La monarquía árabe más
poderosa del mundo parece inmune a la inestabilidad de la región. También son
islamistas extremos y no respetan los derechos humanos, entonces ¿qué los hace
diferentes a sus vecinos?
Saudí Aramco es la compañía petrolera más importante del
mundo y al comenzar a cotizar en la bolsa es ahora la más cara, muy por encima
de Apple, que antes ostentaba ese lugar
"La lucha de Arabia Saudita contra
el terrorismo es ambigua. Para Arabia Saudita la amenaza principal no es
Al-Qaeda o ISIS, sino Irán”
Thomas Lippman investigador y periodista
especializado en Medio Oriente
266,000 millones de barriles de petróleo
en las reservas de Arabia Saudita
153 ejecuciones de prisioneros en 2015
47 personas ejecutadas por “terrorismo”
en enero de 2016
41% del PIB aproximadamente representan
sus ganancias petroleras
¿Por qué Arabia Saudita, un
país con tantas contradicciones, es un aliado tan cercano al primer mundo y
permaneció inmune a la Primavera Árabe?
La evidencia muestra que de
acuerdo con los estándares de Occidente la monarquía saudí es más una amenaza
humanitaria que un aliado en su búsqueda incasable de la democracia universal.
DERECHOS HUMANOS
El caso más polémico de la
violación de derechos humanos fue el caso de los 47 ejecutados, entre los que
se encontraba Nimr Baqir al-Nimr, clérigo chiíta condenado en un juicio
político ante Tribunal Penal de Arabia Saudita.
Excepto este hombre y tres
militantes chiítas, el resto fue declarado culpable de tener nexos con
Al-Qaeda.
Nimr había criticado
fuertemente al gobierno saudí, junto con otros siete activistas, y todos ellos
fueron detenidos por participar en manifestaciones para exigir reformas
políticas en el país.
Este es uno de los numerosos
casos en que se violan los derechos humanos, en donde los acusados que se
enfrentan a la pena de muerte, no se les permite ver a un abogado y a menudo
son condenados con base en “confesiones” obtenidas mediante tortura o malos
tratos.
Arabia Saudita ha sido
durante mucho tiempo uno de los países con el mayor número de presos en el
mundo.
Entre enero y noviembre de
2015, las autoridades saudíes condenaron a muerte al menos a 153 personas. Este
es el número de ejecuciones más alto que ha habido desde el año 1995, de
acuerdo con información de Amnistía Internacional.
AMBIGÜEDADES: EL YIHAD Y EL TERRORISMO
En 2003 una insurrección de
Al-Qaeda atacó la península arábiga y fracasó por la gran eficacia de las
fuerzas de seguridad saudíes. Pero también, porque la población no los apoyó.
Lo mismo ha sucedido con el Estado Islámico (ISIS).
En este sentido, Arabia
Saudita ha puesto todos sus esfuerzos en demostrar que se encuentra a la cabeza
del “verdadero” Islam.
Los saudíes han fortalecido
el rigor de la religión y no han escatimado en sus medios económicos para
mostrar esta visión del Islam en el extranjero. Lo que les ha ganado la fama de
ser “ambiguos” en su lucha contra el Estado Islámico y el terrorismo extremista
en la zona, pues el salafismo y el yihadismo envían el mismo mensaje, pero sin
las armas.
RUPTURA DIPLOMÁTICA CON IRÁN
La población en Irán es
chiíta, y la población saudí aprende desde la escuela a defenderse de ellos, ya
que los chiítas son considerados blasfemos.
Arabia Saudita privilegia la
guerra contra Irán, antes que la guerra contra ISIS, porque la principal
amenaza para Arabia Saudita no es ni Al-Qaeda ni ISIS, sino el país que se
gobierna desde de Teherán.
Si la legendaria guerra entre
sunitas y chiítas se siente más presente ahora, es por el actual conflicto entre
Irán y Arabia Saudita.
Visto desde la perspectiva de
Arabia Saudita, Irán amenaza sus intereses por todos lados: en el Líbano a
través de Hezbollah; en Irak a través de la influencia iraní en el gobierno de
Bagdad; en Yemen a través de los rebeldes hutíes; y en Siria a través del apoyo
a Bashar al-Asad. Claramente, para el gobierno de Riad esto es una guerra por
la influencia regional.
La ruptura de relaciones
diplomáticas con Irán, anunciada el domingo 3 de enero por Arabia Saudita, es
un nuevo giro en un viejo conflicto de por lo menos treinta años constantes.
Cuando Estados Unidos, gran
aliado de Arabia Saudita, firmó el histórico acuerdo nuclear para frenar el
acceso iraní a la bomba atómica a cambio de levantar sanciones, no solo se
frenaba la expansión de las armas nucleares en Oriente Próximo —además de poner
fin a 35 años de enfrentamiento entre Washington y Teherán—, también se
protegía la seguridad de Arabia Saudita.
Riad respondía con la ruptura
al fuego en su embajada en Teherán, hecho por unos manifestantes iraníes que
denunciaban la ejecución del clérigo chiíta Nimr al-Nimr.
Más allá de este episodio,
las dos grandes potencias de Oriente Medio compiten históricamente por la
hegemonía regional. Pues cada una pose el estandarte de “defensor” del
verdadero Islam: el sunnismo de Riad y chiísmo de Teherán, las dos principales
ramas del Islam. Pero también, su competencia en el mercado del petróleo.
Durante años, Arabia Saudita
ha dejado que el mercado le dicte el precio del barril. Con la llegada del
petróleo norteamericano, canadiense y brasileño, la producción saudí se elevó
aún más.
En respuesta a esta
situación, la estrategia de Arabia Saudita ha sido mantener su volumen de
producción en el mercado. Pudo haber elegido una estrategia de precios a corto
plazo, mediante la reducción de su producción. Sin embargo, optó por mantener
su producción hasta un nivel de precio 30 dólares por barril.
SIN PRIMAVERA ÁRABE
La Primavera Árabe, que
comenzó en 2011, condujo a enfrentamientos entre los dos países a través de la
intermediación de los aliados, entre ellos Siria, Bahréin y Yemen.
En Siria, desde 2011, Irán es
el principal apoyo del régimen de Bashar al-Asad, un miembro de la comunidad
alauita, una rama del chiísmo, y su principal relevo en la región, y a quienes
proporciona un gran apoyo militar y financiero.
Arabia Saudita, con el
consenso de Estados Unidos, apoya a los grupos rebeldes de la oposición, en su
mayoría sunita.
Si la Primavera Árabe no
triunfó en Arabia Saudita es porque el pueblo saudí considera como legitimo a
su gobierno. Los saudíes no se sitúan en un contexto de insurrección, sumado a
que la opresión en el seno del reino no les da la oportunidad de oponerse.
Si muchos jóvenes buscan una
vida social más liberal, esto no significa una rebelión política. No hay que
olvidar que lo que los saudíes aprenden en las escuela, que dentro de la
tradición del Corán, está escrito que un buen musulmán debe honrar y obedecer a
su líder.
(REPORTE INDIGO/ ANDREA MONTES RENAUD /
Viernes 29 de enero de 2016)
No hay comentarios:
Publicar un comentario