Desde hace más de una década, en el
Departamento de Estado llaman a Honduras “el hoyo negro”, porque esa pequeña
nación centroamericana es una exportadora masiva de criminales, con redes en
México a través de Los Zetas, y las triadas chinas, que manejan parte de la
inmigración indocumentada hacia Estados Unidos. Honduras siguió el camino que
trazó la Mara Salvatrucha, la pandilla creada en los 80 en Los Ángeles con
salvadoreños que huyeron de la guerra civil financiada por Estados Unidos. Con
esas dos naciones penetradas por delincuentes, Guatemala, la primera puerta de
entrada a Norteamérica, quedó infectada y se sumó, en la Mesoamérica, a los
cárteles mexicanos con los que expandieron el crimen trasnacional.
Este
fenómeno -abreviado en extremo-, explica la vieja preocupación de los gobiernos
en Washington y la Ciudad de México para establecer un freno en el Suchiate
mediante la construcción de una barrera de contención, equivalente a un buffer
state. Las desconfianzas mutuas llevaron a que durante muchos años la
cooperación regional entre los dos países estuviera limitada. Pero en la última
parte del Gobierno de Barack Obama, el entonces jefe de la Casa Blanca se
reunió con el Presidente Enrique Peña Nieto y dieron las primeras pinceladas
para un acuerdo marco, que ha tenido como su primera expresión la Alianza para
la Prosperidad, impulsada por los países del Triángulo del Norte, que conforman
Guatemala, El Salvador y Honduras.
La
primera gran reunión de la Alianza para la Prosperidad en el Gobierno del
Presidente Donald Trump comenzó este jueves en Miami, convocada por Estados
Unidos y México, que están trabajando para establecer controles a la migración,
utilizada por los cárteles de la droga mexicanos. Pero si bien el tema de la
seguridad es dominante y lo que más atención genera en la opinión pública, el
énfasis en el cual se están centrando los dos gobiernos, como una forma para
enfrentarla bajo otros ángulos y estimular el desarrollo económico, es la parte
fiscal.
Como
nunca antes en el esquema de seguridad regional, hay un desdoblamiento en la
estrategia para combatir el crimen trasnacional, como se vio en la sesión de
este jueves con los secretarios del Tesoro, Steven Mnuchin, y de Hacienda, José
Antonio Meade, que sacaron a las reformas fiscales del ángulo ciego en que se
encontraban. Andrew Wainer, director de Investigación de Save the Children en
Estados Unidos, sostiene que el impacto de la evasión de impuestos es
particularmente alarmante en el Triángulo del Norte, donde se mezcla con la ausencia
de un Estado de Derecho. De acuerdo con el Global Financial Integrity, una
organización sin fines de lucro con sede en Washington, los flujos financieros
ilegales costaron mil billones de dólares en 2013 a las naciones en desarrollo,
que “tienen un terrible impacto subversivo sobre los gobiernos, las víctimas de
los crímenes y la sociedad”.
En
su último reporte en marzo sobre este tema, el presidente de esta organización,
Raymond Baker, afirmó: “La comunidad internacional ha puesto muy poca atención
al combate del dinero en el crimen trasnacional, prefiriendo enfocarse sobre lo
material o las manifestaciones de los crímenes. La lucha debe ser redirigida a
combatir el dinero que el crimen genera. Esto significa cerrar el oscuro
sistema financiero que facilita el movimiento del dinero y la secrecía de los
recursos que se generan ilegalmente. Nada de esto es técnicamente difícil. Es
un asunto de voluntad política”.
Este
es el gran giro que se está viendo en Miami. “América Latina es la región más
inequitativa en el Mundo, y el Triángulo del Norte es notoriamente pobre en
recaudación de impuestos y equidad en el gasto”, dice Wainer. “Mientras que
algunas naciones latinoamericanas emplearon una tasa impositiva progresiva para
reducir la desigualdad en el ingreso, la política fiscal regresiva en
Centroamérica exacerbó su de por sí severa desigualdad. En los últimos años,
Guatemala tuvo el radio más bajo de impuestos comparado con el Producto Interno
Bruto, con 12 por ciento, en comparación con Brasil donde la tasa fue de 36 por
ciento o Dinamarca, donde fue de 48 por ciento”.
Wainer
explica que junto con las estructuras fiscales regresivas, América Central está
plagada por algunas de las tasas criminales más altas del mundo, como la
extorsión, que la organización privada InSight Crime ubica como “el epicentro”
global al Triángulo del Norte. Los salvadoreños pagan 400 millones de dólares
anuales en extorsión, mientras los hondureños pagan 200 millones y los
guatemaltecos 61, de acuerdo con la prensa local.
“Los
centroamericanos pobres están atrapados en medio de las estructuras fiscales
formales y legales que privilegian a los ricos y a las prácticas ilegales que
afectan a los pobres”, dice.
La
intención de México y Estados Unidos es que reorienten su sistema fiscal para
hacerlas menos vulnerables al crimen. No es una ruta fácil y está llena de
contradicciones. Peña Nieto sigue pagando en las encuestas de aprobación la
reforma fiscal de 2013, que fue progresiva y le generó derrotas electorales en
el norte del país, mientras que la idea de Trump, reducir impuestos, se
contrapone a lo que Mnuchin pide para Centroamérica, cuyos gobiernos siguen
teniendo respaldo sólido de los grupos empresariales, que serían los más
afectados por una reforma fiscal. Pero la disyuntiva es clara: ceder para
ganar. Es decir, reducir utilidades a cambio de hacer viables esas naciones
para inversión, desarrollo y mercado de consumidores, o dejar que sea el crimen
trasnacional el que determine el futuro de la región.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter:
@rivapa
(NOROESTE/
ESTRICTAMENTE PERSONAL/ Raymundo Riva Palacio/ 16/06/2017 | 01:00 AM)
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