Emilie Barraza/ Proceso
PARÍS (apro).-
Mientras la comunidad homosexual festejaba con champagne la aprobación de la
ley que autoriza el matrimonio y la adopción de menores a parejas del mismo
sexo, los opositores a dicha norma se manifestaron violentamente a unas cuadras
de la Asamblea Nacional, el pasado martes 23.
Con petardos,
ladrillos y barras de hierro, miles de encapuchados se enfrentaron con la
policía, y al dispersarse agredieron a periodistas. Juraron que iban a
regresar.
Los opositores a la
primera gran reforma social de la presidencia socialista de François Hollande
no ganaron la batalla contra el matrimonio homosexual, pero sí la guerra de la
visibilidad.
En las últimas
semanas fueron recurrentes las manifestaciones y la violencia callejera, e
incluso los insultos y empujones en la Asamblea Nacional. Contrapusieron la
expresión del gobierno “matrimonio para todos” con el lema “la manifestación
para todos”.
En su sitio de
Internet, ese movimiento se autocalifica como “profundamente pacífico,
apolítico y aconfesional”. En los hechos, sus integrantes y simpatizantes
demostraron que en el país de los derechos humanos y del Mayo del 68 todavía
existen sectores tradicionales, derechistas, católicos… y muy activos.
El domingo 21, la
“Manifestación para todos” organizó una movilización en las calles de París.
Previamente ya había realizado otras tres. La que celebró el pasado 24 de marzo
reunió a más de 300 mil personas.
El pasado domingo
21, una muchedumbre marchó bajo un sol primaveral. Familias caminaban empujando
carritos o con niños en hombros; ancianos portaban pancartas y los jóvenes
lucían disfrazados. La imagen de esta multitud contrastaba con la que suelen
proyectar las manifestaciones parisinas: en vez de banderolas rojas y blancas,
miles enarbolaban banderas azules o rosas. Formaban una masa color pastel “en
homenaje a las referencias del papá y de la mamá, quienes van a desaparecer del
Código Civil”, recalcó Gustave, un joven manifestante de 19 años.
A su lado, Jean-François
asentía. Este sexagenario, padre adoptivo de cuatro niños, ha salido a la calle
desde el inicio del movimiento, en noviembre del año pasado, “para defender la
adopción” por parte de parejas heterosexuales. “Me da igual que se casen los
homosexuales, pero la adopción (por parte de éstos) ¡no! Un niño viene de un
padre y de una madre. No vamos a cambiar miles de años de historia y de
biología así”, declaró.
De hecho, todos los
sondeos muestran esa diferencia de apreciación: más de 65% de los franceses
consultados están a favor del matrimonio entre homosexuales, pero si la
pregunta se centra en la adopción para las parejas de mismo sexo, las
respuestas positivas oscilan entre 49% y 47%.
“FRÍGIDA LOCA”
Cuando la multitud
pasó delante de la iglesia Saint-François-Xavier, sonaron las campanas bajo los
aplausos y gritos de los manifestantes. Entre ellos se encontraba Marie, una
mujer “católica y moderna”.
“Representamos la
Francia de los valores. Tenemos más de mil 600 años de catolicismo en este país,
y nos quieren quitar eso”, dice ofendida esta madre de tres niños que lleva en
la mano una pancarta extrañamente familiar: encima del eslogan “Queremos
trabajo, no el matrimonio homo”, se puede ver la imagen de una fábrica, copia
de la que llevaban en sus banderolas los obreros y estudiantes en 1968.
En realidad, todos
los símbolos de la “Manifestación para todos” se inspiran en los del Mayo del
68. “Esas pancartas hacen parte del patrimonio cultural de todos los
franceses”, analiza la semióloga Mariette Darrigrand. “Los manifestantes
quieren mostrar que su movimiento no es ni de derecha ni de izquierda, y que
pretenden el universalismo”.
Una carroza color
pastel acompaña la manifestación. En ella va una mujer cincuentona con el pelo
despeinado teñido de rubio. Sus labios están pintados de color rosa eléctrico.
