En una meseta
a 645 metros sobre el nivel del mar y a 100 metros sobre el nivel del Río
Sonora, en el centro de los demás pueblos ribereños, en pleno Valle de Sonora
se encuentra el antiguo poblado de Huépac
Desde las alturas
observamos sus calles rectas, al centro un amplio espacio que ocupa desde su
fundación el Templo de San Lorenzo y, contiguo el convento, el Palacio Municipal
y las casas de los comerciantes con mayor capital: Adolfo Durán, Rómulo y
Federico Padilla, los Molina y Rafael López Domínguez. Ellos mueven la economía
del poblado.
El establecimiento
del señor Rómulo Gallegos llamado Ciudad de Chihuahua, licorería de vinos
importados de Europa; al frente de una pequeña plaza llamada El Porvenir, ahí
se construyó después el edificio de la Escuela Primaria 10 de Mayo que hoy
ocupa el Centro de Maestros; la cantina del señor Francisco Rogel y una
lavandería de chinos. Al alejarnos del primer cuadro o sea el centro histórico,
se encontraban tiendan más modestas, había algunas con mostrador de ladrillo.
La fábrica de cigarros La Esmeralda del Señor Francisco Padilla, más alejadas
las pequeñas fundiciones y el señor de los fuegos artificiales que fabricaba
cohetes e imágenes luminosas. Había también molinos de piedra o sea táunas
movidas por bueyes o asnos y que molían el trigo, después se convirtieron en
molinos de agua al trasladarlos a las milpas. Años después vino el molino El
Sonorense, moderno, de cilindros, movido al principio por vapor y después con
motores diesel de la Familia Quiroga Corella, que promovían la siembra de trigo
y habilitaban a los agricultores.
El ganado abundaba,
aun los más pobres ordeñaban una o dos vacas y criaban además gallinas y
cerdos, es decir su alimentación era buena, además de las hortalizas que
sembraban, salvo algunas familias de peones de pobreza extrema.
Existían artesanos
que trabajaban el cuero fabricando sillas de montar, reatas, cabestros de
cerdas, aparejos, teguas, zapatos de trabajo, chanclas de mezclilla, sombreros
y petates de palma. También había cerámica rústica (ollas y cajetes para el
agua y la cocina), pequeñas minas trabajadas por españoles que después se
pasaron a compañías extranjeras formando personas especializadas.
Durante el verano
las lluvias eran abundantes, aguaceros con tormentas eléctricas, crecientes de
arroyos y de ríos que se llevaban cosechas y las tierras de siembra. Temidas
eran las llamadas equipatas de invierno, a veces con mayores crecientes y los
desastres consiguientes. Por lo tanto los campos estaban siempre verdes pero
los caminos intransitables aun para carros de tracción animal. Era una comunidad pacífica y laboriosa,
interrumpida su paz de cuando en cuando por las asonadas de apaches o yaquis
rebeldes.
Las primeras letras
las enseñaron los misioneros, también la agricultura con nuevas semillas y
ganado. Quienes podían pagaban maestros
particulares a sus hijos y el ayuntamiento cobraba un impuesto por cabeza de
ganado para sostener la educación.
Ya cerca de 1900 el
gobierno del Estado asume la obligación de la enseñanza. También se impartían
conocimientos de inglés y contabilidad.
Llegaron maestros normalistas de la Ciudad de Mexico, entre ellos el
maestro Preciado y su hija Jesusita, las maestras Bianchi, el maestro y doctor
Puebla y también el maestro guatemalteco Santos Trejo, son algunos de los que
recuerdo.
En enero de
festejaban las festividades de Nuestra Señora de la Paz, llamada la Fiesta de
los Ricos. Con el tiempo solo quedaron las Fiestas de Agosto en honor al Santo
Patrono San Lorenzo el día 10 y fecha de la fundación de Huépac; el 16 de
septiembre y la navidad.
Todas las familias
acostumbraban a levantarse con el alba, las mujeres a preparar el café y el
desayuno, los hombres después de tomar el café caliente se dedicaban a preparar
sus animales y los útiles de labranza mientras se alistaba el desayuno que
consistía por lo general en huevos, frijoles, tortillas de maíz recién hechas o
de trigo. Volvían de sus quehaceres hasta el anochecer. Lo comerciantes a sus
labores y los niños a la escuela, al salir llevaban el lonche a sus padres,
llevaban leña y otras labores pequeñas.
Era una comunidad
laboriosa y pacífica “Vivíamos con trabajos y calamidades pero, felices”, nos
relatan las personas mayores.
Estalla la
Revolución cambiando el panorama y la vida de todos. Empieza la emigración. Los
ricos se llevan sus capitales a Hermosillo, Baja California, Estados Unidos y
las familias pobres salen también en busca de trabajo.
De 1940 en adelante
se promueve otra vez la agricultura con la siembra de hortalizas, tomate,
algodón, trigo y compañías extranjeras promueven otra vez la minería.
Hoy en estos tiempos
Huépac tiene menos del 50% de sus habitantes; pero esta comunicado con
Hermosillo, Cananea, Magdalena, la frontera etc., dispone de energía eléctrica,
agua potable y teléfono, escuelas desde kínder, primaria y secundaria técnica.
Pero sigue la
emigración, sobre todo por los estudiantes que ya no vuelven a su hogar, no hay
fuentes de trabajo para sus nuevos conocimientos.
Sin embargo sus
habitantes siguen siendo amables, amistosos y atentos a los cambios de los
tiempos actuales.
Por falta de agua
vuelve a decaer la agricultura, ganadería y las minas están paralizadas
Dr. Sigifredo
Montoya López
Cronista de
Huépac, Sonora
miembro
fundador de ACROS
Médico
cirujano y maestro. Tiene 94 años, y
sigue investigando y presentando sus artículos en las Reuniones y congresos de
ACROS
(DOSSIER POLITICO/ Dr.
Sigifredo Montoya López/2013-07-26)
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