OAXACA, Oax. (apro).- Como en
el porfiriato, a quienes se ponen al gobierno no sólo se les castiga con
cárcel, sino que con el pretexto de la seguridad nacional y por su “alta
peligrosidad” se les recluye en penales de “exterminio”, como el del Altiplano,
en el Estado de México.
Muestra de ello es que el
Centro Federal de Readaptación Social Número 1 “El Altiplano” se ha convertido,
en sus 25 años, en el “infierno” para 38 oaxaqueños que, por participar en
movimientos sociales o magisteriales, han sido recluidos en ese penal para
mandar el mensaje de que toda “rebeldía” será sofocada con crudeza.
No hay que ir a prisiones de
exterminio como Guantánamo, en Cuba, o a Irak para confirmar las graves
violaciones a los derechos humanos y a las garantías individuales, basta con
ser recluido en este penal de máxima seguridad para constatar que la tortura y
la represión es algo que se sigue imperando en México.
En sus celdas han padecido 27
indígenas zapotecos de la región Loxicha, acusados de pertenecer al Ejército
Popular Revolucionario (EPR), así como el comandante Antonio, fundador del
Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), y el exrector de la Universidad
Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), Felipe Martínez Soriano, vinculado a
grupos insurgentes.
Ya en el 2006, por la
revuelta sociopolítica, fueron detenidos e internados en el peal Altiplano
Flavio Sosa Villavicencio y su hermano Horacio, así como el dirigente del
Comité de Defensa Ciudadana, Catarino Torres Pereda, por su participación en la
Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO).
Nueve años después, ahora con
la resistencia magisterial que se opone a la reforma educativa del presidente
Enrique Peña Nieto, fueron detenidos e internados en ese penal de máxima
seguridad los dirigentes de la sección 22 del Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación (SNTE-CNTE), Othón Nazariega Segura, Efraín Picazo
Pérez, Roberto Abel Jiménez García y Juan Carlos Orozco Matus.
El defensor de 152 indígenas
zapotecos de la región Loxicha procesados en tribunales federales y del fuero
común, acusados de pertenecer al EPR, Israel Ochoa Lara, consideró que el
traslado de los maestros y otros luchadores sociales a penales de máxima
seguridad es “ilegal e inconstitucional”.
En realidad no hay razón para
que se lleve a los detenidos a Almoloya con el pretexto de la seguridad
nacional y el criterio de “alta peligrosidad”, porque ni siquiera hay pruebas
de su culpabilidad, son probables responsables, sostuvo. El hecho de mandarlos
a esos lugares, advirtió Ochoa Lara, viola ese principio constitucional y viola
la convivencia con la familia porque para reinsertarse debe estar con su
familia y no aislarlo del entorno social.
También destacó que las
condiciones en que fueron trasladados los maestros vulneraron una serie de
disposiciones legales y podría proceder un amparo en contra de ese traslado
para que los regresen a sus lugares de origen, ya que a través de ese recurso,
recordó, se logró que a 27 presuntos eperristas los devolvieran a Oaxaca.
Tras la irrupción del EPR, el
28 de agosto de 1996, el Estado mexicano desplegó fuerzas federales a la región
Loxicha, considerada el bastión del grupo guerrillero, y detuvo a 152
indígenas, de los que 27 fueron enviados al penal de Almoloya.
Entre ellos se encontraban
Amadeo Valencia Juárez, Gerardo Ramírez Hernández, Roberto Antonio Juárez,
Santiago Pérez Almaraz, Laureano Ramírez García, Virgilio Cruz Luna, Prisciliano
Enríquez Luna, Alfredo García Antonio, Januario Crispín Almaraz Silva, José
Pacheco Contreras, Jordán Almaraz Silva, Genaro López Ruiz, Silvano Pacheco
Pacheco, Arnulfo Almaraz Valencia, Guillermo Pacheco Pacheco, Benito Almaraz
Enríquez, Eleno Hernández Almaraz, Agustín Pacheco Hernández, Paladio Luna
Pacheco, Felipe de Jesús Antonio Santiago y Juan Sosa Maldonado.
Entonces, agregó, en el caso
de los maestros procedería un juicio de amparo porque este internamiento es
inconstitucional, debido a que se busca alejarlos de su entorno social.
Con ello, el gobierno de Peña
Nieto repite lo que en su época hizo Porfirio Díaz, quien mandaba a los
rebeldes a San Juan de Ulúa o a Valle Nacional.
El objetivo es dar un castigo
ejemplar y dificultarle la defensa, “porque si no tienes recursos, tendrás que
quedarte con defensores de oficio, lo que confirma que si hay un proceso
represivo”, acotó Ochoa Lara.
