Documentar cada paso del
proceso judicial que mostrara la lucha titánica contra una poderosa
multinacional que había contaminado una región del amazonia ecuatoriano y
provocado cáncer entre la población indígena, que construyera en el imaginario
colectivo la batalla donde el débil derrotaba al poderoso, era demasiado
atractivo para que Steven Donzinger, un experiodista graduado como abogado en
Harvard, decidiera en 2005 que su litigio en Ecuador debía tener la propaganda
como una herramienta adicional. Donzinger reclutó a un cineasta a quien le dio
acceso prácticamente ilimitado para que lo siguiera todo el día y filmara todas
sus reuniones de estrategia. La película se llamaría “Crudo”, un eufemismo de
petróleo en la industria de hidrocarburos.
Donzinger nunca se imaginó
que un error le costaría tan caro. Por descuido o soberbia, la victoria en la
corte ecuatoriana, que ordenó pagar 9 mil millones de dólares al gigante
Chevron por la contaminación en una región del noreste de Ecuador, fue
revertido por un tribunal en Estados Unidos. Un pasaje en “Crudo”, donde el
cineasta Joe Berlinger filmó a Donzinger y a otro abogado de su equipo, Pablo
Fajardo, mostró a Carlos Beristáin, que había sido contratado por el experto
independiente nombrado por la Corte, Javier Cabrera, para que hiciera la
evaluación ambiental en que se basó la sentencia contra Chevron, los iba a
poner en entredicho.
Nadie reparó en lo que
significaba que aparecieran Donzinger, Fajardo y Beristáin en la película hasta
que fue demasiado tarde. Beristáin, uno de los miembros del Grupo
Interdisciplinario de Expertos Independientes que coadyuva en la investigación
sobre los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, apareció unos cuantos
segundos en el filme, suficientes para cambiar el rumbo del juicio. En
diciembre de 2008, un mes antes de que se empezara a exhibir en Nueva York la
película, Donzinger recibió la versión del filme.
Cuando al abogado vio a
Beristáin que aparecía en una escena donde hablaba el equipo legal de
estrategia, se prendieron sus alertas. ¿Cómo explicar que el asesor
independiente cuyo trabajo sería fundamental en el fallo ecuatoriano contra
Chevron aparecía en un filme propagandístico? Donzinger le pidió a Berlinger
que cortara la escena. Igualmente hizo con Michael Bonfiglio, productor de
Crudo, a quien le dijo que si se dejaba en el filme, “todo el caso se
desmoronaría”. Pensaban que eso cuestionaría la independencia de Beristáin, y
sería tomado como un acto de colusión con los abogados para fabricar el
dictamen contra Chevron. “Por favor, remuévelos”, insistió Donzinger.
“Realmente no es mucho, pero puede complicar todo el caso”.
En un correo electrónico
mostrado en el juicio contra Dozinger en Estados Unidos del 22 de enero de
2009, Fajardo dejó sentado que la colusión entre ellos, Stratus, la consultora
de relaciones públicas de Boulder, Colorado, donde se escribió el reporte de
Cabrera y el propio “experto independiente” cuyo nombramiento fue manipulado
por ellos, que además le pagaron por su informe, era impropio. “Le imploró a
Bonfiglio y Berlinger que removiera (las imágenes de Beristáin) porque su
presencia podría llevar a descubrir lo que realmente había pasado”, se lee en
el expediente del caso. “Son tan serias, que podríamos perder todo”.
A regañadientes, Berlinger
editó la versión en el DVD y ocultó el involucramiento de Beristáin con los
abogados. La verdad no se hubiera descubierto de no haber sido por el tráiler
de un documental que narraba el llamado Caso del Lago Agrio, que fue visto por
Paul Dans, uno de los abogados de Chevron. De acuerdo con Michael Goldhaber,
quien hizo la crónica del descubrimiento fortuito en un largo texto titulado
Detective Story publicado en 2010 por la revista The American Lawyer, Dans no
pudo verla en el cine –donde se proyectaba la edición censurada–, pero sí en la
versión entregada a Netflix, que habían olvidado editar. Dans recomendó a
Chevron pedirle al juez todos los materiales filmados por Berlinger para
estudiarlos, de donde empezaron a extraer más pruebas que Donzinger había
cometido un fraude contra la empresa.
Una de las abogadas de
Chevron, Sara McMillen, escribió Goldhaber, se enfocó en el reporte de impacto
a la salud elaborado por Beristáin, luego que uno de los abogados ecuatorianos
de los demandantes envió un correo electrónico por error a Chevron con un
estudio de salud. McMillen analizó los dos reportes y concluyó que eran el
mismo. El reporte de Beristáin fue la parte central del llamado Informe
Cabrera, que de acuerdo con las conclusiones del juicio contra Donzinger y sus
asociados en una corte federal en Nueva York, no fue elaborado por el experto
independiente, sino por Stratus.
Según el fallo del juez Lewis
Kaplan, referido en la anterior columna sobre este caso, Donzinger y su equipo
“escribieron el dictamen de la corte y le prometieron 500 mil dólares a un juez
ecuatoriano para que fallara a su favor”. Fueron los redactores fantasmas de un
veredicto judicial para cometer un fraude contra Chevron, en el cual participó
directa y fundamentalmente Beristáin, de acuerdo con el fallo en Estados
Unidos, que está litigándose aún. Según el fallo del juez Kaplan, haber
recibido instrucciones de los abogados demandantes, fue “una actividad
cuestionable”. Beristáin está convencido que ésta es parte de una campaña de descrédito
en su contra, y da pruebas de ello. Su versión, y la lucha de Chevron en su
contra, se detallará en la siguiente columna.
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE
PERSONAL” DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 26 DE FEBRERO 2016)
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