Ya
se fue el Embajador de Corea del Norte, Kim Hyong Gil, a quien el Gobierno de
México declaró persona non grata el jueves pasado. Sin embargo, se quedaron
otros que deberían de correr la misma suerte. Veamos. Si el Embajador
norcoreano se fue porque desestabilizaba la región asiática con ensayos nucleares
que amenazaban a Corea del Sur y Japón, entonces lo racional es que aquellos
que atentan contra la paz de una nación, deben correr la misma suerte. Por
tanto, el gobierno de México debe declarar persona non grata y darle 72 horas
para que abandone el País a la Embajadora de Estados Unidos, Roberta Jacobson.
No es nada personal contra la Embajadora, aunque habría razones suficientes
para haberle hecho extrañamientos por su proclividad a meterse en asuntos
internos. En este caso se trata de su jefe, el Presidente Donald Trump, que
como ningún líder en el mundo ha atacado a México y lo ha desestabilizado.
Trump
lleva dos años insultando a México, a los mexicanos, a los inmigrantes de
origen mexicano y a las instituciones nacionales. Nos ha dicho narcotraficantes
a todos, violadores de mujeres, criminales y escoria que debe ser frenada en la
frontera sin consideración. Sus amenazas de sancionar a quienes inviertan en
México produjeron que empresas multinacionales que habían trabajado por años en
este país y tenían planes de expansión, cancelaran sus planes y optaran por
llevar sus nuevas operaciones a Estados Unidos ante el miedo que les inyectó
Trump. Con esto se perdieron miles de empleos para mexicanos y algunas ciudades
en el centro del País, que dependían de esas inversiones, van a sufrir
problemas económicos.
La
beligerancia de Trump contra México ha provocado que otros países aplacen sus
inversiones hasta ver qué sucede con la renegociación del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte, que Trump insiste en su deseo de repudiarlo, con
lo que desde hace casi un año ha puesto de cabeza a los mercados y durante
varios meses golpeó inmisericordemente al tipo de cambio, con lo que generó
fugas de capitales y desestabilización financiera.
Visto
con la frialdad de la analogía mecánica, Trump es una amenaza tangible mucho
mayor que el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, que tiene un diferendo
serio con el jefe de la Casa Blanca y lo ha amenazado, si continúa haciéndole
lo mismo, con disparar un misil nuclear sobre su territorio de Guam, en el
Pacífico. No hay amenaza directa o indirecta para México, y nunca se ha
referido el dictador norcoreano a este país como objetivo estratégico por ser
vecino de Estados Unidos. Las diferencias y tensiones entre los dos países se
han dado por la desobediencia del régimen de Pyongyang a las resoluciones del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre su programa nuclear, lo que
no había sido motivo de acciones radicales mexicanas y de vulnerar la
neutralidad que había mantenido en el conflicto entre poderes nucleares, hasta
la semana pasada cuando expulsó al embajador norcoreano.
Está
claro que Estados Unidos no significa lo mismo para México que Corea del Norte.
El año pasado, el comercio bilateral entre México y Estados Unidos se pudo medir
por minuto: un millón de dólares se intercambiaba cada 60 segundos. Cada 24
horas cruzan la frontera entre los dos países mil 400 millones de dólares en
bienes y servicios, y la economía mexicana depende en más del 70 por ciento de
la estadounidense. Con Corea del Norte el comercio bilateral totalizó 7 mil
dólares el año pasado, algo tan ínfimo que ni siquiera figura en los
indicadores de la Secretaría de Economía. No hay ningún mexicano en estos
momentos en Corea del Norte, y obtener una visa de turista es sumamente difícil
y costosa (hay que ingresar por la frontera China). En Estados Unidos vive
también el 97.33 por ciento de los poco más de 12 millones de mexicanos que
viven en el extranjero, sin contar con unos 4 millones de indocumentados en
aquella nación. Los mexicanos son el segundo mercado turístico más importante
de Estados Unidos, y en 2015 lo visitaron 18 mil 400 millones de turistas
nacionales.
Cuando
tanto se depende de un país, la soberanía tiene diferente connotación. Trump
puede seguir insultando a México y a los mexicanos todo el tiempo que lo desee,
y desestabilizar económica y socialmente a México -con las deportaciones
masivas-, porque no va a tener una respuesta radical, más allá de la retórica
de una declaración. La Embajadora Jacobson puede meterse sin problema alguno en
los asuntos internos, como hablar del sistema de procuración y administración
de justicia o de la inseguridad, sin que se le llame para hacerle un
extrañamiento. Estados Unidos se comporta con México como si fuera su
protectorado, y su representante es una especie de pro cónsul. El gobierno de
México debe tener calculado que el costo de estar de hinojos ante Washington es
superior frente al beneficio de la relación, pese a los constantes escupitajos.
Objetivamente
hablando, declarar a la Embajadora Jacobson persona non grata sería poco
inteligente. Entregar la cabeza del Embajador norcoreano cuyo país nada hizo
contra México es algo similar, pero forma parte de la reconversión
pronorteamericana de la política exterior mexicana. Videgaray ha modificado la
política exterior con Venezuela y ahora Corea del Norte, con quienes Estados
Unidos tiene diferendos. ¿Le está sirviendo Videgaray a Washington? ¿A cambio
de qué? ¿Le sirve a México? Hasta ahora no hay nada tangible de regreso. Cuando
menos para el gobierno de Peña Nieto, o para el País.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter:
@rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 12/09/2017 | 04:06 AM)
No hay comentarios:
Publicar un comentario