Durante ocho días, sus captores lo mantuvieron
encadenado, primero, y vendado todo el tiempo, en el piso de un cuarto
que olía "a suciedad y a mariguana", recuerda mientras se lleva una mano
a la nariz como evocando el momento.
MÉXICO, D.F.- "De repente lo
perdimos todo... de un día para otro tuvimos que huir sólo con lo que
traíamos puesto". Quien habla es Mario Segura, uno de los muchos
periodistas mexicanos desplazados que, junto con su familia, han tenido
que dejar trabajo y hogar en varios estados debido a la ola de violencia
y muerte que azota al país.
Mario, oriundo de Tamaulipas, publicaba en esa entidad dos blogs:
Alerta Oportuna y Expresión Ciudadana, donde prevenían a la población
sobre balaceras, venta de droga, puntos de riesgo, carros o gente
sospechosa que se apostaba en diferentes lugares, pero también sobre
casos de corrupción, así como anomalías e ineficiencias gubernamentales.
El secuestro
El 13 de agosto de 2012, el comunicador fue secuestrado en Tampico por un comando. Al salir de su casa, cuando caminaba por un andador no se sorprendió al ver varios autos y personas en la zona, pues ahí hay una bodega, pero de pronto lo encañonaron y entre golpes e insultos lo subieron a una camioneta Suburban; lo tiraron al piso del vehículo y partieron con rumbo desconocido.
Durante ocho días, sus captores lo mantuvieron encadenado, primero, y vendado todo el tiempo, en el piso de un cuarto que olía "a suciedad y a mariguana", recuerda mientras se lleva una mano a la nariz como evocando el momento. En ese lugar fue sometido a grandes dosis de terror psicológico.
"A diario me golpeaban mientras amenazaban con matarme y hacer cachitos a mi esposa y a mis hijos. Pensaba que en cualquier momento me quitarían la vida a mi o a mis seres queridos. No sé por qué me dejaron con vida", dice Mario a EL UNIVERSAL con la voz quebrada por las emociones.
Fue una etapa de mucho miedo, pues asegura que "esa gente está loca y con una dosis (de droga) son capaces de matar, aún sin recibir la orden del ‘jefe' sólo por quedar bien".
En ese tiempo "me encomendé a Dios y no sé cuántas veces rece el Padre Nuestro", confiesa.
Agrega que durante esa infausta semana le daban agua y sólo una vez probó comida: "Pan, huevo y un poco de refresco. (...) Esos alimentos me supieron a vida", señala el periodista, quien año y medio después de aquel traumático suceso aún desconoce las razones de su liberación. "Sólo sé que soy un sobreviviente y que tengo miedo, mucho miedo".
Sin embargo, el periodista con más de 25 años de experiencia, recuerda que su estancia en la casa de seguridad también le dio la oportunidad de "conocer" a quienes se encargan de cuidar a los plagiados e, incluso, los justifica: "son trabajadores, orillados a ello por la falta de oportunidades. (...) Me cuidaban tres jóvenes -a veces estaba una mujer- y entre ellos platicaban de cómo los iban a ‘tablar' si se dormían, y de cómo duele ese castigo".
Una semana después, le prestaron un celular para que le avisara a su esposa que lo dejarían libre, y media hora después, lo dejaron en un monte.
Los antecedentes
Para Mario los problemas fuertes comenzaron en 2010, cuando denunció actos de corrupción gubernamental. A través de sus colegas, le envían mensajes que subieron de tono, pues empezaron con frase como "que te calmes", hasta "amenazan con matarte".
En ese tiempo fundó el diario El Sol de Sur, una publicación semanal, pero con una página de internet que tenía al día. Ahí surgió la idea de crear la Alerta Oportuna, como un servicio a la comunidad, sin imaginar que llamaría tanto la atención.
Al principio sólo recibía reportes de Tampico, Victoria y Alatamira, pero después ciudadanos de otros municipios, como Reynosa y Ciudad Madero, comenzaron a sumarse.
