La comisaria de León, María Marcos, iba recibiendo al minuto por las cadenas de radio lo que estaban haciendo sus policías por la calle, desde la detención de las mujeres hasta su identidad y parentesco; su enfado por las filtraciones era monumental.
Pocos minutos después del asesinato de Isabel Carrasco
varios policías irrumpieron en un piso de la calle Cruz Roja.
Los
agentes dejaron atrás un folio de la administración de fincas Reymen,
situada en la calle del Buen Suceso, que anunciaba el nombre de la
presidenta de la comunidad: Montserrat Triana Martínez.
Subieron al
cuarto piso y se encontraron con un portón de metal cerrado a cal y
canto en el que había un letrero que ponía «Oficinas». Una vez dentro se
encontraron con una puerta con una rama de muérdago colgada.
El piso de Montserrat es un apartamento de unos 65 metros cuadrados
que está catalogado a efectos de IBI como trastero. Ella maldecía
haberlo comprado con esa triquiñuela urbanística por la dificultad que
tendría ahora para venderlo. Ocupó esa vivienda en 2007.
La construcción
se terminó poco antes de la crisis y costó vender los pisos, al punto
de que una vecina que vivió sola durante un tiempo celebró la llegada de
nuevos inquilinos como si de Livingstone se tratase.
La gestión de la presidenta Triana Martínez fue polémica. Un vecino las tuvo tiesas con ella por no darle las llaves de los espacios comunes.
A raíz de ese enfrentamiento, este hombre iría tiempo después a la
Comisaría a protestar por el olor a marihuana que salía del trastero de
la chica.
A las juntas no acudía casi nadie y siempre terminaban ella y
la representante de la administración de fincas despachando puntos
triviales. Su presidencia terminó hace tres meses. Salía del portal con
ropa de marca, sin estridencias, con enormes gafas de sol y cascos en
las orejas.
En el barrio la recuerdan por su Mercedes biplaza gris y
descapotable. Le entusiasmaban los automóviles. Uno de
sus amigos de Carrizo de la Ribera, el pueblo de su madre, donde se
juntaba una pandilla de esa localidad y la vecina, Villanueva del
Carrizo, recuerda que antes de ese Mercedes había tenido otro, que
terminó en manos de su padre cuando se fue a Alemania a por el nuevo.
Triana bajaba los coches a buen precio. Conocía el país porque hizo el
proyecto de fin de carrera en Ulm, una ciudad del sur bañada por el
Danubio, donde nació Albert Einstein.
Padecía una escoliosis, desviación de la columna, que requirió cirugía de niña. Andaba con corsé
Uno de los bares en los que más paraba era el Naguare. Solía sentarse
en la terraza. De las dos, su madre y ella, Triana era la que sonreía y
conversaba con los camareros.
No así Montserrat González, callada y
detrás de ella, con gesto apocado. Triana tenía un punto fantasioso. Se
refería a personajes poderosos del PP de Castilla y León con sus nombres
de pila como si acabase de estar con ellos.
De la política no hablaba en Carrizo.
Allí iba la familia a pasar los veranos cuando vivían en Gijón. Triana
hizo grupo con seis amigos. Los días transcurrían entre la piscina,
alguna cerveza y cafés.
De noche viajaban por la comarca a disfrutar de
las fiestas de cada pueblo. Triana no solía pasar de una caña y jamás
fumó un cigarro. Tampoco se supo de ninguna pareja suya. Cuando tenía
exámenes dejaba las veladas y se iba para su casa.
Soñaba con hacer carrera política. Consiguió entrar
en la Diputación presidida por Javier García Prieto, un político
apreciado en la ciudad, amigo de francachelas y tertulias, con el que
las inauguraciones por el rural terminaban a veces siendo veladas
indescifrables.
La plaza fue hecha ad hoc para que la ocupase a causa de
la implantación de la TDT en el rural, trabajo que se adecuaba a la
ingeniería de Telecomunicaciones que hizo en Santander.
Al mismo tiempo,
a Triana le encontraron un sitio en el número siete de la candidatura
de Astorga, la ciudad a la que se había mudado su padre, Pablo Antonio
Martínez, para ejercer de inspector jefe de policía tras etapas en
Avilés, Gandía y veinte años en Gijón.
El piso que la familia aún tiene en Asturias está en Marqués de Casa
Valdés, segunda línea de playa. A él ha vuelto, diez años después de
dejarlo para regresar a la tierra en la que pensaba retirarse, el
inspector Pablo Martínez. Los investigadores pasaron esta semana por el
inmueble.
En la ciudad vivió Triana veinte años, toda su infancia y
adolescencia. Estudió EGB y bachillerato en un colegio católico, La
Asunción, propiedad de una familia religiosa fundada por la monja María
Eugenia Milleret.
Fue en esa época cuando se le detectó una escoliosis,
desviación de la columna que se le acentuó de niña, cuando pasó por el
quirófano para tratar de corregirla.
Un amigo la recuerda hasta no hace
mucho con el corsé habitual para este tipo de tratamientos; un ceñidor
que le mantenía la espalda recta, erguida, y le daba una cierta imagen
senatorial.
Es muy delgada: no perdió 15 kilos a causa de ninguna
depresión, como se dijo, porque no tenía ni de donde sacarlos.
Sus
amigos rechazan hablar de ella pero coinciden: era una niña muy dulce.
Quizá presionada por su madre en los estudios, quizá no mayor presión
que la de cualquier madre.
En cualquier caso, de su vida más íntima
nunca hablaba: era extremadamente reservada en asuntos familiares y
amorosos.
