Carlos Beristáin fue el
experto sobre cuya evaluación de impacto en la salud de decenas de habitantes
en la parte amazónica de Ecuador, llegó a que la Corte de Lago Agrio
determinara que Chevron debía pagar más de 20 mil millones de dólares. Mucho
dinero, en efecto, para que esta multinacional se quedara con los brazos
cruzados. A partir de una versión en Netflix del filme Crude, donde los
abogados de los indígenas afectados hablaban con Beristáin, Chevron llevó el
litigio a una Corte de Distrito de Nueva York, que determinó en 2014 que el
juicio en contra de la petrolera había sido producto de fraude y actividades
mafiosas. Esa breve escena donde estaba Beristáin, que los abogados de los
indígenas lograron censurar del resto de las versiones del filme, fue el
elemento central del fallo que, sin embargo, no ha sido revertido en los
tribunales ecuatorianos.
El caso de Beristáin, nacido
en el País Vasco, doctor en sicología que desde 1989 trabaja en la atención a
las víctimas, la salud mental y los derechos humanos en América Latina y
algunos países de África, ha sido referido en este espacio por ser uno de los
miembros del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, que coadyuva en la investigación del caso
Ayotzinapa. Lo que sucedió en la corte neoyorquina fue resultado de un trabajo
de más de 2 mil abogados de 60 firmas que buscaron encontrar la forma de
desmontar el caso que esconde la historia negra de Chevron en su intento por
desacreditar el trabajo de Beristáin.
“Yo soy responsable de ese
estudio hecho con otros dos profesores, uno el mayor experto en análisis
cuantitativo y encuestas en el trabajo psicosocial en España, Darío Páez”, dijo
el doctor Beristáin en una conversación telefónica desde Bilbao, donde se
encuentra. “No sé nada de lo que luego pasó con el señor Cabrera y el juicio.
Yo hice un estudio según los más altos estándares sobre el impacto de la
contaminación, y ahí está el estudio, que es una referencia en ese tipo de
estudios todavía incipientes”. Richard Cabrera es el experto independiente
nombrado por la Corte de Lago Agrio durante el litigio, quien contrató a
Beristáin para realizar el impacto sobre salud.
Beristáin, Páez y otros
expertos de la Universidad del País Vasco –que financió el estudio–, elaboraron
un reporte sobre impacto ambiental de 132 páginas, que concluyó que había
afectado negativamente a 83.6% de las comunidades mestizas e indígenas. El
72.4% sufrió las consecuencias de accidentes petroleros que contaminaron sus
cursos de agua y tierra, que provocaron la muerte de decenas de animales y un
incremento significativo de casos de cáncer. Chevron se inconformó con
Beristáin, quien le respondió cada uno de sus argumentos contenidos en una
carta que entregaron a Cabrera en noviembre de 2008. Chevron no sólo buscó las
instancias legales, sino las clandestinas, a fin de descalificar el trabajo de
Beristáin, cuya metodología fue un estudio cuantitativo mediante una encuesta a
un mil 64 personas, de donde se obtuvieron los resultados planteados en el
impacto ambiental y sobre la salud en esa región del oriente ecuatoriano.
La empresa contrató los
servicios de la empresa de seguridad Kroll, para que reclutaran periodistas y
que hicieran un trabajo de investigación y espionaje, bajo su cobertura de
comunicadores. Lo que no contaban es que una de las periodistas estadunidenses
que buscaron, Mary Cuddehe, los denunció. En un artículo que publicó en la
revista The Atlantic en agosto de 2010, lo reveló. Cuddehe escribió que fue
contactada en México para hacer una “investigación” en la jungla amazonia.
“¿Estás interesada?”, le preguntaron. “Seguro te haría bien el dinero”.
Cuddehe recordó que quien la
contactó admitió que el caso en Lago Agrio se le estaba escurriendo a Chevron
de las manos desde el momento que nombraron al experto independiente, y que
cuando vieron que perdería la batalla de las relaciones públicas –y estimaban,
el juicio en 2011–, contrató a Kroll. “No estaba segura que podría hacer esto y
vivir con ello a cuestas”, apuntó. Le había dicho que “no había otra Mary
Cuddahe”, y que “si no quería hacer el trabajo, encontrarían cómo hacerlo”. El
trabajo sería por sólo seis semanas, por el cual le pagarían 20 mil dólares más
todos los gastos. Al final, como quedó claro con su publicación, optó por su
conciencia y dormir bien. No haría el trabajo sucio para Chevron buscando
debajo de las piedras todo lo posible por de-sacreditar a Beristáin.
No se tiene confirmado si
otros periodistas sí hicieron lo que Cuddahe prefirió no hacer. La información
que ha salido sobre el caso responde a otro tipo de descripciones y crónicas donde
surgió el nombre de Beristáin como parte del fraude que realizó el abogado
principal de los demandantes, un experiodista educado como abogado en Harvard,
Steven Donzinger, a quien el juez Lewis Kaplan encontró en la Corte de Distrito
de Nueva York, culpable de un fraude contra Chevron y de haber redactado el
informe de Cabrera que llevó el fallo contra la multinacional. “Los problemas
que se refieren después en el litigio no son de mi incumbencia y no he
participado en la redacción de nada más que este estudio”, aseguró Beristáin en
la conversación desde Bilbao. “Todo lo que se muestra en el estudio está hecho
con el más alto estándar de investigación”, ratificó.
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE
PERSONAL” DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 26 DE FEBRERO 2016)
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