Además, si bien las órdenes
de aprehensión que se libraron son por presuntos excesos cometidos durante las
manifestaciones magisteriales, existe un problema para acreditar la
responsabilidad directa de cada uno de ellos, “porque el hecho de ir a la
marcha no es delito”.
A casi 20 años de la
represión de los Loxicha, el responsable del Bufete Jurídico Popular sostuvo
que el Estado se ha ido afinando más su estrategia en cuanto a la forma de
control y represión social.
También mencionó que a los
maestros como a los desaparecidos de Ayotzinapa, Guerrero, se les vincula o
trata de ligar con el crimen organizado y, al meterlos en esa dinámica, la
acción deriva en una especie de “guerra de baja intensidad”, donde se busca
sofocar todas las expresiones de inconformidad y rebelión social que se puedan
dar y para eso el concepto de delincuencia organizada les funciona bien a las
autoridades de los tres niveles.
A su vez, Maurilio Santiago
Reyes, presidente del Centro de Derechos Humanos y Asesoría a Pueblos
Indígenas, reforzó que Almoloya fue construido como un penal para delincuentes
peligrosos, sin embargo, al recluir a luchadores sociales se manda el mensaje
de que también sirve para sofocar cualquier acto de rebeldía.
“Estamos viviendo una
situación como en tiempos de la dictadura militar en Chile, donde si no te
desaparecen, como a los normalistas de Ayotzinapa, entonces llenas los penales
de presos políticos”, puntualizó.
A su vez, el exrector de la
UABJO, Felipe Martínez Soriano, a sus 88 años, alertó que, en lugar de
disminuir la represión, ésta va en aumento, “y eso es grave porque habla de la
desestabilización del país y de un gobierno que no sabe cómo enfrentar las
cosas y entonces utiliza la represión”.
Además consideró que “esa
medida (de enviarlos a penales de máxima seguridad), no ha servido de nada; al
contrario, va aumentar la violencia porque en lugar de resolverse, crece la
inestabilidad del país”.
También recordó su paso por
el penal de Almoloya: “La cárcel siempre es triste, está uno aislado
totalmente, es la mayor tortura, es el aislamiento, lejos de las cuestiones
físicas y morales, es el aislamiento. Hay gente que no aguanta”.
Martínez Soriano, señalado de
ser el fundador del Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo
(PROCUP), fue detenido el 26 de junio de 1990 por su participación en el
presunto asesinato de uno de los vigilantes del periódico La Jornada, cometido
en abril de ese mismo año.
Antes, el 12 y 14 de junio de
1990 fueron detenidos David Cabañas Barrientos y el oaxaqueño Felipe Edgardo
Canseco Ruiz, a quienes se señaló como militantes del PROCUP.
Y fue en septiembre de 1996,
tras la irrupción del EPR, que autoridades de seguridad nacional lo trasladaron
al penal de Almoloya.
Ahí permaneció tres meses en
aislamiento y luego le permitieron ir y venir por módulos de control, donde
logró observar a Raúl Salinas de Gortari, a algunos narcotraficantes y presos
clasificados como altamente peligrosos.
“Ahí estuve dos años, vigilado
por dos o tres oficiales, como les llamaban, aunque en realidad son militares
en “servicio social” que mandan a cumplir su sentencia. La mayoría son
torturadores profesionales que se ensañan con los presos del fuero común, no
así con los del fuero federal o político”, confiesa el exrector en su libro
“Movimiento democrático universitario y testimonios de la cárcel”.
A ese penal también llevaron
a Jacobo Silva Nogales, conocido como el comandante Antonio del ERPI. Aunque
nació en Miahuatlán de Porfirio Díaz, Oaxaca, por diferencias políticas y
estratégicas relacionadas con la conducción de la guerrilla en México se separó
del EPR y fundó el ERPI en la localidad de El Charco, en el estado de Guerrero.
Fue detenido por la Policía
Federal en la Ciudad de México el 19 de octubre de 1999 y, el 24 de ese mismo
mes, lo ingresaron junto con su esposa Gloria Arenas Agis y dos personas más, a
ese penal mexiquense.
Y fue liberado el 29 de
octubre de 2009 del penal federal de máxima seguridad de Tepic, Nayarit, conocido
como “El Rincón”, tras haber ganado jurídicamente el segundo proceso de amparo
directo interpuesto el 8 de octubre de 2008.
