Hace 4 décadas se dotó a este pueblo con
2 mil 570 hectáreas, casi 4 veces la superficie de Ciudad Universitaria de la
UNAM; una vasta tierra salitrosa que hizo imposible cualquier cultivo. Con el
tiempo y por necesidad, la gente del ejido vendió parcelas o le fueron
expropiadas. Hoy se finca ahí el desarrollo industrial atraído por el
gasoducto, rodeando a esta comunidad marginada y con rezago social, pero donde
30 familias que solas emprendieron una pequeña empresa para aprovechar sus
predios al convertir el ‘veneno’ en el remedio: la explotación de sal.
Don José Manuel Payén Favela fue uno de
los pioneros del ejido Rosendo. Foto: Noroeste
Gabriela Soto y Francisco Cuamea
CUARTA PARTE DE UNA SERIE
Ciudad de México, 23 de junio
(SinEmbargo/Noroeste).– El Ejido Rosendo G. Castro, Ahome, Sinaloa, se fundó
rodeado de veneno puro para la siembra productiva.
La gente de la comunidad no
encontró en esta tierra un modo de vida para sobrevivir, pero por su ubicación
al lado del puerto de Topolobampo, hoy es estratégica para los desarrollos
energéticos millonarios que comienzan a instalarse en este punto del Pacífico
mexicano, a partir de la instalación de las líneas del gasoducto.
Fundado por Resolución
Presidencial del 7 de noviembre de 1969 del entonces mandatario Gustavo Díaz
Ordaz, este pueblo nació sobre terreno salitroso.
La resolución de la fundación del ejido,
publicada en 1969. Foto: Noroeste
Ningún cultivo pudo sostener
la vida ahí a pesar las 2 mil 570 hectáreas que se dotaron a 80 ejidatarios.
Una inmensa superficie muerta. Casi 4 veces el terreno de la Ciudad
Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La concentración de sales de
sus parcelas no permitió el desarrollo de cultivos, aunque tampoco intentaron
incursionar en la acuacultura, un negocio más propicio para estas tierras.
Don José Manuel Payén Favela
fue uno de los pioneros de esta comunidad. Procedente de Ojinaga, Chihuahua;
llegó hace poco más de 40 años, cuando apenas se fincaban las primeras
viviendas.
Los muros del exterior de su
casa son de madera y atiende en una mesa comedor que está en el terreno del
frente. Tiene 76 años y camina con ayuda de un bastón.
De piel morena clara, bigote
cano, viste una camisa azul de manga larga, en cuya bolsa atesora el último
cigarro de una cajetilla. Se protege del sol con una gorra de Harry Potter.
-¿Es ejidatario?, se le
pregunta.
-Tiene tierras salitrosas,
responde su esposa, quien sale detrás de él y suelta la risa de burla.
Don Payén toma la palabra con
serenidad y adquiere un tono de nostalgia conforme recobra algunos recuerdos.
“Sí se llegó a sembrar las
tierras, pues unas se ‘libertaban’ y otras no porque era salitrosa la tierra.
Para lavar las tierras tuvimos que sembrar arroz. Nomás para lavarla y tener un
pretexto; se consiguió un crédito para eso y se logró un poco de la cosecha y
lo que se perdía lo pagaba el Gobierno, porque ya no se pudo dar”, recuerda.
“Sembramos una vez (arroz) y
ya después sembramos maíz. Alcanzó a llegar a los elotes, porque la misma
necesidad de la gente […], no puedo decirles rateros, la misma necesidad,
¿verdad?”
También sembraron trigo y
caña, pero no se lograron. Por eso, quien también fue comisario del ejido, se
dedicó a los oficios después de trabajar en Pemex. Es el de yesero del que se
siente con mayor orgullo.
Había que llevar el pan a la
mesa de alguna manera. Pero definitivamente, no por medio de sembrar la tierra,
porque como lo explica José Armando Infante Fierro, cronista de Los Mochis, la
gente de este ejido nació enterrada en la marginación.
“La mayoría de sus hectáreas,
que la dotación original era de 2 mil 570 hectáreas, eran tierras salitrosas,
cerriles, de tal manera que no eran en su gran mayoría susceptibles al cultivo,
así que desde un principio se les dieron tierras que prácticamente los
enterraban en un mundo de marginación”, comenta.
“No solamente tenemos esa
marginación de las condiciones de las tierras que son de cultivo, agrarias o de
uso ganadero, sino también los centros de población de lo que se conoce como
Rosendo G. Castro o el Campito, ahí en esa parte, pues tenemos precisamente que
son tierras muy bajas y que constantemente padecen de inundaciones o son áreas
que difícilmente se les puede dotar de servicios”.
