoría de las
muchachitas que van en camino, los coyotes les dan anticonceptivos porque abusan de ellas en el camino. No es justo someter a un hijo a eso.
Si
bien ya están regresando miles de niños deportados, finalmente las
condiciones que los llevaron a migrar, a dejar el país, ahí siguen. No
han cambiado. ¿No volverán a irse?
Por eso aprovecho esta
oportunidad para decirle al gobierno americano, al presidente Obama, al
Congreso americano, a nuestros amigos mexicanos, nuestros amigos
centroamericanos que el abordaje tiene que ser integral, tenemos que
atender a los niños que están allá, pero el abordaje tiene que ser en su
conjunto para atender la raíz del problema. Honduras está destinando
cantidad de recursos en la lucha contra la delincuencia pero también en
un programa agresivo de prevención, con iglesias, fundaciones,
asociaciones juveniles pero nuestros recursos no son suficientes. Por lo
tanto, el principio de responsabilidad compartida pero diferenciada
obliga a los países que generan esta migración por causa de la violencia
a acompañar a los países que estamos sufriendo esta tragedia.
--¿Cómo puede ayudar México?
México
puede ayudar en cuanto a facilitar el apoyo de las acciones que tenemos
en nuestros consulados, de igual manera tener una vigilancia sobre las
redes de coyotes y del crimen organizado, como lo estamos
haciendo acá. Nunca antes habíamos capturado tanta gente entre agentes
de migración, estamos detrás de policías de fronteras, estamos ya
capturando coyotes. En ese sentido, México en esta lucha por identificar a los cárteles de coyotes
si lo podemos decir, a estos grupos del crimen organizado, sería de
gran ayuda que estableciera controles cada cierto tiempo o espacio en la
ruta del migrante.
--Su gobierno promete encarar al
crimen organizado con todo. ¿No le preocupa que le pase lo mismo que a
México, con miles de muertos?
Estudié yo el caso mexicano
y el caso colombiano. Buscamos las lecciones aprendidas, pero hay algo
aquí que fue igual en todos lados: siempre hay un nivel de reacción.
Siempre. En el caso de Honduras el problema es que no tenemos el apoyo
que tuvo México o Colombia de parte de Estados Unidos. Estamos en esa
lucha de hacerles ver a ellos esa responsabilidad que tenemos. Pero los
primeros pasos que hemos dado han sido en firme.
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