Ya en el 2006, el dirigente
del Comité de Defensa Ciudadana, Catarino Torres Pereda, narró a Proceso que
“fui detenido el 6 de agosto como a las cuatro y media de la tarde. Los seis
agentes que me secuestraron me llevaron cubierto de la cara, me golpearon con
sus puños y sus armas. Me torturaron hasta dejarme en estado de desmayo para
llevarme a una casa de seguridad en Matías Romero”.
Añadió: “De ahí, el 7 de
agosto, me sacaron como a las once de la mañana para ser trasladado, en
helicóptero, a El Altiplano. Ingresé al penal de máxima seguridad, según el
expediente penal 35/2006, por los delitos de robo calificado, daños en propiedad
ajena, motín, sedición y privación ilegal de la libertad.
“Curiosamente, los ofendidos
eran los agentes ministeriales y de la Agencia Federal de Investigaciones,
encabezado por el delegado de la PGR Javier Dovala Molina, lo que confirma que
hay una consigna, un amasiato, un grado de complicidad entre los funcionarios
federales y estatales”, añadió.
Abundó: “En el Altiplano,
desde el momento en que llegas, la tortura es permanente, segundo a segundo,
minuto a minuto, hora por hora; es un infierno. Desde que llegas te sientan con
la cabeza boca abajo, las manos hacia atrás.
“Dos perros adiestrados
olfatean para revisarte de cabo a rabo. Te desnudan. Hay gritos, empujones.
Luego de pasar la primera aduana, te llevan arrastrando a un área conocida como
el Centro de Observación y Clasificación. Ahí te mantienen sin dormir las
primeras 48 horas frente a una cámara que te está vigilando.
“No hay posibilidad de tener
acceso a tu defensa o a familiares. A mí, la toma de declaración preparatoria
se dio el 10 de agosto; es decir, cuatro días después de la fecha de mi detención
y con delitos prefabricados”.
Además, “no se puede hablar a
nadie porque el solo hecho de pronunciar una palabra frente a un oficial,
implica una sanción 15 días, lo que significa padecer frío o dormir en el piso.
Aparte, sólo te dan tres minutos para comer. Uno no tiene oportunidad de
asearse; el castigo es permanente. Te convierten en un zombi”.
Torres Pereda dijo que vivió
un “infierno” los ocho meses y tres días de estuvo recluido en el penal del
Altiplano. El dirigente salió libre el 8 de marzo de 2007, tras el pago de una
fianza de 17 mil pesos, sin embargo, el 22 de octubre de 2010 fue asesinado.
Por su parte, el líder de la
APPO, Flavio Sosa Villavicencio, fue detenido el 4 de diciembre de 2006 al
término de la conferencia que ofreció esa tarde en el Centro de Comunicación
Social (Cencos) y enviado al penal de Almoloya, donde permaneció hasta el 16 de
agosto de 2007.
Además, fueron detenidos
Horacio Sosa (hermano de Flavio), Ignacio García y Marcelino Coache, miembros
de la comisión política de la APPO, en la avenida Insurgentes Sur.
A Flavio Sosa se le acusó de
sedición, ataques a las vías generales de comunicación e incitación a la
violencia.
Después de casi año y medio
en prisión, Sosa Villavicencio recuperó su libertad, luego de que jueces del
fuero común consideraron que el entonces gobierno de Ulises Ruiz Ortiz no
aportó pruebas suficientes para que fuera procesado como responsable de los
delitos de robo con violencia y daños, secuestro, lesiones y despojo agravado.
Al narrar sus 10 meses de
infierno en Almoloya, Sosa Villavicencio coincidió en que es “un penal
infrahumano que pretende acabar con las personas, acabarlas moralmente, donde
no se respetan los derechos humanos. Es un penal de exterminio”.
Luego consideró que es
terrible lo que pasa en el país y particularmente en Oaxaca, donde la “justicia
apesta”, ya que mientras el exgobernador del PRI Ulises Ruiz Ortiz y sus
colaboradores Jorge Franco, Miguel Ángel Ortega Habib, Lizbeth Caña Cadeza,
Bulmaro Rito Salinas gozan de total impunidad a pesar de los crímenes que
cometieron en 2006 y 2007, y el mega saqueo de más de 4 mil millones de pesos,
a los maestros se les acusa de robar libros y se les castiga con enviarlos a El
Altiplano, “eso es aberrante”.
Al gobierno no le interesa la
educación, acusó, “lo que le importa es imponer una reforma laboral y,
sembrando el terror, es como quiere doblegar a un sindicato”, finalizó.
(PROCESO / REPORTAJE ESPECIAL/ PEDRO
MATÍAS
7 DE ENERO DE 2016)
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