Si quería captar la atención
de la respetable opinión pública y la sociedad política, Andrés Manuel López
Obrador lo logró con creces, aunque negativamente, por su declaración de que
analizaría darle amnistía a los líderes de los cárteles de las drogas a cambio
de regresar la paz a las calles mexicanas. No ha habido nadie con autoridad
moral o representatividad, salvo la secretaria general de Morena, Yeidkol Polevsky,
que haya salido a defender o explicar las razones de López Obrador. Tampoco él
tuvo los reflejos para enfrentar y salir de la avalancha que le cayó encima. En
su propio portal no se registró la declaración que hizo el sábado en Guerrero,
donde adelantó la propuesta que tanto daño le está causando. La errata comenzó
a ser reconocida en casa, pero orgulloso, no la admite todavía.
Si quería López Obrador
confrontarse con todos, comenzar a ser criticado por el simplismo de su
propuesta y mofa en las redes sociales -donde circuló desde el lunes al
mediodía un meme de Joaquín El Chapo Guzmán con la leyenda de campaña, “estaría
mejor con López Obrador”-, este fue el mejor camino. Si quería seguir
agraviando a las Fuerzas Armadas, fue el atajo más rápido. El Gobierno no puede
pactar con la delincuencia organizada, dijo el Secretario de la Marina, el
almirante Vidal Soberón, porque sería convertir al Estado en parte de la
delincuencia organizada. ¿Habrá pensado López Obrador que su propuesta
convertiría a su eventual Gobierno en un delincuente?
López Obrador necesita
corregir rápidamente su dicho y rechazar esa propuesta. Su autoridad moral como
líder depende de ello y no puede refugiarse en su base electoral que es
incondicional y a la que no le importa estar dentro de la ley o en la ilegalidad,
o que sus dichos y ocurrencias le causen daño político a aspiraciones
presidenciales, o lo descalifiquen como un aventurero que no entiende la
complejidad de los temas de fondo. No puede jugar con su gradería que, en dos
elecciones presidenciales, ha mostrado ser insuficiente para llegar al poder.
Desde el lunes varios
analistas han mostrado lo inútil que ha sido esta medida en experiencias
internacionales. Tiene una doméstica, emprendida por el Gobierno del Presidente
Enrique Peña Nieto en Michoacán, donde en 2013, con la finalidad de liquidar a
Los Caballeros Templarios, armó grupos paramilitares denominados grupos de
autodefensa civil con protección del Ejército y la Policía Federal, inspirados
e infiltrados por los cárteles Jalisco Nueva Generación y de los hermanos
Beltrán Leyva. Esas acciones representan el elemento más vulnerable que tiene
el Presidente Peña Nieto para que pueda ser llevado a cortes internacionales
acusado de genocidio. ¿Qué nadie le explicó a López Obrador aquél episodio que
consideraría repetir, a nivel nacional, de ser Presidente?
Una línea de discusión en los
medios comenzó, en cambio, a socializarse. Si López Obrador pllantea la
amnistía para los líderes de los cárteles de las drogas, ¿no está buscando
también financiamiento del narcotráfico para su campaña presidencial? Cercanos
a López Obrador aseguran que es un disparate, pero al igual que las técnicas
que él maneja, las percepciones se van construyendo hasta convertirlas en
realidad. Para que una percepción cobre legitimidad -que no es lo mismo que
legalidad o certeza-, debe haber elementos que la alimenten. López Obrador los
tiene. Recientemente en Guerrero, donde hizo esa declaración, nombró como su
coordinador de campaña al ex Alcalde de Acapulco, Félix Salgado Macedonio, de
quien se escribió en este espacio en febrero de 2007:
“¿Qué tanto se metió el
Alcalde de Acapulco con los cárteles de las drogas? No hay acusaciones contra
él a nivel federal, ni averiguación previa en marcha. Sí se tiene indicios en
el Gobierno federal de que hubo dinero del narco en la campaña de Salgado
Macedonio, de los dos cárteles que se disputan Acapulco, el de Sinaloa y el del
Golfo, que encabezan los hermanos Beltrán Leyva y su socio Joaquín “El Chapo”
Guzmán, y el recientemente extraditado a Estados Unidos, Osiel Cárdenas”.
Los nexos oscuros de López
Obrador en Guerrero no le ayudan en absoluto. En 2006, Salgado Macedonio
acumulaba 20 amenazas de muerte con vida y había bajado cerca de 30 kilos de
peso por las angustias. Salvó su vida por la protección federal y porque los
cárteles comenzaron su guerra de unos contra otros. Otro asociado a López
Obrador en Guerrero es Lázaro Masón, que fue Secretario de Salud en el Gobierno
de Ángel Heladio Aguirre, quien lo separó después de la desaparición de los
normalistas de Ayotzinapa por su relación con el Alcalde de Iguala, José Luis
Abarca, a quien presentó a López Obrador para que lo apoyara en su carrera
política. Abarca está preso por aquél crimen, y se han ido recopilando
evidencias que lo vinculan directamente con aquella desaparición y el asesinato
de varios de esos estudiantes.
López Obrador va a seguir
abriendo espacios para que lo critiquen o denuesten si no lo frena. Las
analogías se van a trazar rápidamente con Venezuela, donde ya lo han estado
equiparando con el finado Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro, que han
tenido conexiones con los cárteles de las drogas y crearon un incipiente narco
Estado. Es claro lo que tiene que hacer el precandidato presidencial aquí:
rectificar y establecer una postura contundente contra los criminales sin
matices. O está a favor, o está en contra de los cárteles de las drogas. No hay
más para dónde hacerse. Como es su comportamiento público, está entre el todo o
el nada, sin nada en medio.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/ 06/12/2017 | 04:05 AM)
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