MÉXICO,
D.F. (apro).- En lo que va del año Enrique Peña Nieto ha cancelado tres
veces su visita a Michoacán. La ausencia del jefe del Ejecutivo en un
estado en crisis, cuya gobernabilidad está en duda, pone también en duda
el interés real de su gobierno por encontrar una salida al conflicto
social que ya existe en esta entidad, amén de la grave crisis de
seguridad que desde hace años se sufre por las constantes disputas entre
los grupos del crimen organizado por controlar este territorio
estratégico para el trasiego de las drogas.
Pareciera que a Peña
Nieto no le interesan los michoacanos. No sólo porque no los ha visitado
desde que andaba en campaña presidencial el año pasado, sino por las
diferencias en el trato que ha tenido con los habitantes de esta entidad
entrampada en una espiral de violencia y la necedad de mantener a Jesús
Reyna como gobernador, a pesar de las deficiencias que ha tenido y de
las sospechas de vínculos con Los Caballeros Templarios.
El
ejemplo más claro de esta indolencia con los michoacanos ocurrió el
lunes pasado. Ese día como jefe de las fuerzas armadas Peña Nieto rindió
un homenaje al vicealmirante Carlos Miguel Salazar Ramonet, comandante
de la Octava Zona Naval con sede en Puerto Vallarta, Jalisco, y el
segundo maestre Francisco Ricardo Hernández Mercado, ejecutados por
integrantes del grupo criminal Los Caballeros Templarios.
Peña
Nieto acudió a la Secretaría de Marina para encabezar el homenaje
acompañado del gabinete se seguridad. “Sucesos como este en contra de
las instituciones o de la ciudadanía reafirman la decisión del Gobierno
de la República por hacer valer el Estado de derecho en todo el país”,
dijo luego de hacer la guardia de honor.
Pero a esa misma hora en
la que Peña le rendía homenaje a los militares muertos, en el centro de
derechos humanos “Miguel Agustín Pro Juárez” un grupo de indígenas
purépechas del municipio de Los Reyes, Michoacán, le pedía ayuda para
enfrentar al mismo grupo del crimen organizado que, aliado con la
autoridad municipal, mataron al menos cinco miembros de su comunidad el
pasado lunes 22 mientras realizaban una manifestación pacífica.
Los
indígenas michoacanos viajaron hasta la Ciudad de México para denunciar
lo que no pueden hacer en su localidad por temor a las represalias del
grupo armado que los tiene sometidos desde principios de año cuando se
presentaron a pedirles 2 mil pesos por hectárea que trabajan.
Hablaron
de la masacre perpetrada por el crimen organizado y los policías
municipales, del desamparo en el que están, pues ya no pueden trabajar
como antes y los alimentos se les terminan, de las extorsiones y la
imposibilidad de acudir con las autoridades municipales que están
coludidas con “los malos”, de la ausencia de gobierno y del terror de
sus hijos de salir afuera del pueblo, del cambio en su vida con la
llegada de “los fantasmas”, de la urgencia de que los atienda el
gobierno federal porque en Michoacán no hay nadie en quien confiar.
Pero
nada de esto escuchó Peña Nieto que está más enfocado en seguir con su
estrategia de militar y policiaca, en tratar de apagar el fuego con
gasolina, alcanzar la paz con las balas, que en atender a quienes sufren
el impacto de este plan de combate al narcotráfico que ha costado 121
mil muertos en el gobierno calderonista y más de 8 mil en los escasos
siete meses de administración peñista.
Twitter: @GilOlmos
/31 de julio de 2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario