Una lucha nada santa obligó al Papa a renunciar. Los
escándalos de corrupción y pederastia junto a las revelaciones de la existencia
de una red homosexual que controla a El Vaticano podrían ser las causas de su
dimisión
Al interior de la
Iglesia Católica hay una intensa lucha por el poder que deja ver la existencia
de una conspiración en contra de Benedicto XVI.
Conspiración que
además de la avanzada edad del Papa tuvo que ver con su insólita decisión de
renunciar a su cargo.
Y es que si se
analizan los hechos ocurridos desde que Benedicto XVI emprendió su lucha en
contra de los religiosos pederastas, así como sus intentos por acabar con la
corrupción económica de algunos miembros
de la Curia Vaticana, no se puede menos que concluir que el Papa ha tenido que
enfrentar una larga y soterrada conspiración en su contra.
Si los conspiradores se organizaron o no en
“lobby gay”, como lo reveló la semana pasada el periódico italiano “La
Repubblica”, podría ser lo de menos.
Lo que el propio
Benedicto XVI ha venido advirtiendo desde hace por lo menos tres años: que los
“ataques en contra del Papa” provienen “desde el interior de la Iglesia."
El caso Maciel
El 1 de mayo del
2010, en un sorpresivo comunicado del Vaticano que tomó desprevenido al mundo
católico cuando condenó públicamente al pederasta Marcial Maciel por los
delitos cometidos durante su vida.
“Los comportamientos
gravísimos y objetivamente inmorales del P. Maciel, confirmados por testimonios
incontestables, representan a veces auténticos delitos y revelan una vida
carente de escrúpulos y de verdadero sentimiento religioso”.
El comunicado era
más trascendente de lo que parecía.
No se trataba
solamente de una condena post mortem, al fundador de la Legión de Cristo.
La “sentencia”
también afectaba a los altos mandos de la otrora poderosa organización
religiosa que, con su silencio cómplice,
al menos habían sido encubridores de los delitos de Marcial Maciel.
A partir de aquel
primero de mayo, las cosas ya no fueron lo mismo para los Legionarios de
Cristo.
El director general
de la congregación, Álvaro Corcuera, así
como su estado mayor fueron prácticamente relevados de su cargo.
El Papa nombró al
Cardenal Velasio de Paolis como su representante directo para que tomara las
decisiones en la Legión.
Obviamente, la
decisión no solo afectó a la dirigencia de la Legión, sino también a quienes se habían visto
beneficiados por la acción corruptora de Maciel.
Entre otros, era
bien sabido que el ex secretario de Juan Pablo II Angelo Sodano, así como el
cardenal mexicano Norberto Rivera habían apoyado abiertamente a Marcial Maciel
y a su organización para que creciera su influencia no solo en la Curia
Vaticana, sino en las decisiones del mismísimo
Juan Pablo II.
Los ataques contra
Benedicto XVI arreciaron.
Se le acusaba de que
no había hecho nada para impedir que Marcial Maciel continuara su carrera
delictiva a pesar de conocer mejor que nadie las denuncias en su contra cuando
era cardenal.
Probablemente por
eso, diez días después de la publicación de aquel comunicado, el 11 de mayo del
2010, Benedicto XVI, a bordo del avión que lo trasladaba a Lisboa hizo una
insólita revelación a los reporteros que viajaban con el:
“Los ataques al Papa y a la Iglesia no vienen
sólo de fuera. Los sufrimientos de la Iglesia vienen de su propio interior, del
pecado que existe en la Iglesia.”
“Esto se ha sabido
siempre, pero hoy lo vemos de forma aterradora: que la persecución más grande a
la Iglesia no procede de enemigos externos, sino que nace del pecado en la
Iglesia.”
“Y, por tanto, la Iglesia tiene una profunda
necesidad de aprender la penitencia, de aceptar la purificación, de aprender el
perdón, pero también la necesidad de justicia. El perdón no sustituye a la
justicia.”
Aquellas palabras
del Papa de que el perdón no sustituye a
la justicia seguramente inquietaron aún más a sus poderosos enemigos.
Dos meses después,
el 30 de junio del 2010, en la
celebración de la fiesta de San Pedro y San Pablo, el Papa volvió a sacar el
tema de la división:
“Uno de los efectos
típicos de la acción del Maligno es precisamente la división dentro de la
comunidad eclesial” .
“Las divisiones, de
hecho, son síntomas de la fuerza del pecado, que sigue actuando en los miembros
de la Iglesia también después de la redención.” Dijo el Papa en aquella ocasión
en su homilía.
La sorda lucha
continuó. En la medida que la figura del Papa se iba consolidado, continuaron a
soto voce las intrigas y las confrontaciones.
Sin embargo, en 2012
las cosas cambiaron.
Se encienden las alertas
Las alertas rojas de
los adversarios del Papa se encendieron después de atestiguar el éxito de la
visita del Benedicto XVI a México.
Y es que los
mexicanos sorprendieron al mundo y hasta al propio Papa cuando se volcaron en
emotivas manifestaciones de apoyo cuando Benedicto XVI recorrió el Bajío.
Los mexicanos habían puesto de manifiesto que la figura del
Papa había crecido tanto en México, como
la del inolvidable Juan Pablo II.
Casualidad o no, al
mes siguiente estalló nuevamente otro
escándalo que entristeció al Papa.
