lunes, 18 de enero de 2016

TRASGRESIONES EN LA SIERRA


La estrategia: atrapar al Chapo, aun por encima de los derechos de la población

Tamazula, Durango.- Pocos meses después de la segunda fuga de Joaquín el Chapo Guzmán, altos mando de la Armada de México y del Gabinete de Seguridad del gobierno federal, se reunieron con el presidente Enrique Peña Nieto para informarle que el capo se encontraba oculto en la sierra de Sinaloa, y que su captura, aunque factible, traería consigo daños colaterales.

Para nadie era secreto entonces que la segunda fuga del Chapo había puesto en ridículo al gobierno federal, particularmente a Peña Nieto, quien durante meses fue el hazmerreir en el mundo debido al escape del capo, y su deseo por recapturarlo era total, además de una fuerte presión por parte de Estados Unidos.

La orden del mandatario era capturarlo “costara lo que costara”.

El escenario parecía puesto para que elementos de la Marina entraran a las montañas de Sinaloa y Durango en busca del Chapo cuando ellos lo consideran pertinente, aunque ello significara aterrorizar a sus moradores y convertir la sierra en zona de guerra, e incluso desplazar a cientos de sus residentes.

DAÑO COLATERAL

La mañana del martes 6 de octubre de 2015, a las 7:15 de la mañana, Amayrani Ayón hablaba por teléfono con su mamá cuando escuchó un helicóptero que se acercó tanto a la choza donde estaba, que desde adentro pudo ver que el aparato apenas sobrevolaba encima de los encinos de la sierra.

Confundida cortó la llamada, y tímidamente se asomó para que los marinos la divisaran, cuando una ráfaga de disparos atravesó violentamente las láminas de su vivienda, localizada en El Duraznito, una ranchería perteneciente a Tamazula Durango.

Amayrani salió entonces de la casa para hacerse visible y gritar a los marinos que no le dispararan, cuando sintió los proyectiles de los disparos hundirse en la tierra, a menos de un metro de sus pies, obligando a la joven de 20 años a correr al monte, donde se ocultó entre los troncos de los encinos.

A esa misma hora, a dos kilómetros al oeste, José Heraclio Peña Nájera no alcanzó a escuchar los disparos que eran detonados en el Duraznito, porque el segundo de los helicópteros que minutos antes pasara rumbo a la sierra, sobrevolaba por encima de su casa.

Heraclio no tuvo tiempo de nada; de pronto una ráfaga de disparos se incrustó en techos, paredes y suelo, en tanto él tomaba a su mujer y a su hija, de cuatro meses para meterse todos debajo de la cama.

Según narra Heraclio, fueron segundos de vida o muerte, por lo que en cuanto pararon los disparos salieron corriendo al monte, donde permanecieron ocultos durante tres horas, debajo de unas piedras que hay bajo un arroyo.

“Cuando regresé me habían robado las cuatro ruedas de mi troca, y el parabrisas parecía que lo habían agarrado como tiro al blanco porque estaba hecho pedazos; dentro de la casa se habían llevado el colchón, y habían revuelto toda la casa”, explicó Heraclio, durante una visita que hizo Ríodoce a la ranchería El Águila.

La historia parecía repetirse en las rancherías de La Mesa, El Verano y el Río de los Barraganes, a donde los marinos llegaron con violencia para aterrorizar a la gente, con el único argumento de buscar al Chapo.

“Es lo que nos dijeron, que había hombres armados y que los andaban buscando”, dijo Reyna Sánchez, de la comunidad del Río de los Barraganes, que a diferencia del resto de los residentes de esa zona que prefirieron abandonar sus hogares y refugiarse en Cosalá, ella optó por quedarse en su domicilio, aunque significara ser prisioneros en sus propias casas.

ORDEN PRESIDENCIAL

Cada que alguien se atrevía a preguntar a los marinos porqué eran tan abusivos, la respuesta era que “ellos no eran abusivos, sino que recibían la orden de localizar y arrestar al Chapo, aunque ello significara afectar a la sociedad civil.

Un marino que habló con la condición de no ser identificado, dijo a Ríodoce que ellos estaban conscientes que se cometían ciertos abusos por parte de ellos, pero que esa era la estrategia presentada al presidente Peña Nieto por su gabinete de seguridad, y que ésta habría sido aprobada.

“Nosotros no sabemos quienes viven en esas casas o si hay gente armada, por eso la orden es llegar y disparar al aire, para que la gente se asuste, salga de sus casas y así nosotros localizar a quienes andan en malos pasos”, dijo el Marino.

La estrategia, más que localizar narcotraficantes o identificar a gente del Chapo, lo que provocó es que más de mil residentes de la zona de Tamazula y Guadalupe de los Reyes, fuera desplazada por la Marina y se refugiara con familiares en otros municipios.

Tan sólo el DIF Cosalá identificó a casi 250 familias de esa zona serrana que acudió a ellos para solicitarles algún tipo de ayuda.

Lorena Peña, una joven originaria de El Limón, el sitio donde el Chapo habría estado oculto a principios de octubre pasado y donde se habría dado un enfrentamiento entre marinos y gente del capo, recuerda que ese día, mujeres y niños de todas las rancherías salieron de sus casas y durante cuatro noches caminaron por la sierra hasta llegar a Cosalá, donde pidieron ayuda.

