Trabajadores en una línea de producción
de autopartes en la fábrica de Bosch en San Luis Potosí, México. El presidente
Trump ha amenazado con imponerle un arancel de 35 por ciento a los productos
importados desde México. Credit Pedro Pardo/Agence France-Presse — Getty Images
¿CUÁNTO DAÑO LE PUEDE HACER MÉXICO A ESTADOS UNIDOS?
En épocas normales esta
pregunta no estaría en la mente de los políticos mexicanos. Durante el último
cuarto de siglo los gobiernos de México se han esforzado en superar el
resentimiento histórico del país contra Estados Unidos para establecer una
relación más cooperativa con su poderoso vecino del norte.
Sin embargo, estas no son
épocas normales. Mientras el presidente Donald Trump se apresta a renegociar o
abandonar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el
objetivo estratégico más importante de México se puede resumir en una sola
palabra: disuasión. Para ello, debe convencer a Trump de que si acaba con el
acuerdo comercial en el que México ha puesto sus esperanzas de desarrollo,
entrelazando su economía de una manera cada vez más cercana a la
estadounidense, Estados Unidos también sufrirá.
El desafío crucial para
México es que la amenaza debe ser convincente.
El problema mexicano, al
confrontar al gobierno hostil de Trump, es la enorme asimetría de la relación
bilateral. Terminar con el TLCAN afectaría a Estados Unidos: seis millones de
empleos estadounidenses dependen de las exportaciones a México, según los
funcionarios mexicanos. Pero para los mexicanos el resultado podría ser
devastador.
México ha dependido del
tratado para atraer capital extranjero al país, no solo asegurando para las
empresas multinacionales el acceso estable al mercado de consumo más grande del
mundo, sino también garantizando que sus inversiones estén seguras, señaló Luis
Rubio, quien dirige el Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC) en
Ciudad de México.
Los primeros esbozos de la
estrategia mexicana se notaron el lunes, cuando el presidente Enrique Peña
Nieto declaró que las negociaciones para una futura relación con Estados Unidos
no se limitarían al comercio.
“Traeremos a la mesa todos
los temas”, dijo en un discurso. “Sí, el comercio, pero también la migración y
los temas de seguridad, incluyendo la seguridad fronteriza, las amenazas
terroristas y el tráfico de drogas ilegales, armas y efectivo”.
Quiso sugerir que la
totalidad de la relación bilateral está en juego: ¿el gobierno mexicano seguirá
cooperando en la lucha contra el tráfico de drogas? ¿Seguirá evitando que los
terroristas extranjeros usen México como una vía para entrar a Estados Unidos?
Si sube la apuesta lo suficiente, quizá México pueda hacer que Trump
reconsidere su política comercial.
“México tiene muchas cartas
bajo la manga”, dijo Jorge Castañeda, un ex secretario de Relaciones Exteriores
que ha propuesto un acercamiento combativo.
Dejen que Trump saque a
Estados Unidos del TLCAN, argumenta. En vez de detener a los migrantes
centroamericanos en su frontera sur, México debería dejar que pasen y recorran
el camino hasta Estados Unidos. “Veamos si su muro mantiene afuera a los terroristas,
porque nosotros no lo haremos”, agregó Castañeda.
No todos los mexicanos
comparten estas ganas de pelea. Algunos analistas creen que hay potencial para
una situación en la que un nuevo TLCAN beneficie a todos. “Siempre he creído
que no se debe desperdiciar una buena crisis”, dijo Arturo Sarukhán, un ex
embajador de México en Estados Unidos. “Podríamos terminar modernizando y
mejorando el TLCAN”.
Hay observadores en
Washington que comparten la opinión de que la hostilidad de Trump hacia el
TLCAN podría tener consecuencias positivas. El acuerdo que data de hace un
cuarto de siglo. Debería modificarse de cualquier forma, aunque solo sea para
lidiar con aspectos como la protección de la información, los crímenes
cibernéticos y el comercio electrónico, que no existían a principios de los
noventa. Los acuerdos paralelos sobre el medioambiente y los derechos laborales
también podrían mejorarse.
Muchos aspectos podrían
actualizarse, dicen los expertos en comercio. Por ejemplo, sería útil asegurar
que proyectos gubernamentales se abrieran a empresas de los tres países socios
del TLCAN. Con algunos cambios al tratado, empresas mexicanas y estadounidenses
de transporte podrían operar libremente en ambos países. Por otro lado, la
frontera entre México y Estados Unidos se beneficiaría de más inversiones en
infraestructura para integrar redes energéticas, reducir las filas
congestionadas en los cruces fronterizos y medidas similares.
