Hidalgo, Texas— Unos
agentes fronterizos condujeron durante un reciente anochecer sus patrullas por
este tramo de tierra situada a la ribera del Río Bravo.
Aquí, en un lugar
conocido como el Rincón del Diablo, los “polleros” han decidido traer a suelo
estadounidense a miles de mujeres y niños desde México.
Tras unos cuantos
minutos reconociendo los caminos de terracería, los agentes arribaron hasta un
grupo de migrantes indocumentados, reunidos en pequeños grupos en el pasto que
hay bajo las palmas, en busca de un respiro del abrasador calor. No intentaron
huir al acercarse la Patrulla Fronteriza.
Al ser interrogado
por los agentes, un menor hondureño dijo llamarse Alejandro y tener ocho años
de edad.
“¿Con quién
vienes?”, preguntó en español Raúl L. Ortiz, agente de la Patrulla Fronteriza
en el valle del Río Bravo.
“Solo”, contestó
Alejandro, mirando al hombre de uniforme verde olivo y sacando un acta de
nacimiento, cuidadosamente doblada, de sus pantalones de mezclilla –único
artículo que portaba.
“¿Dónde están tus
papás, Alex”?, preguntó Ortiz, usando el diminutivo para tranquilizar al niño.
“En San Antonio”,
dijo.
Pero el menor no
tenía ningún domicilio de su familia en la ciudad texana ubicada 400 kilómetros
al norte, ni el de una tía en Maryland, que pensaba se hallaba igual de cerca.
Los agentes le dieron agua y el niño sonrió agradecido, sin saber que
probablemente su travesía, en la cual ya llevaba tres semanas, sería mucho más
prolongada.
Las familias y los
menores se han vuelto un negocio de altas utilidades y bajo riesgo para los
líderes de los cárteles mexicanos de la droga que, dijo Ortiz, se han apoderado
del control del tráfico humano en el Río Bravo. Ahora ofrecen paquetes
familiares, señalaron migrantes, cobrando hasta 7 mil 500 dólares por traer
desde América Central hasta el lado estadounidense del río a un menor solo o a
una madre con hijos.
A los “polleros” les
gusta usar para cruzar a sus clientes esta zona de matorrales infestada de
serpientes y plagada de espinas. Refugio federal de especies silvestres, el
lugar se encuentra río abajo desde la presa Anzaldúas, donde el río frena y se
estrecha, facilitando cruzarlo a remo. En la ribera se encuentran esparcidos
tenis gastados, biberones rotos y salvavidas carcomidos, desperdicios dejados
por los migrantes que lograron cruzar y siguieron adelante. En menos de dos
horas durante una noche de la semana pasada, los agentes de la Patrulla
Fronteriza encontraron a 37 migrantes caminando aquí por rutas de terracería.
Alejandro dijo haber
sido traído por “Santiago el pollero”. Probablemente estuviera viajando con el
menor otro migrante del grupo, un vecino o primo, dijo Ortiz. Cuando regresaran
a la estación de la Patrulla Fronteriza, los agentes tendrían que determinar
quién era el otro.
Más de 52 mil
menores que viajan sin sus padres han sido detenidos a partir de octubre por
cruzar sin documentos la frontera surponiente, incluyendo la cifra récord de
nueve mil tan sólo en mayo.
El drástico aumento
migratorio incluye asimismo 39 mil adultos con hijos detenidos desde octubre,
también cantidad sin precedentes. Las autoridades esperan aprehender durante el
presente año fiscal a más de 240 mil migrantes indocumentados, alrededor del 75
por ciento de ellos centroamericanos, en el valle del Río Bravo. Pero muchos,
sobre todo los de menor edad, están llegando para reunirse con sus familias,
con la esperanza de encontrarse con sus padres o con parientes cercanos que
radican en este país, a menudo sin papeles.
“Obviamente existen
una multitud de razones que motivan a las personas a cruzar”, señaló Ortiz.
“Pero tratar de reunirse con un familiar que pudiera ya estar aquí
probablemente sea una de las principales”.
Ortiz observó a los
agentes ingeniárselas para sacar información a los nuevos detenidos. Los
migrantes contestaban, algunos de manera aprensiva, otros dando la apariencia
de quitarse un peso de encima, ninguno intentó resistir.
Un menor hondureño
de 14 años dijo “mis papás se murieron”. Había una tía en Nueva Orleans a quien
él deseaba localizar.
Una guatemalteca de
19 años traía a su hijo de dos años, cuyo padre dijo se hallaba en Indiana.
Habiéndose perdido a mediodía, la mujer estaba tambaleándose deshidratada. Tomó
sin parar el agua que los agentes le ofrecieron.
Cada vez son más los
mujeres y niños detenidos al cruzar sin documentos que han logrado permanecer
en Estados Unidos. Las autoridades fronterizas deben turnar en un lapso de 72
horas a los menores sin compañía de adultos al Departamento de Servicios
Humanos y de Salud, el cual supervisa los centros de detención y se dedica a
localizar a los padres o tutores que se encuentren en Estados Unidos. Luego de
que este mes el presidente Barack Obama declarara una crisis humanitaria, en
tres bases militares se abrieron albergues para menores.
Los funcionarios han
estado dejando libres a la mayoría de las mujeres detenidas con niños, pero la
semana pasada funcionarios de la Casa Blanca anunciaron que empezarían a
detener o monitorear a más de tales familias en un intento por desalentar la
llegada de otras.
La mayoría de los
días, en este sitio los migrantes cruzan al amanecer o al atardecer. Los
polleros acercan ‘vans’ del lado mexicano, enviando a los migrantes en balsas
inflables, a veces realizando tres o cuatro viajes por hora.
Los guías saben que
existen pocas posibilidades de ser detenidos por la Patrulla Fronteriza en el
río que delimita la frontera internacional.
“Muchas veces nos
conviene más a nosotros y les conviene más a las personas que vienen en la
balsa no intentar necesariamente sacarlos de la balsa”, dijo Enrique Romero, un
agente de la Patrulla Fronteriza, permaneciendo de pie junto al río viendo a
los exploradores enviados por los polleros que lo vieron desde la ribera
lejana. “Uno arriesga sus vidas”.
Mientras que a los
hombres les indican que corran, a las mujeres y los niños los polleros les dan
instrucciones de buscar a la Patrulla Fronteriza y entregarse. Les dicen,
falsamente, que así obtendrán el permiso.
Al principio los
agentes se mostraron cautos con los migrantes, alertas ante la presencia de
pandilleros o personas transportando droga. Pero pronto Ortiz estaba jugando
con los menores. Un niño, de cuatro años, le jaló las orejas para hacer reír a
los agentes.
Esta semana el
secretario de Seguridad Interna, Jeh C. Johnson, envió una carta abierta
advirtiendo a los padres centroamericanos que están considerando mandar a sus
hijos. “En manos de los polleros, muchos niños son traumatizados o maltratados
sicológicamente o vendidos para la trata de blancas”, escribió. “Al final no
hay permisos ni pases gratis”.
En la frontera, los
agentes entrenados para detener traficantes de droga e inmigrantes
indocumentados adultos están adaptándose a los nuevos migrantes.
“Somos agentes del
orden público, pero muchos de nosotros somos padres o tenemos familiares
jóvenes”, dijo Ortiz. “Tratamos de asegurarnos de que ellos se den cuenta de
que, saben qué, las cosas van a estar bien. Aquí tienes algo de protección y
seguridad”.
(EL DIARIO,
EDICION JUAREZ/ Julia Preston/ New York Times News Service / 25 DE JUNIO 2014|
23:16 PM)
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