Jazmín Barrios no se amedrenta ante las amenazas que día a día
recibe. Con chaleco antibalas como una prenda más, esta jueza prosigue
en su tarea: sentenciar a militares, líderes pandilleros, capos y el
pasado 10 de mayo, al ex dictador Efraín Ríos Montt
En 2001, explotaron dos granadas en el patio de la casa de la magistrada.
Carlos Arrazola/EFE
Ciudad de Guatemala • El día en que Jazmín
Barrios leyó la sentencia en la que el tribunal que preside condenaba a
80 años de prisión al ex dictador guatemalteco José Efraín Ríos Montt
por genocidio y crímenes de guerra, un discreto chaleco antibalas la
protegía de un posible atentado.
Desde hace doce años, cuando formó parte del tribunal que condenó a
20 años de prisión a los ex militares que participaron en el asesinato
del obispo Juan Gerardi, esta jueza, de 50 años, en días complicados se protege con esa prenda.
“No lo hace por paranoia ni por llamar la atención. Es más, casi
nadie sabe que lo lleva porque siempre lo disimula entre sus ropas”,
explica una allegada a la jueza que pide omitir su identidad.
Haber emitido sentencias en polémicos casos en los que los condenados
han sido militares, responsables de graves crímenes y violaciones a los
derechos humanos, le ha valido a Jazmín Barrios cientos de amenazas de
muerte.
En marzo de 2001, apenas unos días antes de que el coronel retirado
Byron Lima Estrada y su hijo, el capitán Byron Lima Oliva, fueran
condenados a 20 años de prisión por el asesinato de Gerardi, perpetrado
el 26 de abril de 1998, dos granadas estallaron en el patio de la casa
de Barrios.
Desde entonces, explica uno de sus colaboradores, “se casó con la
justicia”, ya que a partir de ese día perdió “su intimidad” y el
“derecho a una vida normal”, pues a donde vaya tiene que hacerlo en
compañía de una patrulla de la Policía Nacional Civil que cuida de su
seguridad.
“Más que molestarnos por tenerla de vecina, nos sentimos aliviados
porque la presencia de la patrulla afuera de su casa nos da algo de
seguridad”, dice un hombre que vive a unos cuantos metros de la
residencia en la que la jueza y su anciana madre habitan, en una colonia
de clase media del oeste de la capital guatemalteca.
Desde que se supo que el Tribunal Primero A de Mayor Riesgo, que ella
preside, sería el encargado de enjuiciar a Ríos Montt, las amenazas en
su contra empezaron a convertirse en cotidianas.
Dentro de las filas de las fuerzas armadas y los grupos que
simpatizan con éstas se levantan voces de antipatía hacia la jueza
Barrios, a quien consideran “enemiga” por las sentencias que ha dictado
en los últimos años contra ex militares.
Además del caso Gerardi, en el que también fueron condenados a 20
años de prisión el sacerdote Mario Orantes y el ex especialista
castrense Obdulio Villanueva, en agosto de 2011 presidió el tribunal que
condenó a seis mil 60 años a cuatro ex militares por una de las tantas
masacres atribuidas al ejército.
Entonces, con su firme y aguda voz y de manera pausada y contundente,
Barrios leyó la sentencia en la que el Tribunal Primero A de Mayor
Riesgo declaraba culpables de múltiples asesinatos y crímenes de guerra a
cuatro ex kaibiles —soldados de élite del ejército guatemalteco— por la matanza de 201 campesinos en la aldea Dos Erres, en diciembre de 1982.
Ríos Montt, quien gobernó de facto el país entre marzo de 1982 y
agosto de 1983, también es investigado por ese caso como autor
intelectual de la matanza.
Barrios, que también ha dictado sentencia contra peligrosos
narcotraficantes y pandilleros, ha sido denunciada y objeto de querellas
por los abogados que han perdido juicios en su tribunal, con
acusaciones que van desde “parcialidad” hasta “dejarse presionar”.
El pasado lunes, uno de los defensores de Ríos Montt presentó ante la
Corte Suprema de Justicia una denuncia contra ella porque, al día
siguiente de condenar a su cliente por genocidio, fue vista desayunando
en un restaurante del centro de la ciudad “acompañada de tres mujeres
extranjeras”.
Eso, según el abogado, “demuestra las presiones” ejercidas por la
comunidad internacional para que condenara al anciano general, de 86
años; sentencia que “celebraban con un desayuno”.
Las comensales que acompañaban a la jueza en ese desayuno, explicaron
amigos de la familia, eran su madre, una vecina y una monja española
amiga de la casa.
Además de las amenazas en su contra, su carácter fuerte y firme y su
cabellera larga y ondulada han sido fuente de los más ácidos chistes
machistas difundidos en las redes sociales, principalmente por quienes
rechazan la sentencia emitida contra Ríos Montt.
8MILENIO/ Carlos Arrazola/EFE/ 19 Mayo 2013 - 5:12am)
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