Los comentarios incomodaron a políticos, funcionarios y miembros del crimen organizado, dice. Incluso, revela, en ocasiones "bajaba" algún comentario que le pedían -siempre vía otros colegas- pues no le interesaba exponer su vida ni la de su familia.
Narra que en 2011 le "hackearon" su página, mientras cubría una manifestación de ambulantes en Madero, lo detuvieron, a pesar de acreditarse como reportero y mostrar la cámara de video; después lo liberaron.
Entonces recurrió a la Fiscalía Especial para Delitos Cometidos contra la Libertad de expresión (Feadle), dependencia de la Procuraduría General de la República (PGR) que ofreció ponerle escolta, pero sólo estuvieron un mes con él.
Mecanismos de protección
En agosto de 2012 fue el secuestro; ya no tenía escolta y desconoce al autor del atentado, pero cree que fue "un narcopolítico", aunque no descarta al crimen organizado, que lo mismo pudieron ser integrantes de los cárteles del Golfo o “Los Zetas”.
En noviembre de ese año, la Feadle y organizaciones no gubernamentales lo ayudaron a cambiar de residencia junto con su familia; es el primero en ingresar al mecanismo de protección de periodistas.
En este sistema, que se puso en marcha hace un año, el gobierno federal ofrece una casa, con opción a compra, un botón de pánico y escolta.
Mario declinó a la escolta, pues considera que eso lo expone más porque llama la atención y de las otras dos herramientas, mantiene su duda.
De la casa, le ofrecieron una mediante un convenio con el Infonavit, la Feadle y Províctima, pero esta última ya desapareció, por lo que desconoce el final que tendrá esa opción. Del botón de pánico, dice, aún no lo prueban; no sabe si funciona.
Los mecanismos de protección a los periodistas son insuficientes, asegura. No toman en cuenta aspectos tan importantes como la vivienda y la seguridad económica para el periodista desplazado y su familia".
Una de las cosas que más extraña es a sus padres. "Mi madre llora conmigo cuando le hablo por teléfono porque no nos podemos ver".
Hoy, sin empleo y abatido emocionalmente, para sobrevivir en el "exilio en mi propio país", Mario ha tenido que trabajar como taquero, vendiendo pozole, como fotógrafo de eventos sociales o de payasito lo mismo en fiestas infantiles que afuera de centros comerciales.
(EL MEXICANO/ EL UNIVERSAL/ viernes, 14 de febrero de 2014 07:04 a. m.)
El secuestro
El 13 de agosto de 2012, el comunicador fue secuestrado en Tampico por un comando. Al salir de su casa, cuando caminaba por un andador no se sorprendió al ver varios autos y personas en la zona, pues ahí hay una bodega, pero de pronto lo encañonaron y entre golpes e insultos lo subieron a una camioneta Suburban; lo tiraron al piso del vehículo y partieron con rumbo desconocido.
Durante ocho días, sus captores lo mantuvieron encadenado, primero, y vendado todo el tiempo, en el piso de un cuarto que olía "a suciedad y a mariguana", recuerda mientras se lleva una mano a la nariz como evocando el momento. En ese lugar fue sometido a grandes dosis de terror psicológico.
"A diario me golpeaban mientras amenazaban con matarme y hacer cachitos a mi esposa y a mis hijos. Pensaba que en cualquier momento me quitarían la vida a mi o a mis seres queridos. No sé por qué me dejaron con vida", dice Mario a EL UNIVERSAL con la voz quebrada por las emociones.
Fue una etapa de mucho miedo, pues asegura que "esa gente está loca y con una dosis (de droga) son capaces de matar, aún sin recibir la orden del ‘jefe' sólo por quedar bien".
En ese tiempo "me encomendé a Dios y no sé cuántas veces rece el Padre Nuestro", confiesa.