De ejidatarios sólo tienen el
título. Poco a poco han ido vendiendo sus parcelas y otras les han sido
expropiadas desde su fundación. De 80 que iniciaron hace 40 décadas, apenas
quedan cerca de 20 con parcelas.
Infografía: Noroeste
En Ojinaga, don Manuel
trabajó en la “labor”, en las parcelas agrícolas chihuahuenses, llegó a
Topolobampo para trabajar en Pemex y aprendió el oficio de electricista.
Sólo estudió hasta tercero de
primaria, pero de acuerdo con el Instituto Nacional de Geografía y Estadística
(Inegi), no es el único en el Rosendo G. Castro con escolaridad trunca.
Con 670 habitantes, el 16 por
ciento de la población de 15 años y más tiene incompleta su educación básica;
de hecho, el promedio de años de escolaridad es de 8.
Otro 8 por ciento es
analfabeta o no cuenta con estudios. Un 10 por ciento más, en un rango amplio
de edad, de los 3 a los 24 años, no asiste a la escuela.
Con una tierra salitrosa,
improductiva y sin un patrón de estudios completos, los ejidatarios han buscado
la supervivencia en oficios como la albañilería, herrería, soldadura, el yeso,
o como veladores.
El porcentaje de desocupación
de la población es del 20 por ciento.
Otros han migrado a los
Estados Unidos o se han empleado en Petróleos Mexicanos (Pemex) o la Comisión
Federal de Electricidad (CFE), las dos paraestatales con plantas industriales a
sólo un par de kilómetros del ejido.
Aunque para las mediciones de
la Secretaría de Desarrollo Social, el rango de rezago del ejido Rosendo G.
Castro es muy bajo y el de marginación es bajo, el 23 por ciento de la
población carece de derecho a la salud; sólo 12 viviendas tienen conexión a
internet y el 5 por ciento tienen piso de tierra. En el 13 por ciento de las
casas no hay ni refrigerador.
También es un pueblo adulto,
pues el 63 por ciento de la gente es mayor de 18 años y un 8.5 por ciento
supera los 60 años.
Con la llegada del gasoducto,
el desarrollo industrial se fincará sobre estas tierras salitrosas. Ya llega la
planta de amoniaco que, con una primera inversión de mil millones de dólares,
será una de las más grandes de Latinoamérica, además de una planta fotovoltaica
para producir energía eléctrica y un parque industrial.
La gente del Ejido Rosendo G.
Castro, sin embargo, quedará atrapada en medio del polo de desarrollo, algunos
en sus casas de madera, con piso de tierra, otros sin drenaje y todo el pueblo
con sus calles sin pavimento que se inundan cada vez que llueve… y vulnerable a
los ‘coyotes’ de tierra.
BUSCAN EL REMEDIO EN EL VENENO
A Jesús Ruiz Valdez se le ve
ir y venir en su moto por las calles del ejido. Le gusta estar enterado, es
participativo y, sobre todo, se advierte en él un carácter proactivo.
Antes era velador, pero hace
2 años, junto con 30 familias, decidió explotar la vocación de sus parcelas.
Son de los que se resisten a vender su patrimonio.
Ahora producen sal por medio
de la modesta empresa Nueva Salinera Diamante del Ejido Rosendo G. Castro. Ésta
se emplea para consumo de ganado, así como para la conservación de hielo y
curtiduría de mezclilla.
Nueva Salinera Diamante, no
obstante, no es un esfuerzo que esté en el mapa de los proyectos estratégicos
de la zona, a pesar de los planes industriales que se desarrollarán en el área
del Ejido Rosendo G. Castro.
De velador a micromepresario con ayuda
de YouTube. Foto: Noroeste
Para iniciar, don Jesús se
entrenó durante tres meses, a través de tutoriales que encontró en Youtube.
-Antes de producir sal, ¿qué
hacía usted?
-Antes de producir sal yo era
velador de una empresa.
-¿Cómo aprendió?
-Tuve cursos de capacitación
para saber cuál era el proceso de la sal, y aprendí. Los bajé de internet, son
programas muy buenos…
-¿Youtube?
-Sí. Ahí aprendí todo el
proceso, cómo se hacía, cuántos días, el equivalente de cada marea, cómo
hacerle para mejorar la producción según los ciclos de cada movimiento de la
luna y todo eso.
Va con el asunto del mar. Con
agua y sol producimos la sal. Y tiene su proceso, hay que meterla a
calentadores y dejar que el agua llegue a su nivel de salinidad, tengo
salinómetro para medir la densidad del agua, todo eso lo tengo y lo aprendí y
ahí está la muestra de que estamos produciendo.