Con el puño levantado, grita en el micrófono: “¡Matrimonofilos, si!
¡Homofóbicos, no!”.
A primera vista, la
mujer que arenga a los manifestantes parece una asidua a las discotecas, sacada
de una película de Almodóvar. En realidad es la lideresa del movimiento
anti-matrimonio homosexual. La ambigüedad del personaje lo resume su apodo
oficial: Frigide Barjot (Frígida Loca), un juego de palabras que hace
referencia a Brigitte Bardot, la famosa actriz francesa de los años sesenta.
Ella se define como
una “alocada de Dios”. Proviene de una familia parisina y burguesa. “Gran
fumadora, amante del vino”, dice sentir pasión por el Vaticano y por las
familias en peligro. Ella es la comunicóloga perfecta: hace olvidar, con sus
escotados color rosa y sus chamarras de piel, el carácter profundamente
conservador del movimiento “Manifestación para todos”.
Los integrantes de
este movimiento “intentan normalizar su discurso para tener un capital de
simpatía y atraer al número más grande de franceses”, analiza Jean-Yves Camus,
politólogo especialista en la extrema-derecha. “Frigide Barjot es muy original
y mucho más atractiva que los que rezan en las calles con el rosario en la
mano”.
LOS “TRADI”
Hacía mucho tiempo
que los “tradi”, como los llaman en Francia, no salían a las calles.
En los últimos 50
años la derecha francesa sólo movilizó a sus huestes en función de temas
específicos: en los setenta contra el aborto y la contracepción; en 1984 para
defender a la educación privada y católica “La derecha no tiene esa cultura de
la manifestación como la izquierda”, subraya Camus. “Pero la coyuntura política
actual es idónea: el gobierno y las dos cámaras son socialistas, la popularidad
del presidente es catastrófica, y tienen un tema de sociedad muy emblemático”,
comenta.
“Sabían que la ley
iba a ser adoptada. El objetivo era mostrar que la derecha tradicional tiene
músculos y terminar la tarea de radicalización de la derecha republicana
iniciada por Nicolas Sarkozy”, señala Camus.
El expresidente
quería, por ejemplo, deshacerse de una vez por todas de “los valores del Mayo
del 68”. Fue acusado de “introducir el cinismo en la sociedad y reducir el
nivel moral en la política”. Su deseo de seducir al electorado católico de
Francia (56% de la población, según el más reciente censo de 2012) se había
limitado a integrar en unos discursos “la herencia cristiana de Francia”.
“Varios miembros del
movimiento contra el matrimonio homosexual suenan con un Tea Party a la
francesa, una fuerza conservadora que podría influir en la derecha y en el
resto de la sociedad”, comenta Camus.
Es lo que pasa
“cuando la izquierda está enferma y los partidos de derecha están en crisis”,
lamenta Daniel Cohn-Bendit, exlíder del Mayo del 68, actual eurodiputado verde,
en una entrevista que el periódico Le Monde publicó el pasado domingo 21.
Cohn-Bendit –apodado
en Francia Dany el rojo– considera que la radicalización de los partidos de
derecha no es un fenómeno propiamente francés: “En Estados Unidos se centra en
temáticas neoliberales anti-Estado y anti-impuesto; en Inglaterra se enfoca en
el rechazo a la Unión Europea; en los Países Bajos se concentra en la
inmigración y el Islam; y en Francia, en la defensa de la familia tradicional”.
“INSURRECCIÓN DE LAS FAMILIAS”
Pero la fachada de
un supuesto movimiento azul y rosa, pacífico y republicano, se agrietó en las
últimas semanas para escindirse en dos entidades: de un lado, la “Manifestación
para todos”, una mayoría pacifista y moderada; por otro lado, una franja
extremista llamada la “Primavera Francesa”.
Los integrantes de
esta última tendencia están influidos por grupos de extrema derecha. Sin
embargo, dicen que sus acciones están inspiradas en las revoluciones de la
llamada Primavera Árabe que se registraron en varios países del Magreb y del
Medio Oriente.