“Caminábamos de noche por el monte, porque de día los helicópteros andaban buscando a no sé que, y cada que veían algo allá iban, por eso dormíamos bajo las piedras de día, y de noche caminábamos”, relata Lorena, de 20 años.

OJALÁ SE MUERA

Como los marinos dijeron que la orden de atrapar al Chapo era presidencial, aunque ello significara desterrar a los residentes de la sierra, la figura de Peña Nieto se convirtió en los últimos meses en sinónimo que mejor describía el odio.

“Nosotros que daño le hicimos (al presidente para que ordene que vengan a desplazarnos; como no encuentra a los 43 estudiantes desaparecidos); al menos hubiera ordenado que entren a nuestras casas, pero que no nos saquen de ellas, ni que nos disparen”, dijo una mujer originaria de El Limoncito, cuya casa aún sigue tomada por elementos de la Marina.

En Los Pinos nadie pudo responder respecto a esa orden presidencial, mientras que el Departamento de Comunicación de la Marina dijo que sólo comentaban los boletines de prensa que eran publicados en la página de Internet de esa dependencia.

Lo cierto fue que, en esa zona serrana donde colindan los municipios de Tamazula y Cosalá, aparte de Peña Nieto hay otro personaje que sus residentes han aprendido a no querer, y éste es el Chapo Guzmán.

“Y no es que nos haya hecho algo, sino que trae puros atrasos; pues si es por él que nos cae la Marina, porque se viene a esconder a esta parte, y es cuando viene el gobierno y nos atrasa a todos por acá”, comentó un residente de esa zona serrana.

TAMBIÉN EN BADIRAGUATO

Pero no sólo en Cosalá y Tamazula se han visto afectados por la Marina; también Badiraguato ha salido afectado por elementos de la Armada.

Apenas el pasado 6 de diciembre, decenas de elementos de la Armada de México llegaron al rancho La Lagunita para confiscárselo a doña Consuelo Loera, mamá del capo, además de golpear a varios de sus trabajadores.

Uno de ellos, identificado únicamente con el nombre de Luis, dijo que durante seis horas fue torturado por los marinos, que le pedían información que les permitiera ubicar al Chapo, cuando éste aún no era arrestado.

“Me golpearon tanto, que yo sentía como me salía líquido de los oídos; al principio pensaba que era agua, pero después me di cuanta que era sangre”, recuerda Luis.

En Santiago los Caballeros también se reportaron abusos, lo mismo que en San José del Llano, y en Cosalá, incluso se habla de al menos una persona desaparecida.

Un marino que estaba a cargo del aseguramiento de La Lagunita, dijo durante un encuentro con Ríodoce que ellos no torturaban a nadie, sino que hacían todo operativo con apego a derecho.

Los residentes de la sierra sin embargo, se ríen de esa observación: “apego a derecho, y usted les cree. Si son unos ladrones que nos robaron las poquitas cosas que tenemos y que compramos con tanto sacrificio, para después venderlas quien sabe donde”, exclamó una mujer de El Limón, también desplazada.

EL CHAPO EN LA TUNA

La Tuna, Badiraguato.- En al menos dos ocasiones, Joaquín el Chapo Guzmán habría ido a La Tuna a visitar a su mamá luego de escaparse de la cárcel El Altiplano, en el Estado de México, confirmaron fuentes de esa región a Ríodoce.

“Mientras el gobierno lo buscaba quien sabe dónde, el venía para La Tuna, y se dejaba ver por la gente; pues porque la gente aquí lo quiere y lo protege”, observó la fuente.

Habría sido el Chapo quien en corto comentó con sus amigos más cercanos, que gracias a que estaba libre, las cosas se habían calmado en esa región de Badiraguato, pues había diferencias entre algunas familias y grupos que dominaban esa región, y que de no haber intervenido él tras su fuga del 11 de julio pasado, “hubiera corrido sangre”.

Tal vez por ello es que residentes de las comunidades de Huixiopa, El Barranco, Arroyo Seco, y La Tuna señalan que tras la captura del Chapo habrá consecuencias negativas en esa parte de la sierra, “porque de alguna manera, el capo controlaba esa región, y tras su arresto esa región será disputada a balazos”.

“Aquí la gente lo quiere porque ayuda, y porque controla para que todo esté bien”, señala don Pedro Burgos, residente de Huixiopa, y pariente lejano de Pedro Avilés.

Otra persona de Arroyo Seco dijo que el Chapo había llevado electricidad, drenaje, y había ayudado a poner pavimento en La Tuna, además de la iglesia que había mandado construir en ese mismo poblado.

“Yo no sé si en otros lugares ha ayudado, pero aquí sí lo ha hecho, y si no vea como están otros pueblos, donde ni siquiera energía eléctrica hay”, observó la persona, quien solicitó no ser identificado.

El alcalde de Badiraguato, Mario Valenzuela, señaló en alguna ocasión que ningún capo había ayudado a las comunidades, y que el único que él tenía conocimiento de haber hecho algo por su gente, era Rafael Caro Quintero, quien habría aportado dinero para que hubiera electricidad en La Noria, de donde es originario.

Sobre el arresto del capo, sólo hay lamentos en esa zona de Badiraguato. Y aunque Ríodoce llegó hasta La Tuna una vez arrestado el Chapo, esta vez no fue posible hablar con doña Consuelo.

“Esta cansada”, dijo la joven que la cuida.


(RIODOCE/ Miguel Ángel Vega/ 17 enero, 2016)

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