Estos ejidatarios tienen una
superficie total de 300 mil metros cuadrados, o 30 hectáreas, disponibles para
la evaporación salina, la cual representa un potencial de producción de 150
toneladas por semana, o quizá hasta más.
Por sus recursos limitados,
sin embargo, apenas pueden trabajar 55 mil metros cuadrados, es decir, el 18
por ciento de su potencial productivo de donde consiguen de 10 a 15 toneladas
por semana en tiempo de frío y, en tiempo de calor, de 20 a 25 toneladas
semanales.
Para aumentar su capacidad,
producir sal de mejor calidad y que llegue a un precio de 800 a 900 pesos la
tonelada, estos ejidatarios necesitan invertir más dinero, pero no tienen.
El pueblo salinero que logró salir
adelante a pesar de todo. Foto: Noroeste
“Somos un grupo de salineros
que estamos trabajando con miles de dificultades porque nuestra salina se
compone de puras familias. Somos 30 familias que dependen de este trabajo”,
expone.
“Hemos pasado por muchas
‘penalidades’ porque somos de escasos recursos y somos de pobreza extrema;
nosotros estamos luchando por no vender nuestros terrenos, nos aferramos a
nuestras tierras y tratamos de trabajar; lo único que produce es sal de mar.
“Hemos recurrido a diferentes
partes, hemos acudido con (el Gobernador) Mario López Valdez en Culiacán, en el
Palacio de Gobierno, en sus oficinas. El año pasado quedó en apoyarnos y hasta
la fecha no ha habido ningún apoyo”.
-¿Cuánto dinero necesitarían?
Si hay desconfianza del
Gobierno, yo digo que nos pueden apoyar no con dinero sino en especie. Por
ejemplo, una bomba, material rústico, materiales que ocupamos, palas,
carretillas, aparatos para lavar sal, lavadora de sal, cosas así que son
implementos que se necesitan para tener sal de mejor calidad y que llegue a un
precio de 800 a 900 pesos la tonelada.
Actualmente venden la sal a
un solo cliente fijo, en 400 pesos la tonelada. Cuando los llega a buscar algún
otro particular han negociado precios de 700 pesos la tonelada.
“Es muy poco lo que vendemos
porque es muy poca la gente que nos conoce”, advierte don Jesús.
Su método de producción es
ancestral, a base de agua, sol y viento, lo que la naturaleza les provee.
“El trabajo que nosotros
hacemos es un trabajo muy pesado y realmente no reditúa en muchas ganancias,
porque no hay apoyo; porque podríamos producir más y podríamos vender a otras
personas que nos pagaran mejor, pero son muchos los requisitos, son muchos los
trámites, es una problemática muy grande”, lamenta don Jesús.
La Asociación Mexicana de la
Industria Salina explica que el método de sal por evaporación solar se utiliza
en el 85 por ciento de la producción del país.
“En términos generales”,
describe, “consiste en obtener agua de mar o salmuera natural para evaporarla a
través de la acción combinada de energía solar y eólica.
“Cuando la salmuera alcanza
su punto de saturación da inicio la cristalización del cloruro de sodio”.
Todos los días, don Jesús y
sus compañeros extraen agua de los canales por medio de bombas. Con ella
inundan la tierra demarcada en figuras cuadrangulares.
Una vez que el líquido se
evapora, surgen los cristales de sal que luego barren los trabajadores para
llenar los sacos en los que se empaca el producto.
Don Jesús dice que la bomba
que les ayuda a producir mayor tonelaje de sal está descompuesta, por lo que
prácticamente tienen ociosa más de la mitad de la superficie.
“Tenemos una bomba que es la
que nos hace producir más tonelaje, pero esa bomba de agua está descompuesta,
necesitamos aproximadamente de unos 15 a 20 mil pesos para arreglarla, ¡y de
dónde! Pues si no alcanza para sacar el sustento diario, menos para arreglar la
bomba”.
UNA INDUSTRIA SOCIAL DESPLAZADA
Los ejidatarios del Rosendo
G. Castro saben poco de los planes que el Gobierno de Sinaloa tiene para
detonar la industria alrededor de sus viviendas.
Han recibido solamente trozos
de información. Pedazos. Ahora están alertados, presienten que tiene una
oportunidad de recibir un beneficio y que los están dejando de lado.
Un ejemplo es la Nueva
Salinera Diamante que no ha recibido apoyos oficiales, a pesar de que los
ejidatarios han tocado puertas.
¿Tiene la industria salina
una oportunidad dentro del polo de desarrollo que se piensa detonar en este
punto de Topolobampo?
