En
México hay personas capaces de hacer cualquier cosa para incorporarse a
una corporación policiaca y corromperse. Así lo hicieron Armando
Espinosa de Benito, exjefe de la División de Investigación de la Policía
Federal, y Sergio Quiroz Padilla, excoordinador de Investigación de la
misma institución, como lo ha evidenciado Proceso (ediciones 1910 y
1912). Ahora se tienen pruebas de que, además de falsear sus
declaraciones patrimoniales, falsificaron sus certificados de estudios.
Apenas con la secundaria terminada amasaron inexplicables fortunas,
ocuparon puestos clave en el supuesto combate al crimen organizado y sus
familiares siguen incrustados en la Policía Federal, evadiendo los
controles de confianza.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Armando Espinosa
de Benito y Sergio Quiroz Padilla, quienes hasta principios de este
sexenio tenían altos cargos en la Policía Federal (PF), no solamente
mintieron en sus declaraciones patrimoniales para ocultar la riqueza que
obtuvieron injustificadamente; también falsificaron sus certificados de
bachillerato para poder ingresar en la institución, donde permanecieron
más de una década.
Según el Código Penal Federal la falsificación
de documentos oficiales y de información dada a una autoridad, así como
la usurpación de grado escolar y de profesión, son delitos que se
castigan con cárcel.
Por lo menos desde 1998 el certificado de
bachillerato era indispensable para ingresar y permanecer en la Policía
Judicial Federal (PJF, que en 2001 se convirtió en AFI). También lo era
durante el sexenio de Felipe Calderón para incorporarse a la PF,
permanecer en ella y ocupar puestos de alto nivel. Sólo con la
falsificación de sus certificados escolares ambos policías pudieron
entrar y mantenerse en las corporaciones gracias a las cuales se
hicieron millonarios y donde tienen trabajando a sus familiares.
Este
semanario denunció la riqueza inexplicable acumulada por Espinosa y
Quiroz entre 2005 y 2008 –durante sus encargos en la Agencia Federal de
Investigación (AFI) y la PF– así como su ostentoso tren de vida, que no
corresponde con sus salarios ni con sus declaraciones patrimoniales
(Proceso 1910 y 1912).
Protegido de García Luna
En
averiguaciones previas y declaraciones de los narcotraficantes Sergio
Villarreal Barragán, El Grande, y Édgar Valdez Villarreal, La Barbie,
Espinosa –quien en la PF se hacía llamar Dios y hace décadas era policía
de crucero– fue acusado de recibir sobornos a cambio de proporcionarle
ayuda e información al crimen organizado.
A la sombra de García
Luna en la AFI y la PF, llegó a ocupar cargos importantes en el combate
al narcotráfico y al secuestro. Entre 2005 y 2008 acumuló propiedades
por más de 37 millones de pesos: tres residencias en Prados Churubusco,
dos en Lomas de Cocoyoc y una más en el número 20 de la calle Luarca,
colonia Parques del Pedregal en la delegación Tlalpan, donde actualmente
vive.
Su esposa, Rebeca Ibarra, y sus hijas, Nora y Rebeca
Espinosa Ibarra, ostentaban en las redes sociales su fortuna y lujoso
tren de vida. Presumían sus residencias, los pasteles de cumpleaños de
sus perros, sus colecciones de bolsas Louis Vuitton, sus constantes
viajes a Europa, las visitas frecuentes al salón de belleza de Silvia
Galván –el más caro de la Ciudad de México–, todo pagado con el salario
del policía. También presumían su asistencia a desfiles de moda de la
boutique del diseñador Frattina, sus amistades de la farándula (como la
cantante Yuri) y sus fastuosas fiestas de halloween.
El sexenio
anterior y abusando de su cargo, Espinosa colocó en la PF a cuatro
familiares, entre ellos a sus yernos Erick Friedman y Rafael Navarro.
Pese a las revelaciones de Proceso, Friedman sigue en la institución,
ahora cobijado por Gustavo Calles Valdés, cuñado de Sergio Quiroz.
Quiroz
Padilla siempre estuvo a las órdenes de Espinosa y de Cortés –afirman
agentes de la PF consultados por este semanario–, quienes solaparon su
alcoholismo, sus excesos, su prepotencia y sus arranques de violencia.
En
octubre de 2011 Liliana Hernández, pareja de Quiroz, presentó una
demanda en la que lo acusó de haberla golpeado brutalmente y de huir,
protegido por policías federales, llevándose como rehén a su hija menor
de edad, Heribel.
En 1999 Quiroz era cadenero de los giros negros
del grupo Titanium en la Ciudad de México. Ese año decidió ingresar a la
PJF, luego convertida en AFI. En 2002 era jefe de departamento en el
área de Investigación de Delitos, a las órdenes de Espinosa. Desde
entonces se hicieron inseparables.
Espinosa pertenecía al grupo de
incondicionales de García Luna, y aunque los demás no lo aceptaban en
su selecto círculo, Quiroz siempre se benefició.
Entre 2005 y 2008
acumuló de la nada propiedades por más de 13 millones de pesos: una
residencia en Lomas de Cocoyoc y dos en la Ciudad de México, una de
ellas en Fuente del Saber 45, fraccionamiento Fuentes del Pedregal,
donde actualmente vive. Posee colecciones de motocicletas, de vehículos
de lujo y de relojes Rolex y Hublot.
También aprovechó su puesto
para colocar a sus familiares en la PF. A su cuñado Gustavo Calles
Valdés lo hizo director general de la Coordinación de Servicios
Generales, donde también metió como analista a su hermana Victoria; a
otra hermana, Edith Concepción, la convirtió en jefa de departamento en
la División de Investigación. Todos siguen cobrando en esa institución.
Fragmento del reportaje que se publica en la revista Proceso 1917, actualmente en circulación.
/31 de julio de 2013)
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