Agrega que durante esa infausta semana le daban agua y sólo una vez probó comida: "Pan, huevo y un poco de refresco. (...) Esos alimentos me supieron a vida", señala el periodista, quien año y medio después de aquel traumático suceso aún desconoce las razones de su liberación. "Sólo sé que soy un sobreviviente y que tengo miedo, mucho miedo".
Sin embargo, el periodista con más de 25 años de experiencia, recuerda que su estancia en la casa de seguridad también le dio la oportunidad de "conocer" a quienes se encargan de cuidar a los plagiados e, incluso, los justifica: "son trabajadores, orillados a ello por la falta de oportunidades. (...) Me cuidaban tres jóvenes -a veces estaba una mujer- y entre ellos platicaban de cómo los iban a ‘tablar' si se dormían, y de cómo duele ese castigo".
Una semana después, le prestaron un celular para que le avisara a su esposa que lo dejarían libre, y media hora después, lo dejaron en un monte.
Los antecedentes
Para Mario los problemas fuertes comenzaron en 2010, cuando denunció actos de corrupción gubernamental. A través de sus colegas, le envían mensajes que subieron de tono, pues empezaron con frase como "que te calmes", hasta "amenazan con matarte".
En ese tiempo fundó el diario El Sol de Sur, una publicación semanal, pero con una página de internet que tenía al día. Ahí surgió la idea de crear la Alerta Oportuna, como un servicio a la comunidad, sin imaginar que llamaría tanto la atención.
Al principio sólo recibía reportes de Tampico, Victoria y Alatamira, pero después ciudadanos de otros municipios, como Reynosa y Ciudad Madero, comenzaron a sumarse.
Los comentarios incomodaron a políticos, funcionarios y miembros del crimen organizado, dice. Incluso, revela, en ocasiones "bajaba" algún comentario que le pedían -siempre vía otros colegas- pues no le interesaba exponer su vida ni la de su familia.
Narra que en 2011 le "hackearon" su página, mientras cubría una manifestación de ambulantes en Madero, lo detuvieron, a pesar de acreditarse como reportero y mostrar la cámara de video; después lo liberaron.
Entonces recurrió a la Fiscalía Especial para Delitos Cometidos contra la Libertad de expresión (Feadle), dependencia de la Procuraduría General de la República (PGR) que ofreció ponerle escolta, pero sólo estuvieron un mes con él.
Mecanismos de protección
En agosto de 2012 fue el secuestro; ya no tenía escolta y desconoce al autor del atentado, pero cree que fue "un narcopolítico", aunque no descarta al crimen organizado, que lo mismo pudieron ser integrantes de los cárteles del Golfo o “Los Zetas”.
En noviembre de ese año, la Feadle y organizaciones no gubernamentales lo ayudaron a cambiar de residencia junto con su familia; es el primero en ingresar al mecanismo de protección de periodistas.
En este sistema, que se puso en marcha hace un año, el gobierno federal ofrece una casa, con opción a compra, un botón de pánico y escolta.
Mario declinó a la escolta, pues considera que eso lo expone más porque llama la atención y de las otras dos herramientas, mantiene su duda.
De la casa, le ofrecieron una mediante un convenio con el Infonavit, la Feadle y Províctima, pero esta última ya desapareció, por lo que desconoce el final que tendrá esa opción. Del botón de pánico, dice, aún no lo prueban; no sabe si funciona.
Los mecanismos de protección a los periodistas son insuficientes, asegura. No toman en cuenta aspectos tan importantes como la vivienda y la seguridad económica para el periodista desplazado y su familia".
Una de las cosas que más extraña es a sus padres. "Mi madre llora conmigo cuando le hablo por teléfono porque no nos podemos ver".
Hoy, sin empleo y abatido emocionalmente, para sobrevivir en el "exilio en mi propio país", Mario ha tenido que trabajar como taquero, vendiendo pozole, como fotógrafo de eventos sociales o de payasito lo mismo en fiestas infantiles que afuera de centros comerciales.
(EL MEXICANO/ EL UNIVERSAL/ viernes, 14 de febrero de 2014 07:04 a. m.)
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