Según la Coordinación General
de Minería, la situación es relativamente estable en un mercado de demanda
ligeramente creciente y su potencial reside en los numerosos y distintos usos
de la sal, como la producción de sosa cáustica, cloruro de vinil, jabones y
detergentes, tratamiento de aguas, procesado de metales, fabricación de
alimentos de consumo humano y para ganado, entre otros.
Imagen: Noroeste
“La balanza comercial
mexicana de sal ha sido superavitaria; en 2012 las exportaciones fueron del
orden de 142 millones de dólares y las importaciones 2.7 millones de dólares,
con un saldo positivo de 139 millones de dólares. Las ventas al exterior se
realizan principalmente con Japón y Estados Unidos”, expone el documento Perfil
del Mercado de la Sal.
Datos del Servicio Geológico
Mexicano arrojan que la producción de sal en Sinaloa decreció en un 54 por
ciento, pues mientras que en 2010 se registraron 162 mil 567.10 toneladas, para
2014 se reportaron 74 mil 606 toneladas.
Precisamente, Ahome se
encuentra entre las 14 regiones productoras de sal en el país ubicadas por la
Coordinación General de Minería de la Secretaría de Economía del Gobierno
federal.
Los “monstruos” de la
industria salina, sin embargo, están en Baja California Sur donde se genera el
82 por ciento de la producción nacional, la cual casi en su totalidad se vende
en el mercado externo; le siguen Veracruz, Nuevo León y Colima que surten en el
mercado interno.
En 2014 y a pesar de su
descenso, Sinaloa produjo 61 por ciento más sal que Colima, según se desprende
de un análisis elaborado con datos preliminares del Servicio Geológico
Mexicano.
Para que los ejidatarios de
la Nueva Salinera Diamante tengan una oportunidad de competir en el mercado,
necesitan información e inversión.
El diagnóstico de la
Secretaría de Economía, a través de la Coordinación General de Minería, indica
que cuando se trata de empresas del sector social que se dedican exclusivamente
a la explotación de la sal y con planes de expansión y competitividad, el
proceso no resulta barato.
“Es necesario invertir en la
adquisición de equipo y herramientas hechas a base de metales que garanticen
una vida útil más prolongada, adquirir equipo de extracción y mecanización y
medios de transporte, construir y reconstruir salinas, bodegas e introducir
energía eléctrica donde no lo haya. Con esto se puede ahorrar en mano de obra,
aumentar la productividad y abatir precios”, dice.
‘ESTAMOS OLVIDADOS DEL GOBIERNO’
Más de uno lo dice: la gente del Ejido Rosendo G. Castro está olvidada por el Gobierno.
Lo dicen en eventos públicos, en pláticas en corto. Lo mismo se quejan las señoras, que los señores.
“Ninguna autoridad, después de que gana, ninguna autoridad se para por aquí, no tenemos ninguna ayuda del gobierno… vienen por el voto, se los damos y ya nos los volvemos a ver”, acusa Jesús Mayorga Medina, del Consejo de Vigilancia del Ejido.
“Estamos olvidados del gobierno”.
De los 80 ejidatarios que originalmente fueron dotados con tierra, a la fecha quedan solamente cerca de 20 con parcelas.
“Quedamos como unos 20 ejidatarios con parcela, la mayoría ya ha vendido a un bajo precio que si le digo… en 225, 250 (mil pesos), la parcela…”, asegura quien es soldador de oficio y velador.
Han sufrido al menos dos expropiaciones. Una de ellas solicitada por Pemex y que, a decir de Mayorga Medina, la paraestatal todavía les debe 9 millones de pesos desde hace 30 años. Por este motivo fueron a juicio.
También prepararan una batalla legal para recuperar, u obtener algún beneficio, de la expropiación de 499 hectáreas del 2 de diciembre de 1991 para la construcción de reservas territoriales patrimoniales.
Los ejidatarios apelan a una cláusula según la cual debe regresar a su propiedad si las parcelas siguen ociosas después de 5 años de la expropiación.
Básicamente, lo que el ejido busca es que los desarrollos millonarios que se ubicarán en esta zona negocien con ellos directamente.
“Ahorita tenemos un abogado para meter una contrademanda por eso, porque desde que se nos expropió ha sido de particulares que estuvieron en el poder en ese entonces, que viene siendo cuando (Francisco Labastida) fue Gobernador; son otros ricos de Mochis que se han adueñado de 570 hectáreas que eran ejidales y las pagaron a bajo precio”, informa Mayorga.
