MÉXICO, D.F. (apro).- En una escueta y reveladora conferencia
de prensa, el procurador general Jesús Murillo Karam informó que los
tres presuntos responsables del crimen del vicealmirante Carlos Miguel
Salazar Ramonet, asesinado en una carretera de Michoacán, presuntamente
recibían 7 mil 500 pesos por robar, secuestrar, extorsionar y cometer
otros delitos en la entidad.
Son jóvenes sicarios que pertenecen a Los Caballeros Templarios, la
denominación del grupo criminal que ha acaparado la atención en los
últimos diez días tras los enfrentamientos en Michoacán para repeler la
acción de la Policía Federal.
La revelación del procurador general sobre el “salario” y las
características de los jóvenes sicarios se produjo el mismo día que el
Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social
(Coneval) dio a conocer los datos brutales sobre el avance de la pobreza
en México en los últimos seis años, de 2006 a 2012, el mismo periodo de
la “guerra frontal” al crimen organizado lanzada por Felipe Calderón.
El fracaso del combate a la pobreza es tan brutal como el de la
estrategia para “liberar” a entidades como Michoacán del narcotráfico.
En los últimos seis años, según Coneval, ocho de cada 10 mexicanos están
pobres (45.5%) o en condiciones de vulnerabilidad cercanas a la pobreza
(34.8%).
Los años más violentos del enfrentamiento contra el crimen organizado
coinciden con el incremento de la pobreza: de 2010 a 2012 el número de
pobres aumentó en 500 mil personas al pasar de 52.8 millones a 53.3
millones de personas, casi la mitad de los 117.3 millones de mexicanos,
según los datos del INEGI.
En apariencia, no hay relación entre el crecimiento de la pobreza y
el fracaso de la guerra contra el narco. Sin embargo, Coneval advierte
en su informe que la población menor de 18 años es la más vulnerable a
caer en la pobreza o la pobreza extrema. El 53.2% de esta población
(21.2 millones) están en pobreza, en contraste con 45.5% la media
nacional.
Del total de niños y adolescentes mexicanos, 12.1 (4.7 millones) están en pobreza extrema), la mayoría de origen indígena.
Del universo total de menores de 18 años, 28.2% de niños no tienen
acceso a alimentos; 3.3 millones tienen rezago educativo; 7.8 millones
carecen de servicios de salud; 25.8 millones carecen de acceso a la
seguridad social; 7.3 millones no tienen acceso a calidad y espacios de
vivienda y 9.8 millones carecen de servicios urbanos básicos.
En otras palabras, el Estado neoliberal fracasó rotundamente para
darles una oportunidad de presente y de futuro para más de la mitad de
las próximas generaciones de los próximos adultos mexicanos.
Frente a este panorama, no es extraño que el crimen organizado
encuentre un auténtico “ejército de reserva” en adolescentes dispuestos a
convertirse en sicarios, soplones, burros o consumidores de la
narcoeconomía que, a la vez, se ha convertido en narcoviolencia y en
narcocultura.
El crimen contra el vicealmirante Salazar Ramonet es una fotografía
conmovedora y trágica de lo que está sucediendo como causa y efecto de
la violencia en Michoacán.
Fueron jóvenes quienes lo asesinaron. Han sido niños y mujeres los
que fueron utilizados en las manifestaciones y bloqueos en Michoacán
para protestar contra la presencia de la Policía Federal. Precisamente
uno de esos bloqueos obligó al vicealmirante Salazar Ramonet a desviar
su ruta.
La nota publicada este martes 30 de julio por el periódico Reforma
indica que las autoridades michoacanas registraron al menos cinco
protestas en diversos puntos de la entidad.
“Una de esas movilizaciones congregó a casi 2 mil personas en el
municipio de Arteaga, uno de los bastiones del grupo criminal Los
Caballeros Templarios.
“En esa movilización, niños y mujeres marcharon junto a los hombres
del pueblo por las calles principales, mostrando mensajes de rechazo a
la Policía Federal”, advierte la crónica de la nota.
Las fotografías publicadas son todavía más elocuentes. Se observan a
niños pobres, menores de 10 años, portando cartulinas de colores, con
leyendas escritas a mano que reclaman: “PFP arbitrarios y abusivos”.
No estamos ante otra “narrativa” de la lucha contra el crimen
organizado. Nos enfrentamos a los efectos perniciosos de una década de
neoliberalismo y al surgimiento de un rostro que nunca se quiso ver de
la limpieza social.
Twitter: @JenaroVillamil
30 de julio de 2013)
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