MADRID (Proceso).- El boletín enviado por Pemex el
martes 3 a la Comisión Nacional del Mercado de Valores de España
permitió saber que la paraestatal ponía en venta 7.86 del 9.3% de sus
acciones en Repsol, luego de que las directivas de ambas empresas
mantuvieran una guerra declarada por sus discrepancias sobre la
conducción de la petrolera española.
Ni el gobierno de Enrique
Peña Nieto ni el director general de Pemex informaron antes en México
sobre esta decisión final, que era cortar definitivamente con Repsol
luego de 25 años de asociación.
No lo hizo Pemex hasta el miércoles 4, cuando señaló: “La
decisión de desinvertir en Repsol obedece a la baja rentabilidad de las
acciones obtenida por la actual administración frente a otras
petroleras, a nuestras diferencias con sus prácticas de gobierno
corporativo y a que no se materializaron los beneficios mutuos que Pemex
esperaba de la alianza industrial firmada con Repsol hace más de dos
años”.
En un comunicado también plantea: “Tras la aprobación de
la legislación secundaria derivada de la reforma energética (la
desinversión) permitirá una mejor asignación de recursos financieros en
proyectos e inversiones con mayores expectativas de rentabilidad y de
generación de valor económico para México”.
Pero información divulgada por la prensa española arroja
que en la parte final hubo una negociación entre Peña Nieto y Mariano
Rajoy para zanjar el conflicto mediante la venta de las acciones, para
“no provocar un terremoto en las relaciones entre ambos países a pocos
días de la visita a España del presidente de México”, publicó El
Confidencial Digital el jueves 5.
Añade: “Rajoy decidió que había que poner punto y final al
conflicto entre Pemex y Repsol antes de que el presidente de México
aterrizara en España” y puso a trabajar a la diplomacia de Exteriores
con la intervención del secretario de Estado de Cooperación
Internacional y para Iberoamérica, Jesús Gracia-Aldaz, y el canciller
mexicano, José Antonio Meade.
“Una vez encauzado el acuerdo, el presidente cerró personalmente los últimos flecos por teléfono con Peña Nieto”, apunta.
Un hito para Repsol
Esa histórica “alianza estratégica” entre Pemex y el
sector de la energía española se inició a mediados de los setenta, al
comenzar la transición política, cuando Juan Carlos de Borbón intercedió
ante el gobierno de José López Portillo para que, dentro del
restablecimiento de relaciones diplomáticas y dado el auge económico
derivado de las abultadas reservas petroleras de México, invirtiera en
España en hidrocarburos (Proceso 1640).
Entonces Pemex se convirtió en el principal accionista de
Petróleos del Norte (Petronor), con 34.32%. Se dijo que para Pemex esta
inversión era la puerta de entrada al mercado europeo.
En junio de 1987 España promulgó una ley para reorganizar
su política energética nacional, dándole prioridad al crecimiento de
Repsol, que el gobierno español constituyó un año antes y dependía del
Instituto Nacional de Hidrocarburos (INH).
Ese año, ya en el gobierno de Miguel de la Madrid, Pemex
propuso sacar al mercado bursátil un paquete de 15% de acciones de
Petronor a fin de capitalizarse e iniciar su expansión a Francia. Pero
los directivos del INH y de Repsol convencieron a los principales socios
de Petronor, el banco BBVA y Pemex, para que les vendieran sus
acciones, incluida la refinería de Bilbao.
A cambio los dos socios recibieron participaciones en
Repsol, lo que los volvió socios fundadores. Pemex (con 2.9% del
capital) devino “socio industrial”.
Según la investigadora argentina María Paula Iza “uno de
los hitos” para la consolidación y expansión mundial de Repsol fue la
firma del “acuerdo estratégico” con Pemex y el INH.
“Piedra en el zapato”
En todos los años que Pemex se mantuvo con 4.9% del
capital de Repsol, la paraestatal fue considerada un socio confiable y
parte del “núcleo duro” de la petrolera hispana.