HIJO DE LABASTIDA ACUSA SABOTAJE
Los reportajes que Noroeste ha publicado esta semana sobre la controversia ambiental que surge con la planta de amoniaco en Topolobampo, apuntan a sabotear el inicio de una nueva etapa de industrialización, acusa Francisco Labastida Gómez de la Torre.
Por medio de una carta dirigida a esta casa editorial, el Secretario de Desarrollo Económico del Gobierno de Sinaloa asegura que en este proyecto industrial no se han dejado de cumplir las condicionantes que impuso la Semarnat a la empresa Gas y Petroquímica de Occidente, la desarrolladora de la fábrica, para establecerse en la Bahía de Ohuira, la cual está dentro de un humedal de importancia internacional.
En los 11 párrafos de la misiva, sin embargo, el titular de la Sedeco no explica la intervención que su padre Francisco Labastida Ochoa tiene en la gestión e impulso de la planta de amoniaco ni por qué los involucrados son personas estrechamente vinculadas a él.
“A lo largo de esta semana”, dice Labastida hijo, “se publican reportajes que reiteran supuestas violaciones en materia ambiental, argumentando con ‘refritos’ que ya han sido condenados en los juzgados, con dichos sin el menor rigor periodístico, aseveraciones sin ser contrastadas como, suponemos, exigiría una labor periodística seria, textos que contienen confusiones conceptuales elementales, pero que apuntan de manera consciente o no a sabotear el inicio de una nueva etapa de industrialización”.
El lunes, Noroeste comenzó la
publicación de la serie Ohuira: una reserva natural amenazada por el
influyentismo en la que se documenta cómo la Semarnat permitió que una planta
de amoniaco se instale en un sitio Ramsar, considerado un humedal de
importancia internacional por su relevancia para el ecosistema.
También da cuenta del papel
que jugó Labastida Ochoa, ex candidato presidencial por el PRI, como gestor del
proyecto y como la persona que unió a amigos cercanos y políticos, así como a
su propio hijo, en la gestión de la fábrica de fertilizantes.
El 21 de febrero de 2014,
Carlos Castillo Sánchez, director Regional de la Comisión Nacional de Áreas
Naturales Protegidas en Hermosillo, opinó que la planta de amoniaco no debía
ser autorizada porque contraviene las normas de protección ambiental.
“(El proyecto) se encuentra
totalmente dentro del sitio Ramsar Lagunas de Santa María, Topolobampo, Ohuira
y en la zona de influencia del área de protección de flora y fauna Islas del
Golfo de California”, argumenta en el oficio de solicitud de opinión técnica,
con el folio F00.DRNOyAGC.-066/14.
“…Se encuentra dentro del
Sitio Ramsar, por lo que es obligatoria su conservación”.
En su carta a esta Redacción,
Labastida Gómez de la Torre desacredita la categoría Ramsar dada en 2009 por la
Conanp, organismo de la Semarnat, al sistema de lagunas
Ohuira-Topolobampo-Santa María. Se lo atribuye a una organización civil
destinada al cuidado de aves migratorias.
“El Sitio Ramsar”, expone,
“fue propuesto por una organización civil, Dumac. Su solicitud de listado
consideró un polígono de manera arbitraria, sin un programa de conservación y
manejo; y sin observar los planes y programas de desarrollo estatal y
municipal”.
El Secretario de Desarrollo
Económico también subraya que un Sitio Ramsar no impide la construcción de un
proyecto industrial o urbano.
El Artículo 60 TER de la Ley
General de Vida Silvestre, no obstante, prohibe la remoción, relleno,
trasplante, poda o cualquier obra o actividad que afecte la integralidad del
flujo hidrológico del manglar, del ecosistema y su zona de influencia”.
O que perjudique las zonas de
anidación, reproducción, refugio, alimentación y alevinaje; como es el humedal
de la Bahía de Ohuira.
Especialistas, como Diana
Cecilia Escobedo Urías, directora del Centro Interdisciplinario de
Investigación para el Desarrollo Integral Regional, unidad Sinaloa, que
pertenece al Instituto Politécnico Nacional, han sostenido que no es
recomendable desarrollar este proyecto energético dentro del humedal.
“Es que no debería de ser. En
términos ecológicos, no es recomendable. Si el Gobierno mexicano solicita a la
Convención de Ramsar la inclusión del sistema de laguna Topolobampo a la lista
de humedales Ramsar, entonces se entiende que las propiedades son dignas de
conservar”, asevera.
“Es absurdo que autoricen un
proyecto de esta envergadura dentro de los límites del polígono Ramsar,
alegando que no hay impacto”.
ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR
SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE NOROESTE.
(SIN EMBARGO.MX/ REDACCIÓN / JUNIO 23,
2016 - 5:05 PM)
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