El Pacto por México, esa iniciativa que ha querido
recetársele a los mexicanos como el gran acuerdo nacional que sacará al país de
sus gravísimos problemas, se originó en una serie de contactos políticos entre
cuates. El método: reuniones subrepticias, con el aval de Enrique Peña Nieto.
Fuentes consultadas por Proceso permiten reconstruir la trama y contenido de
esos cónclaves secretos. Dos nombres sobresalen en ésta: los del perredista
Jesús Ortega y el priista José Murat.
Álvaro Delgado/ Proceso
MÉXICO, D.F.
(Proceso).- El Pacto por México, que vive una severa crisis por las quejas del
uso electoral de los programas sociales –cuya erradicación no existe en la
agenda de reformas–, nació de una plática de dos viejos amigos: El perredista
Jesús Ortega y el priista José Murat.
La idea la concibió
Ortega y Murat se la planteó a Enrique Peña Nieto, a través de Luis Videgaray,
en medio de la disputa poselectoral del 2 de julio de 2012, cuando emergían
evidencias de la triangulación de dinero presuntamente ilícito usado para
comprar votos a favor del priista.
La reunión fue a
finales de julio, un mes antes de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial
de la Federación (TEPJF) declaró válida la elección, el 31 de agosto, y el
argumento de Ortega fue que Peña Nieto y el Partido Revolucionario
Institucional (PRI) no podrían gobernar solos.
“Como en Sudáfrica,
se necesita un acuerdo nacional”, ilustró Ortega al priista, quien defendió el
triunfo de Peña Nieto, aunque aceptó que no se cumplió el objetivo de ganar la
mayoría del Congreso. “¿Por qué no se lo platicas a Videgaray?”, le propuso el
perredista.
Tras una cena a la
que se sumó Jesús Zambrano, presidente del Partido de la Revolución Democrática
(PRD) y miembro de la corriente Nueva Izquierda –que coordina Ortega a nivel
nacional–, Murat reunió a Videgaray con ellos.
El encuentro fue en
casa de Murat –político controvertido desde que fue propagandista de Luis
Echeverría, tres veces diputado federal, senador y gobernador de Oaxaca–, que
desde entonces fue sede del conciliábulo que duró cuatro meses.
Videgaray,
coordinador de campaña de Peña Nieto que luego lo sería del equipo de
transición y ahora secretario de Hacienda, se entusiasmó, aceptó que habría
poco margen de maniobra para gobernar y coincidió con la situación del país que
le describieron Los Chuchos: Un Estado sin control de territorios, con
instituciones en crisis y los monopolios controlando la economía.
Hablaron de los
pactos que ha habido en otros países, como en España, Chile, Sudáfrica y aun
México, como los convocados por Ernesto Zedillo, en 1995 –que pronto se
frustraron por el caso Tabasco, en 1995, aunque se logró la reforma electoral
al año siguiente–, y el de Vicente Fox, en 2000, que tampoco prosperó.
En la reunión con
Videgaray, Los Chuchos insistieron en que, dadas las condiciones del país y la
correlación de fuerzas, era imperativo un acuerdo político. Ortega puso a
Videgaray el ejemplo del que hubo entre Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide,
en febrero de 1821: “¿Cómo se logró la independencia de México? Fue con el
abrazo de Acatempan. ¿No platican los realistas con los insurgentes? Ese fue el
primer pacto en México.”
De acuerdo con
versiones recogidas por Proceso entre participantes en las negociaciones en
diferentes momentos, Videgaray se comprometió a consultarlo de inmediato con
Peña Nieto, cuya respuesta llegó en horas: “Le parece muy bien –les dijo–.
Instalemos la mesa”.
Ortega ya había
platicado con Gustavo Madero, presidente del Partido Acción Nacional (PAN),
quien se mostró anuente y se hizo acompañar –desde el principio– por Santiago
Creel, secretario de Gobernación con Fox y que no pudo lograr acuerdos.
Creel era amigo de
Los Chuchos y le tenía confianza a Murat desde que le ayudó a desactivar el
primer conflicto que tuvo como secretario de Gobernación, en 2001, con el
gobernador de Yucatán, Víctor Cervera Pacheco. “¿Quieres sentarte con él? Yo me
encargo”, le ofreció el exgobernador de Oaxaca y cumplió.
Dos veces aspirante
a la candidatura presidencial del PAN, rescatado por Madero como secretario
técnico de la Comisión Política Nacional, Creel se sumó a las negociaciones con
convicción por haber padecido un gobierno dividido. “El PRI solo no va a poder
gobernar. Es un sistema muy perverso, porque no produce mayorías estables”.
A la mesa se sumó
también Pedro Joaquín Coldwell, entonces presidente del PRI y luego secretario
de Energía; Miguel Ángel Osorio Chong y Aurelio Nuño, coordinadores Político y
de Educación en el equipo de transición y actuales secretario de Gobernación y
jefe de la Oficina de la Presidencia.
También se
incorporaron otros dos personajes: Carlos Navarrete, miembro de Nueva Izquierda
y actual secretario del Trabajo en el gobierno del Distrito Federal, y Juan
Molinar Horcasitas, asesor de Madero.
Murat se convirtió
en el coordinador ejecutivo del Pacto por México, a pedido del propio Peña
Nieto que, según ha confiado el oaxaqueño, le había ofrecido una secretaría de
Estado. Su hijo, Alejandro Murat Hinojosa, sí entró en el gabinete: Es director
general del Infonavit.
Fue un elenco de 12
políticos al que muy pocos se incorporaron. Uno de ellos fue el panista Javier
Corral, quien asesoró al PRD en la reforma en telecomunicaciones y que, como
senador, introdujo reformas a pesar del desacuerdo de sus amigos Raúl Trejo
Delarbre y Aleyda Calleja, fundadores con él de la Asociación Mexicana de
Derecho a la Información (Amedi).
(Fragmento del reportaje que se publica en Proceso
1904, ya en circulación)
(PROCESO/Álvaro Delgado/ 27 de abril de 2013)
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