¿Qué sucedería si Delfina
Gómez gana en el Estado de México? A la pregunta hipotética ya hay varias
respuestas. La derrota del PRI significaría la primera alternancia en la cuna
del Grupo Atlacomulco, la aristocracia del régimen. Sería un duro golpe a las
aspiraciones presidenciales del equipo que encabezan el Secretario de Relaciones
Exteriores, Luis Videgaray, y el Gobernador Eruviel Ávila. Mandaría igualmente
el poderoso mensaje hacia el interior del PRI sobre el capital agotado del
Presidente Enrique Peña Nieto para ganar una elección, que podría acelerar la
diáspora. Pero hay algo mucho más grave de lo que no se está hablando. Una
victoria de la candidata de Morena, puede significar la entrada a la pesadilla
judicial del Presidente Peña Nieto, a más de un año antes de finalizar su
sexenio.
No se puede descartar como
escenario, que el triunfo de Gómez tenga como una primera con objetivos
políticos claros, el arranque de la persecución penal contra los mexiquenses
por corrupción y mal uso del poder. Prospectos abundan, debido a la decisión de
Peña Nieto de gobernar mayoritariamente con mexiquenses, que en la coyuntura
actual muestra vulnerabilidades inexistentes con anterioridad ante el
avasallamiento de sus paisanos en el Gobierno federal. El inicio de procesos
contra ex funcionarios mexiquenses que ocupan actualmente cargos en el Gabinete
federal, no significaría necesariamente una tentación revanchista de Gómez, su
jefe político, Andrés Manuel López Obrador, pero sí se convertiría en una
bandera de campaña excepcional rumbo a 2018.
¿Qué mejor cruzada contra la
mafia del poder que llevar a juicio a algunos de sus personeros acusados de
corrupción? Este fenómeno no fue un factor en la anterior campaña presidencial,
ni nunca antes lo había sido. No es así ahora, donde la corrupción se ha
convertido una variable indisoluble de las campañas electorales y que hay
ayudado a definir elecciones contra el PRI.
López Obrador y Gómez han
ventilado públicamente algunos temas de alto impacto relacionados con
corrupción. Los principales están relacionadas con las constructoras OHL, la
española y su filial mexicana, y la brasileña Oderbrecht, donde los nombres que
se asocian con ellas son los de Gerardo Ruiz Esparza, el Secretario de
Comunicaciones y Transportes, y Emilio Lozoya , ex director de Pemex. Ruiz
Esparza ocupó el mismo cargo en el Estado de México, cuando el Gobernador era
Peña Nieto, y Lozoya estuvo en el equipo de mayor confianza en la campaña
presidencial de 2012.
Las dos empresas enfrentan
juicios que han salpicado al gobierno de Peña Nieto. Abrir una investigación a
nivel estatal en su contra, más allá de qué tan sólidas pueden ser las
acusaciones, o qué tanto puedan probárseles delitos, generarán una turbulencia
nacional e internacional que se empataría con la percepción de que el peñismo
suda corruptelas e impunidad. Si esto es cierto o no, es irrelevante. Una
mayoría de mmexicanos así lo creen, y en el mundo, según se aprecia con
numerosos despachos de los corresponsales extranjeros, también. Material para
jugar en los medios abunda. La pregunta de cuántos miembros del gabinete
peñista podrían terminar en la cárcel, se antoja extremadamente atractiva para
el electorado, ante la creciente distancia de Peña Nieto con sus gobernados.
El mayor problema que tiene
el Presidente es que hay más casos donde personas cercanas a él están
salpicadas por presunta corrupción y puede abrirse una investigación en su
contra. Un ejemplo donde la prensa ha documentado irregularidades e
ilegalidades es en Caminos y Puentes Federales, que dirige Benito Neme, que fue
abogado electoral de Peña Nieto en el
Estado de México, y en las concesiones de peaje entregadas a la familia
Alcántara, del Grupo Atlacomulco, cuya inexperiencia ha generado incontables
problemas para los usuarios, resultado de la entrega de la concesión por del ex
subsecretario de Comunicaciones y Transportes, Raúl Murrieta, que relevó a
Videgaray como Secretario de Finanzas en la parte final del gobierno de Peña
Nieto en el Estado de México, y en el arranque de Ávila.
Los mexiquenses aparecen por
todos lados en casos que huelen a gas. El Secretario de Desarrollo Social, Luis
Enrique Miranda, que fue secretario general de Gobierno en los tiempos de Peña
Nieto, es el principal protector del ex Gobernador de Nuevo León, Rodrigo
Medina, y el principal amigo de la familia Miguel, perseguida por la ley en el
pasado, mientras otro de los del círculo íntimo del Presidente, Felipe
Enríquez, con vínculos en Monterrey y Toluca, y a quien hizo Embajador en
Uruguay, aparece en las indagaciones sobre ventas irregulares de tierras en
Quintana Roo, durante el gobierno de Roberto Borge.
Es decir, material hay para
alimentar la sed de venganza en el coliseo mexicano, y quizás, incluso, hasta
para llevar a la cárcel a algunos de ellos. Si ganara Gómez, difícilmente le
daría tiempo a su procurador de terminar de armar los casos, pero en un País
donde la justicia se maneja políticamente, cuánto tarde es secundario, porque
la administración del escándalo caminaría a la par de la campaña presidencial.
Un golpe maestro sería
iniciar una investigación al propio Presidente Peña Nieto. Es cierto que tiene
fuero, pero que Gómez dijera que esperará a verse las caras el 2 de diciembre
de 2018, sería suficiente material para el linchamiento. Ciertamente lo escrito
aquí es un escenario político. También lo es que este infierno se puede evitar,
o cuando menos aplazar por un tiempo, siempre y cuando la candidata de
Morena pierda la elección, y el
candidato del PRI, Alfredo del Mazo, triunfe.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 10/05/2017 | 04:09 AM)
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