Jesús Cantú
MÉXICO,
D.F. (Proceso).- Desde antes de asumir formalmente el cargo de
presidente de la República, Enrique Peña Nieto delineó su estrategia:
gobernar a partir de la construcción de expectativas positivas a través
de un discurso oficial optimista; adicionalmente, el tema de la
inseguridad fue prácticamente desterrado del lenguaje presidencial y la
mayoría de los medios de comunicación lo relegó a las páginas interiores
o espacios secundarios.
En noviembre del año pasado, al
participar en la primera sesión plenaria del Consejo Nacional de
Banorte-Ixe, todavía como presidente electo, Peña Nieto ya aseguraba que
México tenía posibilidades de convertirse en potencia económica mundial
y, por lo mismo, había que consolidarlo como una de las economías
emergentes a nivel mundial para atraer la inversión extranjera. A los
pocos días de que tomó posesión, como eco, surgieron acreditadas voces
internacionales que proclamaban que en los próximos años México se
convertiría en una potencia económica mundial.
El 25 de febrero,
Thomas Loren Friedman, periodista estadunidense tres veces ganador del
Premio Pulitzer, dedicó su artículo en el New York Times a argumentar su
idea de que en el transcurso del siglo XXI México llegaría a ser una
potencia mundial, por encima de China o India.
En mayo, el
presidente estadunidense Barack Obama afirmaba en una reunión con
jóvenes mexicanos que México va en camino de convertirse en una potencia
mundial. Y casi por las mismas fechas Olivier Williamson, Premio Nobel
de Economía 2009, sostenía en el Foro Mundial de Negocios que para
México el futuro luce optimista, pues las perspectivas son positivas. Y,
desde luego, los secretarios de Estado repiten hasta el cansancio
cifras positivas y mejores predicciones para el futuro inmediato.
Sin
embargo, al menos hasta el momento, los resultados de los primeros seis
meses de gobierno priista no respaldan para nada el optimismo oficial e
internacional. Los datos duros muestran claramente la realidad: de
acuerdo con el INEGI, en el primer trimestre del año el PIB avanzó,
respecto al mismo periodo del año pasado, apenas 0.8%; el mismo
instituto reporta que el consumo del mes de abril cayó en 0.78% en
relación a marzo.
Asimismo, registra que en el mes de abril el
personal ocupado en el comercio minorista disminuyó 0.20%, en tanto que
el IMSS señala que el crecimiento de los puestos de trabajo en los
primeros cinco meses de 2013 es 17.1% menor al promedio presentado en el
mismo periodo durante los últimos cuatro años; y cuando las cifras se
limitan al mes de mayo, el incremento es menor en 72.7% a lo registrado
el mismo mes de 2012.
Por eso es muy lógico que los grupos
financieros, nacionales e internacionales, ajusten las perspectivas de
crecimiento: Banamex, el miércoles 19 de junio, redujo su estimación de
crecimiento del PIB de 3.2 al 2.7%; y Bank of America Merrill Lynch hizo
lo mismo, pero de 2.9 a 2.5%, tras incorporar el impacto de la
desaceleración de la demanda externa y el subejercicio del gasto público
mexicano.
Fragmento del análisis que se publica en la edición 1912 de la revista Proceso, actualmente en circulación.
/ 24 de junio de 2013)
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