En mayo de 2012
empezó a circular el libro “Sua Santita,
las Cartas secretas de Benedicto XVI” escrito por el periodista Giuliani Luzzi.
En su libro, el
periodista italiano “documentaba” varios
problemas que aquejaban al Papa.
Entre otros los de
la de la corrupción en el Instituto para
las Obras de la Religión (IOR), conocido popularmente como el Banco Vaticano.
Tal y como ya había
ocurrido en el pasado con el escándalo del Banco Ambrosiano, el
periodista sugería que había elementos suficientes para concluir que el IOR se
habían involucrado en el lavado de dinero.
En el libro también
se abordaba el tema de Marcial Maciel.
Aunque la filtración
material de las “cartas secretas” se atribuyó al mayordomo del Papa Paolo
Gabriele, era lógico suponer la autoría intelectual del grupo de adversarios
del Papa.
El 30 de mayo del
2012, Benedicto XVI declaró:
“Los acontecimientos
de los últimos días acerca de la Curia y de mis colaboradores han traído
tristeza en mi corazón... Quiero renovar mi confianza y aliento de mis más
cercanos colaboradores y todos los que cada día, con lealtad y una espíritu de
sacrificio y en silencio, me ayudan a cumplir mi ministerio.”
Ocho meses
después de la publicación de aquel
libro, y aunque ninguno de los documentos publicados le incriminaba, el Papa
Benedicto XVI decidió renunciar al cargo.
Explicó que por su
avanzada edad se requería una persona que tuviera más fuerzas y energía que él.
Pero no por eso dejo de haber lucha, ni sobrevino una tregua.
En los últimos días
de su mandato el Papa tomó decisiones
estratégicas y volvió a pronunciar las mismas advertencias que había venido
haciendo a lo largo de los últimos años.
Después de su
renuncia, el pasado 13 de febrero, “miércoles de Ceniza”, Benedicto XVI volvió
a insistir en que la existencia de la
“hipocresía religiosa” y “cómo a veces el rostro de la Iglesia se
muestra desfigurado por las culpas contra la unidad de la Iglesia, en
las divisiones en el cuerpo eclesial.”
Dos días más tarde,
también se anunció que Benedicto XVI
había aprobado la designación de Ernest
Von Freybe, un alemán perteneciente a la
Orden de Malta, como el nuevo presidente del Banco Vaticano (IOR). El puesto
había estado vacante los últimos nueve meses.
Para algunos, el
nombramiento fue interpretado como una señal inequívoca de que el Papa estaba
haciendo los últimos amarres en vista a su sucesión. El Papa se iría y al mismo
tiempo permanecería.
Con el nuevo
conclave tendrían que renovarse los cuadros de decisión. Sobre todo después de
que las pugnas por el poder entre el anterior secretario de Estado Angelo
Sodano – aliado de la Legión de Cristo- y su sucesor Tarciso Bertone se habían
hecho cada vez más evidentes.
Todo indica que las
últimas declaraciones del Papa y el nombramiento del nuevo presidente de la IOR
volvió a molestar a los conspiradores.
Su reacción fue
inmediata.
Reinician los ataques
La iglesia y el Papa
Benedicto XVI fueron nuevamente objeto de ataques.
La semana pasada se
dio a conocer falsamente que el cardenal
Timoty Doylan, uno de los principales aliados de Benedicto XVI había
sido destituido de su cargo como Arzobispo de Nueva York.
Falsamente se le
imputaba un supuesto encubrimiento de sacerdotes pederastas.
Aunque la noticia
fue desmentida inmediatamente, la difusión del desmentido no alcanzó a tener la
misma resonancia que produjo el escándalo de la supuesta dimisión del que ha
sido también mencionado como uno de los cardenales “papables”.
Pero hubo más. A tan
solo una semana de que el Papa dejara la Sede Vacante, el periódico italiano
“La Repubblica” detonó otro escándalo.
Supuestamente
Benedicto XVI habría recibido un
documento de 300 páginas con las conclusiones finales del caso de filtraciones
del Vatileaks que habría sido entregado
en diciembre pasado por los cardenales Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore
De Giorgi que habría terminado por convencer al Papa de dimitir.
El vocero del
Vaticano Federico Lombardi respondió de inmediato.
El pasado sábado
señaló que “no falta, de hecho, quien
busca aprovechar, recurriendo a instrumentos antiguos como la maledicencia, la
desinformación y la calumnia.”
Benedicto XVI se va, pero no se va.
Cuando faltan apenas
tres días para que la Sede Petrina quede
vacante, como si el Papa hubiese muerto, para algunos la barca de Pedro parece
naufragar sin remedio, inundada por el fango pestilente de la corrupción de sus
jerarcas.
Sin embargo, para
los católicos que aún creen en las promesas de Cristo, a pesar del
reconocimiento de la innegable tribulación que afecta a la Iglesia, ven las
cosas diferentes.
Sostienen que por más divisiones que haya en la Iglesia
Católica, la institución seguirá adelante como sobrevivió en el pasado al cisma
de Lucero y de Enrique VIII.
Siguen creyendo en la promesa que hizo Cristo a los
creyentes cuando le dijo a Simón su
discípulo:
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificare mi Iglesia. Y las potencias del Infierno no prevalecerán sobre ella”.
(Mateo, 16, 13-20).
(REPORTE INDIGO/Félix Arredondo/ Lunes 25 de febrero de 2013)
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