Colonos de la
Francisco Villa se muestran resignados ante los daños en fachadas y autos
causados por la refriega del sábado
Martín
González
CULIACÁN.- En el día
después del enfrentamiento entre presuntos delincuentes, policías y militares
en la Francisco Villa sólo quedan los escombros de la refriega.
Cielo nublado y
tierra húmeda por la lluvia reciente. En la Bahía de Ohuira los rescoldos de la
balacera se perciben: habitantes enmudecidos por la vecindad de una casa de
seguridad perforada por las balas, huellas de disparos en las fachadas de
algunas casas y en vehículos.
En Bahía de Ohuira y
Juan Álvarez, restos de ceniza, alambres de neumáticos y una mancha de sangre
en medio de la calle. La fachada del abarrotes Santo Niño ahumada y dañada por
el fuego.
"¿Qué quieren
saber...?", responde su propietario, "lo que pasó, pasó..."
Al norte, algunos
automóviles con horadaciones en su carrocería y huecos en las viviendas.
La casa amarilla,
entre Tarahumaras y Olmecas, es la atracción. Transeúntes y automovilistas
detienen el paso para contemplar las huellas del enfrentamiento.
"Desde ayer es
un desfile de carros", comenta una vecina.
El cuchicheo es por
el enfrentamiento. Los sellos de la Procuraduría General de la República llaman
la atención de los muchachos. El comentario es discreto a condición del
anonimato.
"Pero si ellos
empezaron el pleito", suelta una, "ah, y les cayó todo el
Gobierno".
Nadie se duele de
daños en vehículos y viviendas. El recuento de la batalla es más cierta.
"Se llenó hasta
allá de soldados y policías, y de ahí sacaron muchas armas. De todas.
Estuvieron saque y saque", cuenta una mujer.
El desfile de carros
es continuo. Lento. La mirada de sus conductores hacia arriba, a las ventanas
perforadas por las balas, a los sellos de la PGR adheridos en la fachada.
Y las comparaciones
recurrentes.
"Esto era la
guerra", dice una doña, "así como en Irak. Disparos, granadas... de
todo".
En el Santo Niño el
daño es en la pared frontal del abarrote. Las cenizas de dos vehículos
incendiados y una mancha de sangre que la lluvia no borró.
"Yo no estaba
aquí..." responde, hosco, el abarrotero, "...como si fueran a reparar
los daños".
(NOROESTE/ Martín
González /05-08-2013)
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