Entre los tantos mitos que se tejieron en torno al maquiavélico
gobierno de Juan Millán Lizárraga, uno en particular llama la atención.
Cuentan que en cada elección local realizada en el periodo 1999-2004 él
tomaba el control del Programa de Resultados Electorales Preliminares,
con personal capacitado y altamente de confianza, para que el conteo de
los votos considerara primero las casillas ganadas por los candidatos
afines al entonces mandatario y configurar victorias que luego se
volvían irrebatibles. Así cerraba, dicen, la pinza de fraudes
electorales escrupulosamente diseñados.
La técnica consistía en contabilizar primero las actas que al no
tener representantes de los partidos opositores, por lo accidentado de
la geografía o por la nula presencia de las minorías políticas,
registraban los votos del padrón completo (casilla “zapato”) a favor de
los participantes priistas al igual que los casos en que para completar
mayoría se compraba a comisionados de las siglas contrarias para que
accedieran a alterar los resultados previo relleno de urnas. De tal
forma el PREP se abría mostrando las ventajas de los alfiles de Millán.
Para lograr tal fin, Millán ponía al frente del Consejo Estatal
Electoral a incondicionales, colmándolos de atenciones y de dinero a
cambio de que el día de la elección le permitieran a su gente apoderarse
del PREP. Los que estuvieron cerca de esta operación aseguran que lo
hizo en 2001 en los comicios para diputados locales y alcaldes, en 2004
que se eligió a Jesús Aguilar Padilla como gobernador y en 2010 cuando
en una jornada electoral inédita Mario López Valdez derrotó al poderoso
empresario de la carne Jesús Vizcarra Calderón.
Siempre adepto a navegar en las aguas negras de la política, Juan
Millán contribuyó a que orbitaran alrededor de él sospechas, miedos y
perversidades. El recuento de las bajezas habrá de ponerlo algún día en
su lugar. Lo que ahora llama la atención es que el presidente del CEE,
Jacinto Pérez Gerardo, esté cometiendo pifias iguales o peores a las de
aquella negra época en que los priistas en el poder le ponían por
anticipado a los comicios una densa sombra de sospecha.
Designado en el cargo en medio del rechazo de organizaciones
políticas y sociales, el actual presidente del órgano electoral tendría
que esmerarse por obtener la confianza de los actores políticos y de los
ciudadanos, sin embargo, sus actos hasta ahora se han alejado de los
indicios de confiabilidad que al CEE le son tan imprescindibles como al
sufragio le es vital la neutralidad y la certeza de que se emitió en
absoluta libertad.
Primero resolvió unipersonalmente, sin considerar a los consejeros
electorales, que eran infundadas las quejas que por actos anticipados de
campaña interpuso el Partido Acción Nacional contra Sergio Torres y
Arturo Duarte, candidatos del PRI a las alcaldías de Culiacán y Ahome,
asumiendo como potestad particular algo que por ley compete dirimir a
una instancia colegiada. Luego, remarcando el criterio de “El CEE soy
yo”, otorgó el contrato para el manejo del PREP sin licitarlo y
generando sospechas en cadena que dañan la confiabilidad de la elección
del próximo 7 de julio.
El desenlace de la contienda por diputaciones, presidencias
municipales y regidurías ya está salpicado por la duda. Y lo peor es que
la autoridad electoral está aportando los ingredientes de incertidumbre
para tensar más la competencia que en algunos municipios y distritos se
resolverá con diferencias muy cerradas. Aparte de que los partidos
opositores al PRI han visto que el dinosaurio vuelve a dominar la estepa
pantanosa del poder trayendo consigo el fósil de la truculencia
electoral, el CEE no es —ni parece—honesto en la antesala de comicios
que tendrían que remarcar el talante transparente de instituciones
esencialmente democráticas.
Todo indica que Juan Millán, si es real la versión de que manipuló el
PREP a su antojo, ya no puede ser lo que fue en Sinaloa: el gobernador
que pudría todo lo que tocaba. ¿Por qué entonces Jacinto Pérez Gerardo
coopera con la cuota de errores o alevosidades para ponerse al nivel de
sospechas y dudas que manchan, desde ya, el voto de los sinaloenses,
pocos o muchos, que acudan a votar aún sabiendo que nadie garantiza el
respeto a su voluntad?
Re-verso
Jacinto, actuando así,
salvaguarda no el voto,
lo que cuida es el coto,
que le encargó el PRI.
Tours de ciegos
Después de que Francisco Labastida Ochoa aceptó que Mario López
Valdez está jugando en la elección local con candidatos en todos los
partidos (es decir, que tiene metidas no las manos sino todo el Gobierno
en los comicios del 7 de julio), vino la Comisión Especial de Programas
Sociales integrada por legisladores federales a declarar que en Sinaloa
no existen factores que pongan en riesgo el desarrollo de la jornada
electoral. ¡Ah, qué ricos los camarones y los callos de hacha! ¡Y qué
jaladas mentales provocan!
Sed de poder
Alejandro Higuera Osuna le dice a Nelda Ortega, reportera de Ríodoce,
que él es el ejemplo vivo de que la reelección le urge a este país. Y
Mazatlán, sediento de agua no de poder, le responde con un recorte del
líquido vital que afecta a más de 20 colonias solo porque el Diablo Azul en sus tantos años como alcalde no ha querido, no ha podido o no ha sabido arreglar ese problema tan viejo como indignante.
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