MÉXICO, DF (Proceso).-
Humberto Moreira no es cualquier priista. Como presidente del Partido
Revolucionario Institucional (PRI) coordinó la campaña de Enrique Peña Nieto
para lograr la candidatura presidencial de ese partido en 2012. Moreira fue
también gobernador, entre 2005 y 2011, de uno de los estados más profundamente
priistas en la nación entera. El PRI y sus antecesores han “gobernado” el
estado “libre y soberano” de Coahuila de manera ininterrumpida desde hace 87
años. Como en los viejos tiempos, en Coahuila el partido de Estado
sistemáticamente se impone con más de 60% de la votación en las elecciones y
tiene un control absoluto sobre la política y la prensa local.
Moreira, Emilio Chuayfett,
Peña Nieto, Miguel Ángel Osorio Chong, Jesús Murillo Karam y Pedro Joaquín
Coldwell son todos exgobernadores de estados que jamás han experimentado
“alternancia” alguna desde la creación del Partido Nacional Revolucionario
(PNR) en 1929. El cártel de mandatarios feudales priistas que gobernó Coahuila,
el Estado de México, Hidalgo y Quintana Roo, entre otros, asaltó Los Pinos con
cañonazos millonarios en 2012. Los integrantes de este grupo son los
responsables por la intolerable ola expansiva de violencia, corrupción,
represión y privatización que ha ahogado al pueblo mexicano durante el sexenio
actual.
El trato diferenciado que
Peña Nieto ha dado a Moreira y a Kate del Castillo constituye un elocuente
botón de muestra de las alianzas y las complicidades de las actuales
autoridades federales.
El gobierno ha mantenido a
Del Castillo bajo estricta vigilancia. Las autoridades sacaron fotografías
clandestinas de la actriz, filtraron ilegalmente sus conversaciones con Joaquín
El Chapo Guzmán y la llamaron a declarar ante la PGR. El secretario de
Gobernación, Osorio Chong, incluso ha tenido el cinismo de señalar públicamente
que “en la sociedad no cayó bien que (Del Castillo) estuviera tratando con
alguien que ha lastimado a muchas familias”.
En contraste, las autoridades
han mantenido un silencio sepulcral en el caso de las acusaciones en España en
contra de Moreira por corrupción, lavado de dinero y crimen organizado. En
lugar de divulgar fotografías y mensajes, el gobierno de Peña Nieto ha
presumido a los cuatro vientos que no existe investigación o seguimiento alguno
al exgobernador priista.
Otros integrantes de la mafia
de ex gobernadores del PRI gozan de protección similar. Murillo Karam todavía
no ha sido llamado a declarar por su indignante mentira histórica sobre los 43
estudiantes de Ayotzinapa, y Fidel Herrera, exgobernador de Veracruz, otro
estado controlado por el PRI desde hace 87 años, hoy despacha cómodamente como
cónsul del gobierno mexicano en Barcelona.
El enorme sufrimiento de las
familias mexicanas en la actualidad no es resultado de un señor llamado El
Chapo, y mucho menos de una actriz de Hollywood, sino de procesos mucho más
profundos y estructurales. Las instituciones del Estado mexicano se encuentran
hoy al servicio de los peores intereses corruptos y criminales. Como el rey
Salmán de Arabia Saudita, Peña Nieto abusa de manera dictatorial de su
población y no permite oposición alguna a su régimen.
Todos los días nos enteramos
de nuevos casos en que agentes estatales lastiman directamente a la sociedad
mexicana. En Guerrero, por ejemplo, el nuevo gobierno priista de Héctor
Astudillo nombró como su fiscal general a Xavier Olea, un oscuro personaje que
como abogado litigante defendió tanto a Raúl Salinas de Gortari como a Arturo
El Negro Durazo. Desde la llegada de Olea a su puesto, el pasado 11 de diciembre,
Guerrero ha sufrido una epidemia de secuestros y asesinatos, incluyendo el
plagio de cinco maestros de una escuela primaria en la comunidad de Santana del
Águila.
Hace unos días, en Veracruz,
cinco jóvenes fueron víctimas de desaparición forzada con la muy probable
complicidad de agentes de seguridad del Estado. Y en Colima el PRI robó una vez
más la elección para gobernador, con lo cual consolidó su predominio
ininterrumpido en la entidad durante 87 años desde 1929.
En 2014, la frase “Fue el Estado”
constituyó una manera ingeniosa de resumir y articular el reclamo generalizado
de una población harta del abuso de parte de autoridades que desaparecen
estudiantes, privatizan recursos nacionales, pactan con el crimen organizado,
destruyen el medio ambiente y roban a manos llenas. Todos juntos pudimos gritar
esta consigna al lado de los estudiantes de Ayotzinapa en una expresión de
utopía rebelde y universal.
Pero el caso de Moreira nos
recuerda que es importante afinar y precisar nuestro diagnóstico y exigencias.
El problema no es “el Estado” en sí, sino un sistema de corrupción y violencia
estructural que está acabando con cualquier semblanza del interés público o
general en el país.
El verdadero adversario no es
entonces “la política” como un espacio de lucha social y humanitaria (véase
http://ow.ly/XkmrW), y tampoco “los partidos” como organizaciones de
articulación de acción política, sino el sistema de autoritarismo neoliberal
priista en sus múltiples manifestaciones, que ha logrado engullir a sus otroras
adversarios del PRD y del PAN. Ha llegado la hora de dignificar la política,
articular la esperanza y conquistar el poder para el pueblo. l
www.johnackerman.blogspot.com
@JohnMAckerman
(PROCESO / ANÁLISIS/ JOHN M. ACKERMAN/27
DE ENERO DE 2016)
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