José Gil Olmos
(Apro).- La “sociedad narca” es un término que pocas veces se ha escuchado,
pero con mucho tino define una situación y una condición que se vive en todo el
país: la integración del poder del narcotráfico como forma de vida en la
sociedad y, aún más, como parte del Estado y del sector político.
En su último libro,
La Reina del Pacífico, el periodista Julio Scherer García descubre este término
en su larga entrevista con Sandra Ávila Beltrán, bautizada así por el gobierno
de Felipe Calderón en un intento por justificar su lucha contra el
narcotráfico, pretendiendo vestir a esta mujer —nacida en Tijuana—, como “el
enlace más peligroso” que hay entre los cárteles de México y Colombia, algo
que, en realidad, está muy lejos de ser cierto.
A lo largo del
libro, el lector puede ir descubriendo el significado profundo de este término
que retrata muy bien el enorme poder que el narcotráfico ha alcanzado entre la
sociedad civil y política en nuestro país.
“En la ‘sociedad
narca’ la riqueza como que brota —describe Sandra Ávila—; un día eres pobre y
al siguiente millonario. Pero cómo se hace el dinero, solo lo saben los que lo
hacen. Tú no los escuchas a propósito ni averiguas qué tan serias podrían ser
las relaciones entre ellos. Pero sí adviertes que de pronto lucen brillantes y
piedras preciosas, mujeres de altos vuelos; que compran residencias que habitan
y abandonan casi al mismo día; que se hacen dueños de edificios u hospitales,
como en Guadalajara, o un hotel, como en Mazatlán, lleno de flores. Yo no sé
cómo se arreglan con las autoridades, pero se arreglan. Un día cambian de
estilo y se vuelven echadores. Te enteras de reuniones discretas, cerca del
misterio, pero no más. Vas sabiendo sin saber que vas sabiendo. Y un día sabes.
¿Cómo es eso? No sé. Pero sé que es así”.
Añade: “La ‘sociedad
narca’ es dura, cruel y en su propio espacio es una sociedad en sí misma. No
hay código que valga la pena en la disputa por el poder. Tampoco hay leyes que
resuelvan las disputas y no se ve autoridad que pudiera imponerse al caos que
va y viene, siempre presente y haciéndose sentir”.
En tanto, Scherer
señala: “Escuchando a la señora me he ido haciendo una idea acerca de la
‘sociedad narca’: es expansiva y su dinero está por todos lados”.
Visto así, la
“sociedad narca” es aquella que está impregnada por el poder de los cárteles de
la droga, por el dinero de los barones de los estupefacientes, que se hacen
presentes en todos los sectores y en todos los niveles de Gobierno, sin que
nadie los detenga.
La “sociedad narca”
está formada por las familias de los capos de la droga, pero también por sus
amigos, por los políticos con los que se asocian, por los gobernantes que la
protegen o que, incluso, se dedican al mismo negocio; por los militares que los
solapan detrás de las montañas de dinero que son capaces de amasar en poco
tiempo; por los banqueros que cierran los ojos para no ver la entrada de
millones de dólares a sus sistemas financieros; por los ediles que compran
desde que son candidatos; por algunos periodistas que se emplean como voceros;
por algunos empresarios a los que solo les importan sus negocios, y por los
policías y jueces que juegan a la justicia cuando en realidad sirven para
legalizar la impunidad.
El narcotráfico se
ha hecho cultura en nuestro país. La “sociedad narca” tiene a sus santos
—Malverde y la Santa Muerte—, su propia música, sus ídolos y héroes y su moneda
establecida por el precio del kilo de estupefaciente. Tiene su territorio y sus
propias reglas de autogobierno. Tiene a su ejército —Los Zetas—, y a sus
propias autoridades. En fin, en medio del Estado mexicano se ha erigido en un
pequeño y poderoso Estado que controla muchos de los hilos del poder a nivel
nacional.
La falta de
entendimiento de los alcances del problema por parte del gobierno de Felipe
Calderón es lo que lo ha hecho caer derrotado ante el enorme poder del narco y
hacer notar el error cometido de utilizar la fuerza militar cuando la propia
Constitución lo impide.
Ya lo hemos dicho:
para empezar una verdadera lucha contra este metapoder es necesario tomar
acciones que les duela, no deteniendo algunos cabecillas que luego escapan como
fue el (caso del) Chapo, sino decomisando el dinero que ganan y que lo meten a
lavar en el sistema financiero y bancario.
Al mismo tiempo,
actuando contra los policías y sus jefes que se emplean a los diferentes
narcos; a los gobernadores y presidentes municipales que se hacen socios; a los
policías y jueces cómplices; a los militares que juegan doble juego.
Calderón se engaña a
sí mismo, no a la sociedad, cuando dice que “ahora si” va con todo para acabar
con el crimen organizado —narco, secuestradores, etcétera— pues al hacerlo a
través de los mismos mecanismos policiacos, legales y militares, está
repitiendo el mismo error de antes.
Solo con la caída de
un gobernador o presidente municipal, que los hay, involucrados en el crimen
organizado; solo con la detención de algunos militares o banqueros que solapan,
o con la caída de un alto funcionario al servicio de los jefes del narcotráfico,
es como la sociedad podrá ver que el combate va en serio.
Mientras tanto, si
no se actúa de fondo, la “sociedad narca” se seguirá reproduciendo y
extendiendo cada vez más y con ella su poder será imbatible para cualquier
gobierno. Este es el verdadero interés de la sociedad, no la reforma de Pemex.
Así lo veremos con claridad el próximo fin de semana cuando se realicen las dos
marchas programadas precisamente bajo estos dos temas.
(RIODOCE.COM.MX/José Gil Olmos/ Proceso/ septiembre 2,
2008)
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