CIUDAD
DE MÉXICO (apro).- El repliegue es considerado. “Más atrás, más atrás”, dicta
una voz relativamente suave o al menos lo es para tratarse de un soldado. La
calle Monterrey en la colonia Roma, está repleta de hombres y mujeres aterradas,
sudorosas anhelantes. Algunos llevan desde las 2:00 de la tarde ahí, retirando
escombro, juntando cubetas y víveres, repartiendo agua. Monumental mano cadena.
“Más
atrás, más atrás, respeten la formación”, llama el soldado sin marcar un alto a
sus formaciones. El caído es monumental, auténtica materialización del vocablo
desplome.
En
la última hora el retiro de escombro fue suspendido. Los soldados en Plan
DN-III están en la acera de San Luis Potosí mientras un grupo de la Armada pasa
sobre los escombros, personal de Protección Civil se acerca a un socavón
abierto. “Ya sacaron a uno”, dice el oficial al mando, a ver si salen más.
Pero
nada. Los minutos siguen contando y por momentos una mano en alto pide silencio
en un gesto que se reproduce entre soldados, policías y voluntarios que ya se
cuentan por cientos. De nuevo ruido, bullicio, voces que han asumido un
liderazgo espontáneo organizan el movimiento de escombros, regreso de cubetas,
reparto de agua.
-¿Qué había en ese edificio?
-Un
gimnasio
El
personal del gobierno capitalino está sobre la acera, con decenas de
trabajadores de limpia.
–¿Qué ocurre?
–Llegó
el Ejército y nos sacaron.
“Más
atrás, más atrás”. Cuando han llegado a una distancia considerable frente a la
formación militar, el oficial marca el alto y la línea de soldados adopta una
rigidez infranqueable. Entonces, toma la palabra:
“Señores,
les informamos que, de acuerdo a la evaluación de Protección Civil en este
lugar no hay personas, o al menos, no hay personas vivas”.
Una
vista aérea del edificio colapsado en Álvaro Obregón, en la colonia Roma. Foto:
Alejandro Saldívar
***
No
hubo más alerta que el movimiento. Sacudida prolongada. Y el miedo que se
expande en rostros compungidos, salidas en trote de quienes menos de dos horas
antes ensayaban sonrientes el protocolo.
De
los techos un estornudo expulsa gigantescas nubes de polvo, presagio de que
algo malo, muy malo ha ocurrido, pero los teléfonos celulares que no
reaccionan, el llanto discreto o desesperado anega los rostros, entre avisos y
rumores que quien sabe de dónde salen porque se han caído las comunicaciones y
apenas han pasado unos minutos de letargo que mantiene fija la vista en las
pantallas con esperanza de saber algo.
Y
el colapso. Semáforos que no funcionan mientras del letargo miles, quizás
millones de hombres y mujeres son como un éxodo que parece no tener fin. En
Félix Cuevas, un joven pregunta ¿cuánto tiempo haré caminando a Indios Verdes?
Entonces emprende el viaje en el éxodo de quienes llevan fija la vista en las
pantallas porque la Línea 1 del Metrobús está varada en interminable fila de
carros que recibieron la orden de no avanzar, intento por liberar la vía que
automovilistas aprovechan impunes.
Así
por Eje Central, así por Tlalpan. El Periférico. No hay Metro. Porque si algo
es claro en evidente de sur a norte, es que no hay policía, no hay oficiales de
tránsito.
Y
de repente los espontáneos hombres y mujeres, vecinos, o gente de los comercios
y las oficinas que no se han sumado al éxodo deciden convertirse en agentes de
tránsito.
“No
me jode que me mienten la madre. No tengo más para ayudar y esta es mi ayuda”,
dice Felipe, un hombre que atraviesa su automóvil por avenida Monterrey y
Coahuila.
“Es
cuando más cultura vial hay que tener. Todos nos necesitamos”, dice una mujer
elegante, vecina de la colonia Del Valle, que controla el tráfico vehicular y
humano de Insurgentes, la esquina con Concepción Béistegui, alertando a los
automovilistas de no avanzar demasiado porque hay colapsos.
Del
Valle, Narvarte, Nápoles, Roma, Condesa sin luz, mientras el ruido de claxon y
el rugir de motores denota la desesperación por llegar a donde sea que alguien
quiere llegar.
“Mi
casa se desmadró. Está todo desecho”, se lamenta en voz alta para sí mismo un
argentino, cuyos vecinos ya tienen las maletas sobre la acera. Un lío de
fracturas, escombros y cristales rotos con automóviles aplastados, es su
fachada en Obrero Mundial.
La
mano cadena se reproduce en Torreón y Viaducto, caracol gigante de vecinos que
se afanan por retirar escombros, mujeres que reparten agua y comida a la puerta
de su edificio. En Gabriel Mancera, en División del Norte, en Petén, en…
El
rescate de una víctima del sismo en la colonia Del Valle. Foto: Germán Canseco
Una
fila de policías impide el paso. A la distancia, un edificio se ve medio
colapsado. Al lado otro parece ser el de mayor daño. Le cayó el techo encima.
Un
reclamo generalizado por saber más del cuarto piso en Álvaro Obregón 286, un
edificio de despachos. Nada. Nadie. Sólo aparecen más de mil voluntarios que
llevan agua, comida, o están listos con sus palas y sus manos.
Los
scouts son quienes llevan la voz cantante. Mientras soldados y oficiales de
Protección Civil se mantienen frente al edificio, son los scouts quienes
organizan a los voluntarios, dirigen el tráfico, abren espacio para vehículos
de rescate y trascabos.
Diana
Sandoval acudió al lugar desde las 2:00 de la tarde, llevó su pala y su casco.
Pero a través de las horas, la petición fue constante: sólo hombres, con botas,
palas y casco. La insistencia se amplía “necesitamos hombres porque es un
trabajo pesado”, sentencia que podría pasar por discriminación, pero nadie anda
pensando en discursos de género ni siquiera en la colonia Roma.
Diana
decide hacer listas. Poco a poco, entre los empleados del despacho contable
APCI, que sí lograron salir, la lista de desaparecidos crece y crece más. Poco
más de 50 nombres. Un vecino se acerca a donde están los familiares: ahí
trabajaban… quiero decir, trabajan como 200 personas.
Gritos
moderados: los soldados no hacen nada y no dejan pasar voluntarios, ahí está mi
hermano Antonio Chavaro.
“Aquí
lo que hay es cero empatía, son las 10:00 de la noche y nadie nos dice algo”.
Y
en efecto. Apenas una lista de anotada en el pendón de alguna diputada
perredista que sirvió para algo: saber quiénes son los 15 rescatados.
Poco
ante de las 10:00 de la noche se hace un llamado: ya no se requieren
voluntarios, somos ya demasiados. Vayan a Ámsterdam y Eje 2. Cientos se retiran
y minutos después, empiezan a llegar más trascabos. Y, entonces, muchas mujeres
entran en llanto.
(PROCESO/ CRÓNICA/ ARTURO RODRÍGUEZ
GARCÍA/ 20 SEPTIEMBRE, 2017)
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