Incluso la llegada de Antonio Brufau a la presidencia de Repsol en 2004 fue gracias al impulso de La Caixa y Pemex.
En noviembre de 2008, ante la amenaza de que la petrolera
estatal rusa Lukoil entrara al capital de Repsol, al comprar las
acciones de la constructora Sacyr, Brufau dijo aceptar sólo la
participación de la paraestatal mexicana. “Salvo en el caso de Pemex,
que por razones históricas está en la empresa, y su participación ha
sido positiva y fructífera en el pasado y en el presente de Repsol”,
difundió Notimex.
En agosto de 2011 –en la recta final del gobierno de
Felipe Calderón, quizá el presidente mexicano que más contratos dio a
Repsol– Pemex se asoció con la constructora Sacyr-Vallehermoso para
sindicar sus votos y pedir que Brufau mejorara sus prácticas
empresariales, una tan elemental en las empresa globales como no ocupar
al mismo tiempo la presidencia y la posición de consejero delegado de la
compañía.
Desde entonces, la guerra entre ambas compañías vivió
altibajos. Hubo una escalada que, en el gobierno de Peña Nieto, incluso
se hizo personal entre Brufau y Emilio Lozoya, director de Pemex,
explica una fuente.
En la Junta General de Accionistas del pasado 28 de marzo,
Antonio Brufau señaló que Pemex “es una china en el zapato” (es decir
“una piedra en el zapato”). En esa reunión, 38.13% de los accionistas,
incluido Pemex, votaron contra el blindaje que Brufau hizo de su
presidencia, aunque lo manejó como una protección al negocio de la
petrolera.
Julio Poulat, representante de Pemex, aclaró que contra lo
publicado por la prensa española, la paraestatal “no tiene intención de
promover ni secundar ninguna separación ni segregación entre las
actividades de exploración y producción (upstream) y de refino y
comercialización (downstream) de Repsol. Al contrario, Pemex cree que en
la situación actual la integración de ambas actividades es el modelo de
negocios más adecuado para los intereses de Repsol”.
Criticó esa polémica por “artificial” y también advirtió
que Repsol no debe quedar “encorsetado” con ese blindaje promovido por
Brufau.
Esa modificación estatutaria, señaló, constituía un
“obstáculo muy difícil de superar para una adecuada gestión futura de la
compañía”; además, dijo, “constituye un blindaje que destruye valor
para todos los accionistas y pone el futuro de la empresa en manos de
una minoría de bloqueo”.
El representante de Pemex le advirtió a la junta de
accionistas: “No existe ninguna compañía comparable del sector que tenga
en sus estatutos una restricción semejante” que colocaría a Repsol en
“desventaja competitiva”.
Desde 2011 la paraestatal mexicana ha sido objeto de
campañas en los medios españoles, con informaciones alineadas a los
intereses de la petrolera hispana y criticando las supuestas intenciones
de Pemex de quebrar la “españolidad” de Repsol.
Una fuente del sector de los medios advierte que las
dificultades económicas de la prensa española y el desplome de la
publicidad los está obligando a refugiarse en los anunciantes que quedan
y Repsol es uno de ellos.
“No se extrañen que se publique información que está en sintonía con los intereses de los anunciantes”, añade.
Y uno de esos anunciantes es Repsol que, según el informe
de Infoadex –sociedad dedicada al seguimiento de la publicidad en
España– ocupó la posición 27 en el ranking con una inversión de 20.7
millones de euros en 2013.
Así, la misma prensa española que con una mano golpea a
Pemex sumándose a la defensa de “la españolidad” de Repsol, con la otra
mano califica la de Peña Nieto como “una visita cargada de futuro”, como
tituló El País el 6 de abril pasado, en la que recalca el objetivo de
“estrechar vínculos económicos”.
(PROCESO/ Alejandro Gutiérrez/ 12 de junio de 2014)
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