Ahora que Trump abandonó el
Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), que habría enlazado a
América del Norte con otros nueve países del Pacífico en un gran bloque
comercial, algunas de sus disposiciones podrían integrarse en un nuevo tratado
de América del Norte.
Gary Hufbauer, del Peterson
Institute for International Economics a favor del comercio en Washington,
sugiere que el nombre “TLCAN” debe eliminarse, pues tiene una mala reputación.
Pero gran parte de su esencia podría quedarse, quizá en forma de acuerdos
bilaterales separados con Canadá y México.
“Trump quiere obtener algunas
victorias fáciles”, señaló Hufbauer. Si puede anotar puntos políticos
utilizando su cuenta de Twitter para convencer a algunas empresas de mantener
los empleos en Estados Unidos, ¿por qué arriesgarse a afectar la economía
estadounidense abandonando el acuerdo comercial de América del Norte? “Quizá
esa sea la reconciliación”, dijo Hufbauer.
Sin embargo, es difícil
reconciliar la propuesta de un pacto comercial más efectivo y mejorado en
América del Norte con la forma en que Trump frecuentemente describe el comercio
como un juego de suma cero en el que Estados Unidos inevitablemente pierde.
Según Trump, mejorar el TLCAN
significa eliminar el excedente comercial de México con Estados Unidos y
limitar las inversiones por parte de multinacionales estadounidenses en México.
Pero no se puede eliminar rápidamente un excedente comercial de 60 mil millones
de dólares con un nuevo TLCAN… a no ser que fije límites increíblemente
draconianos para las importaciones o establezca requisitos de contenido local
que podrían ser tan dañinos para México como abandonar el pacto por completo.
Muchos funcionarios mexicanos
temen que este tipo de cambio draconiano es lo que Trump tiene en mente. Sería
rentable políticamente, por lo menos a corto plazo. Y le enviaría un mensaje a
China… un rival formidable que además es el siguiente en la lista de Trump. Si
Canadá sale bien librado con un acuerdo independiente con Estados Unidos para
remplazar el TLCAN, México estaría solo en una batalla existencial por su
futuro.
En este caso, puede que
México no tenga otra alternativa que aumentar la apuesta y tener la esperanza
de llegar a la mesa de negociaciones con una amenaza que por lo menos sea tan
creíble como la promesa de Trump de acabar con el acuerdo.
La postura de negociación de
Trump sí tiene algunos puntos débiles. Por un lado, dijo Mickey Kantor, el
embajador comercial estadounidense que llevó a cabo las negociaciones del TLCAN
durante el gobierno de Clinton, “tiene la presión de lograr un acuerdo”.
Si México se defiende e
incluso permite que se disuelva el TLCAN, enviaría su propio mensaje a China:
la resistencia no es inútil. Además, la amenaza de Trump de elevar un 35 por
ciento los aranceles a México podría ser cuestionada fácilmente bajo las reglas
de la Organización Mundial del Comercio.
Desde luego, esa es una
estrategia muy riesgosa para México. Cuando Trump entró a la contienda
presidencial en junio de 2015, un dólar valía cerca de 15 pesos. Ahora vale
casi 21. Una confrontación frontal con Estados Unidos podría hacer que subiera
a 40, temen los funcionarios mexicanos, lo cual impulsaría una fuga de
capitales.
Sin embargo, esa podría ser
la carta más fuerte de México.
Como señaló Fred Bergsten,
director emérito del Peterson Institute, una ironía del acercamiento de Trump a
México es que debilitando tanto el peso, incrementa el déficit comercial
bilateral lo que aumentará la competitividad de México y lo hará más atractivo
para las inversiones estadounidenses. “Eso hundirá cualquier cosa que logre con
sus iniciativas de empresa por empresa”, agregó.
Hay escenarios peores. Lo más
inquietante sería que Estados Unidos presionara tan fuerte que México —su
economía, su gobierno poco popular, su orden público y su estabilidad política—
se acabara derrumbando.
Estados Unidos ha disfrutado
una frontera sur pacífica durante cien años, desde que Pancho Villa hizo sus
incursiones de ataque en el suroeste durante la Revolución mexicana. “Eso es
oro molido en este y cualquier otro mundo”, dijo Castañeda. “El mejor argumento
de México es: ‘No te metas con eso’”.
(THE NEW YORK TIME/EDUARDO PORTER /6 DE
ENERO DE 2017)
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