En una nota
publicada en Presente, la revista de los católicos tradicionalistas, el abogado
Jacques Trémolet de Villiers, también activista para el restablecimiento de la
monarquía en Francia, expresó que desea una “revolución permanente” e,
inspirándose en el anarquista francés Pierre-Joseph Proudhon, llamó a la
“insurrección de todas las familias de Francia”.
Durante la
manifestación que se llevó a cabo el pasado 24 de marzo, los seguidores de la
Primavera Francesa intentaron ocupar la famosa Avenida de los Campos Elíseos,
cuyo acceso está prohibido para los manifestantes. Delante de turistas
aterrorizados, los policías y gendarmes intentaron contener a los inconformes con
gases lacrimógenos. El movimiento Primavera Francesa, acompañado por diputados
de la oposición, denunciaron una “violencia del Estado”, “digna de una
dictadura” y lamentaron que la policía hubiera detenido a los manifestantes.
La Primavera
Francesa inauguró el concepto de “comité de acogida” para las personalidades
que están en favor del matrimonio homosexual. El objetivo: perturbar cualquier
presentación pública o reunión a las que éstas acuden. Así, varios ministros
fueron víctimas de los silbidos y gritos de cientos de opositores…hasta en su
propia casa.
Más inquietante fue
el “comité de acogida” reservado para Caroline Fourest, periodista y activista
de los derechos homosexuales. Cientos de manifestantes, acompañados de un
sacerdote, la persiguieron a su llegada a una estación de trenes y luego
bloquearon el tren que ésta abordó. La periodista escapó gracias a la
intervención de la policía.
Como parte de este
movimiento aparecieron los Hommen. En su sitio web se definen como “buenos
tipos, una especie en peligro de extinción”. El 27 de marzo se filmaron debajo
de las ventanas de la Jefatura de Policía de París. Llevaban el rostro cubierto
por máscaras blancas y letreros en sus torsos desnudos con palabras como
“Libertad” o “No más gases” (lacrimógenos). Agitaban banderas de Francia. Unos
hicieron incluso un discreto saludo nazi en dirección de las cámaras.
LA CARA DE LA HOMOFOBIA
En los hechos,
Francia vive un clima creciente de tensión homofóbica.
Grupos de hombres, a
veces armados, han dañado bares y espacios culturales. Y en las dos últimas la
policía registró cuatro agresiones “de carácter homofóbico”.
En la noche del 6 al
7 de abril, una pareja gay fue atacada en un barrio popular de París. La
fotografía del rostro tumefacto de Wilfred de Bruijn, un holandés que vive en
Francia desde hace diez años, los ojos hinchados de sangre y los dientes rotos,
se difundió a través de las redes sociales en sólo unas horas. “Esto es la cara
de la homofobia. La noche pasada, en el distrito 19 de Paris, Olivier y yo
hemos sido atacados sólo porque andábamos agarrados de los brazos”, comentó la
víctima en su perfil de Facebook.
La comunidad
homosexual se reunió el domingo 21 en la Plaza de la Bastilla para protestar
contra esa ola de violencia homofóbica. Acudieron unos 4 mil manifestantes
“tristes y enojados”, como Romain y Gabriel, dos jóvenes homosexuales de 25
años. “Después de los judíos y de los musulmanes, somos los chivos expiatorios
de la crisis económica”, lamentaron. “No podemos más, que se apruebe la ley
ya”.
El martes 23 los
diputados aprobaron con 331 votos a favor y 225 en contra la ley que autoriza
el matrimonio y la adopción para las parejas del mismo sexo. El día anterior,
el presidente de la Asamblea Nacional recibió una carta con amenazas. “Han
buscado la guerra, van a tener la guerra”, decía la carta.
Los manifestantes
prometieron regresar a las calles el 5 y el 26 de mayo; y Frigide Barjot no
descarta presentarse en las próximas elecciones municipales, en 2014.
El Tea Party a la
francesa está en marcha para dar un nuevo rostro a la derecha gala.
(PROCESO/Emilie Barraza/26 de abril de 2013)
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