Las portadas de la prensa
nacional e internacional no pudieron ser más elocuentes el domingo. Bombas
molotov en Veracruz y Zacatecas, violencia en Chihuahua, Hidalgo y Sinaloa,
documentos apócrifos contra el PRD en Quintana Roo y contra el PRI en
Zacatecas, nuevos videos y audios en YouTube que vinculaban a un candidato a
gobernador con Los Zetas.
La información sobre la
jornada electoral del 5 de junio subrayó la violencia de la contienda.
Denuncias en el Instituto
Nacional Electoral donde se exigió la renuncia del secretario de Gobernación.
Decenas de detenidos por presuntos actos electorales en varios estados, dos
incidentes de alto impacto que involucraron enfrentamientos de la Policía con
dos senadores panistas en Quintana Roo y Veracruz. Ningún suceso que afectara
las elecciones en sí mismas, pero que el ensordecedor megáfono político
magnificó como si hubiera crisis.
Fue la síntesis de la
regresiva democracia mexicana que se vio en las últimas semanas, que se
desbordó por las 12 elecciones para gobernadores, cuya dinámica de
confrontación obedeció a que este domingo se empezaron a marcar los territorios
para las elecciones presidenciales en 2018.
Las noticias del domingo son
inconclusas en su mayoría y no permiten ver con claridad todo el escenario para
dentro de dos años y medio. Pero en una primera aproximación, se puede
argumentar que si la oposición quiere arrebatar al PRI la Presidencia, tendrá
que replantear su esquema de alianzas para estar en niveles competitivos.
Para entender la ecuación
habrá que responder las razones del porqué las expectativas de unos eran tan
distintas a las confianzas de otros en estos comicios que ya tienen reservada
su cita en el Tribunal Electoral. ¿Cómo es posible que si el presidente Enrique
Peña Nieto está reprobado en su evaluación en la mayoría de las 12 entidades en
contienda el PRI no fue apaleado? La aprobación del Presidente estaba en los
bajos 20%, razón por la cual los candidatos priistas lo escondieron de sus
campañas. Su figura era negativa y los empujaba al fondo. Los gobernadores
priistas locales no estaban mejor. En los nueve estados que gobiernan, el
electorado quería que saliera del poder y hubiera alternancia; seis de cada 10
electores en cuatro de ellos reprobaban la acción del Gobernador.
Con este nivel de rechazo a
los gobernantes priistas, varios estados en pugna debieron haber sido menos
complicados para la oposición, pero no lo fueron. Tlaxcala es un ejemplo, donde
las dos senadoras que contendieron por el PAN y el PRD son reconocidas por su
fuerza y talento, y sin embargo, el PRI les hizo la vida imposible.
Aguascalientes es otro caso, donde las estrellas alineadas para una
recuperación del poder por parte del PAN, se les descompusieron y estaba en el
umbral del fracaso. Oaxaca terminó el día con una decepción para la oposición
–sin que se pueda establecer la victoria de nadie–, por la confianza que tenía
el aspirante de la coalición PAN-PRD de derrotar al PRI.
La izquierda pudo arrasar en
Tlaxcala y Oaxaca, pero la diáspora de sus fuerzas y la incapacidad para llegar
a alianzas, les impidieron cantar victoria el domingo por la noche. En
Zacatecas sucedió algo similar, donde a lo largo de todo el día el candidato de
Morena estuvo varios puntos detrás del candidato del PRI, toda vez que el PRD y
el PT, sus aliados naturales, optaron por contender con otros compañeros de
elección. Tamaulipas no puede verse bajo esta ecuación, porque el choque entre
dos bloques políticos se definirá por cuál de los candidatos fue visto como el
menos contaminado por la delincuencia. Veracruz sale de la norma de este
domingo, por el fenómeno que se dio en el estado.
El gobernador Javier Duarte
se reunió en tres ocasiones con el jefe de Morena, Andrés Manuel López Obrador,
para llegar a un acuerdo. Según personas que conocen los detalles de las
reuniones, la propuesta fue apoyo a cambio de nada. Le convenía a ambos, le
dijo Duarte a López Obrador, porque este aumentaría su base electoral y él
dividiría a la oposición. Como a López Obrador no le importaba ganar este
domingo en ningún lado sino ampliar su territorio clientelar, el acuerdo cuajó.
Lo que no esperaban quienes avalaron la iniciativa de Duarte, es que la salvaje
lucha entre los candidatos del PRI y la alianza PAN-PRD, le abriera camino a un
candidato mediano de Morena que en el último tramo del cierre de las urnas,
podría arrebatarles incluso, la victoria.
Con la excepción de Durango,
Hidalgo, Puebla, Sinaloa y si para el cierre de esta edición no cambian las
tendencias en Quintana Roo, nadie podrá reclamar la victoria con certeza. Lo
que sí podrán comenzar a revisar los estrategas electorales que tienen en el
horizonte el 2018, es que la maquinaria electoral del PRI, por encima de sus
propios líderes, le continúa aportando el músculo que los hace competitivos y
evitar derrotas donde parecían inevitables. La fragmentación de la izquierda
ayudó a Morena pero no colocará a López Obrador en el nivel de competencia si
insiste en rechazar las alianzas. Para el PRD, este domingo es una gran lección
que como están, pronto se volverán irrelevantes. Para el PAN, el mensaje está
claro: si mantienen la conducción nacional como hasta ahora, la Presidencia no
se abrirá para ese partido en el próximo futuro.
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE PERSONAL”
DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 07 DE JUNIO 2016)
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