El Secretario de Relaciones
Exteriores, Luis Videgaray, asumido como el salvador de la patria, le salió
respondón al Presidente Donald Trump. El martes, después de que Trump expresó
en Phoenix su frustración para negociar un Tratado de Libre Comercio con México
y Canadá que como dice, no sea desventajoso para Estados Unidos, y deslizar que
“no creo que podamos llegar a un acuerdo, y probablemente terminemos con el
TLCAN en algún momento”, el canciller lo refutó en Twitter y dijo que la
renegociación ya había comenzado. Llenó un espacio de información con una
reacción disfuncional al contestar lo que no planteó Trump. “México permanecerá
en la mesa con serenidad, firmeza y con el interés nacional por delante”,
aseguró.
Al día siguiente, más frío de
la cabeza, añadió en una entrevista de radio: “No es una sorpresa. Debemos
reaccionar con seguridad y entender que es parte de un proceso de negociación.
México seguirá negociando con
claridad, con firmeza y con la cabeza fría. Tenemos que aprender a reaccionar,
no a sobre reaccionar a este tipo de declaraciones”. ¿Quién sobre reaccionó? Si
uno revisa las primeras planas de los periódicos mexicanos, fue él quien lo
hizo, no la opinión pública. Videgaray explicó en la radio que el discurso de
Trump era sólo una “estrategia de negociación” que no debía causar pánico en
México.
Quizás es una proyección
freudiana, al haber fincado en el éxito de la renegociación del TLCAN su
reivindicación política. Quien lleva la negociación, Ildefonso Guajardo,
Secretario de Economía, no se envolvió en la bandera nacional, ni trató de
darle Tafil a la Nación. Fue sereno.
La Ministra de Relaciones
Exteriores de Canadá, Chrystia Freeland, quien como Guajardo es responsable de
la renegociación, emitió un comunicado donde se limitó a señalar que su país
trabajará duro para modernizar el tratado, y admitió que las rondas comerciales
frecuentemente tienen una retórica encendida.
Como la de Videgaray estos
dos días de reaparición en la arena pública mexicana. “Si quisiera el
Presidente de Estados Unidos terminar el Tratado de Libre Comercio, lo puede
hacer, así como lo puede hacer el Presidente de México o el Primer Ministro de
Canadá, simplemente hay que mandar una carta con seis meses de anticipación”,
añadió. “Si el Presidente Trump quisiera hacerlo, no creo que desperdiciaría
ocho meses en un proceso complejo, con muchísima gente involucrada”. Esa
previsión del tratado es conocida. Por ello, Trump anunció al principio de su
administración que iba a repudiar este año el TLCAN, pero llamadas telefónicas
del Presidente Enrique Peña Nieto y el Primer Ministro canadiense, Justin
Trudeau, lo persuadieron a darle una oportunidad a la negociación.
Videgaray le pintó a la
opinión pública mexicana a un Trump racional, calculador en la negociación y
que sólo está jugando para sacar el mejor provecho. Ese Trump que proyectó el
canciller no existe. Trump es volátiil, mercurial, de mecha muy corta y
reacciones nucleares inmediatas. Diplomáticos canadienses que hablaron con la
prensa sin permitir que los citaran directamente, dijeron que las condiciones
en las que se encuentra Trump -un caos en su Gobierno-, moldearon el
beligerante discurso anti TLCAN que pronunció en Phoenix. El contexto es
importante y define el rumbo que toma el Presidente de Estados Unidos. Trump
está herido y sacudido por la revolución que ha vivido en la Casa Blanca en los
últimos días. La semana pasada dejó de ser su principal consejero Steve Bannon,
el ideólogo del nacionalismo económico que se opone al multilateralismo, pero
su agenda la retomó el negociador comercial en jefe de la Casa Blanca, Robert
Lighthizer.
La falta de información en
México sobre los detalles específicos de lo que sucedió durante la primera
ronda de negociaciones la semana pasada en Washington, ayuda a que las cuentas
de vidrio de Videgaray sean vistas como joyas. Pero en Estados Unidos y Canadá,
donde la prensa dio cuenta pormenorizada de la posición radical de Lighthizer,
quien representa de la manera más pura los deseos de Trump, reducir el déficit
comercial a partir de la manufactura, a través de medidas radicales aplicada a
la industria automotriz. La agenda de Trump es America First, y Lighthizer la
está llevando a tal extremo que los negociadores canadienses le dijeron al
corresponsal del periódico Globe and Mail de Toronto, que no habría que
descartar la posibilidad de que todo el sector automotriz saliera del TLCAN.
El periódico canadiense
National Post, publicó que la principal conversación en los pasillos del hotel
donde se realizó la primera ronda de renegociación, era cuándo recurriría Trump
a la amenaza de salirse del acuerdo, como estrategia de negociación. “La única
sorpresa”, añadió el diario, “es lo rápido que llegó”. No es fácil interpretar
en qué momento Trump fanfarronea con amenazas para sacar ventaja de ello, o
está hablando seriamente. Lighthizer no pareció blofear la semana pasada cuando
presentó los términos y las condiciones en las que quería iniciar la
renegociación con México y Canadá.
Los negociadores
estadounidenses, de acuerdo con funcionarios mexicanos que estuvieron en
Washington, se mostraban incluso apenados por lo que tenían que defender, por
no creer en los beneficios que esa posición le daría a Estados Unidos, pero
fueron inflexibles con sus contrapartes. Son soldados que responden a los
intereses de su comandante en jefe, que en Phoenix les volvió a pedir que se
pintaran la cara de guerra. Trump es hoy una fiera herida, que no cumple
compromisos, que sólo genera incertidumbre y que tiene una mano muy dura que le
gusta usar. Eso no hay que olvidarlo, aunque Videgaray trate de esconderlo.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/ 24/08/2017 | 04:07 AM)
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