En 2005, Triana se presentó a una oposición a ingeniera de la Junta;
su nombre apareció en el listado provisional de admitidos y no fue más
allá. El último día de 2006 la Diputación creó la plaza que ocuparía
ella.
Cinco meses más tarde hubo cambio en la presidencia: entró Isabel
Carrasco. Laminó todo lo que olía a su antecesor, al que profesaba tal
animadversión que un antiguo ocupante de la planta noble cuenta que en
la galería de retratos de presidentes de la Diputación no estaba el
popular García Prieto.
Triana se incorporó a su puesto cuatro días
después de que las elecciones municipales garantizasen a Carrasco el
mando de la Diputación. Un ex alto cargo sitúa el origen de las
diferencias en el mismo momento que otros dos trabajadores del edificio
de la Plaza San Marcelo: un contrato de adjudicación.
Triana trabajaba en el Servicio de Asistencia a Municipios y
Cooperación. En la elaboración de un contrato, Carrasco le dijo a Triana
que había que inclinarlo hacia una empresa (la misma en la que tiempo
después Carrasco colocaría a su novio, que trabajaba en la sección de
discos de El Corte Inglés).
Triana se negó y la presidenta le colocó la
cruz. «Eran cruces muy pesadas. Te dejaban sin trabajo, te impedían buscarlo y lo mismo hacía con tus familiares.
Lo sé por experiencia. Te decían:
'Yo te contrataría, pero nos quedamos
sin la Diputación'. Con Triana no se conformó con sacarla de en medio:
cuando la tuvo fuera, se abalanzó sobre ella», dice un histórico del PP
fuera del partido por enfrentarse a Carrasco.
Para la plaza de Triana se convocó concurso en 2009 y en él Triana sacó una nota bajísima, 2,275, muy lejos de la mínima, un 5.
Las personas entrevistadas para este artículo coinciden en que era un «coco».
Una versión dice que daba por hecho que la plaza que llevaba ocupando
tres años era suya, que no preparó el examen y que incluso exigió antes
las preguntas.
El puesto fue a parar a un hombre de Valladolid que la
abandonó a los pocos meses y se dio por amortizado. Esto ocurrió en
2011.
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Con
Triana fuera de la Diputación, Carrasco firmó un decreto el 17 de
octubre de ese año para reclamarle 11.046 euros cobrados supuestamente
de forma indebida.
Triana interpuso un recurso. Primero le dieron la
razón porque el juez consideró que la Diputación tenía que reclamar por
otra vía, que es la declaración de lesividad.
La Diputación se apresuró a
hacerlo: la Junta de Gobierno llevó el 28 de junio de 2013 a Triana a
su orden del día y ordenó declarar lesivos para sus intereses la
retribución que se llevó la chica, que tenía plus de exclusividad pero hacía negocio como autónoma
con el TDT.
Fuentes provinciales afirman que sin embargo tenía cláusula
de compatibilidad, algo que tendrá que dilucidar la sentencia prevista
para julio de este año. Cuando la Diputación recurrió, Montserrat y su
hija ya llevaban muchos meses queriendo matar a Carrasco
Quiso ir en las listas de 2011 y en Astorga se le anunció el veto.
Salió fuera de la provincia con su negocio porque decía que en León ya
no podía encontrar nada; le había caído una maldición que en algún momento hizo mella.
De forma tan exagerada que la mujer y la hija de un veterano inspector
jefe decidieron en algún momento de su vida, sólo un año después de que
la chica perdiese el empleo y sin saber si tendría que devolver el
dinero que le reclamaban, buscar pistolas por su cuenta, aprender por
internet cómo usarlas y trazar un plan con el que matar a Isabel
Carrasco.
Tres años queriendo asesinarla y cinco ocasiones en las que
volver a casa frustradas sin que ninguna de las dos frenase a la otra
por una plaza de funcionaria, un puesto en las listas del PP de Astorga y
la prohibición, a una ingeniera de telecomunicaciones, de no trabajar
en León.
«Hay que vivir aquí, hay que haber planeado tu vida aquí. No
todos queremos salir a Madrid o vivir en Londres», dice un agente.
En sus últimos tiempos Triana salía a vender fuera de León sistemas de automatización de edificios. Consiguió un contrato de 10.285 euros del Parlamento de Navarra para asistencia técnica en instalaciones. Cuando
el lunes a las 16.55 salió de casa con su madre a matar a Isabel
Carrasco las dos llevaban tres años siendo asesinas en potencia, algo
que no interfirió en su vida social de cafés y trabajos esporádicos.
Desvalida en el calabozo, sin ropa interior para que no se suicidase,
fue llevada a que la viese su madre a través de un cristal sin poder
hablar con ella: Montserrat González se derrumbó. Tras esto llevaron a
la chica a su piso y allí dijo dónde estaba la segunda pistola.
«¿Quién
os abrió este portón?», preguntó. No duraron más de media hora. Su amiga
Raquel Gago sería detenida después. Como el Ayuntamiento sufrió un
incendio hace años, la ficha de Raquel está quemada por los bordes
dándole un aire peliculero de viejo cartel del Oeste.
Hace tres meses Triana salió corriendo de un bar de la calle Ancha
para parar a un conocido. La conversación derivó hacia el único tema del
que ya sólo hablaba: Isabel Carrasco. Dijo que le hacía la vida
imposible y que estaba cansada de su asunto con la Diputación. En León,
donde muchos conocían el pleito, van de asombro en asombro. Uno de los
principales,cómo una madre que dijo haber disparado por el daño causado a
su hija accedió a que su brillante Triana formase parte del plan y se
arriesgue a pasar veinte años metida en una cárcel de la que dijo, al
llegar: «De aquí no salgo».
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