DUBÁI.- Todo aquí es
grotescamente monumental y extravagante. Aquí está el edificio más alto del
mundo (832 metros), el hotel más caro (la suite dúplex más barata, porque no
hay habitaciones normales, cuesta 50 mil pesos), el aeropuerto con mayor
movimiento en el mundo (un día reciente movió a 256 mil pasajeros y 296 mil
piezas de equipaje). Hay restaurantes rodeados por inmensas peceras, servicio
Uber de helicópteros (500 dólares por pasajero la dejada), y la Policía tiene
una flotilla de autos de lujo que aun para los millonarios son lujosos.
Tiene un centro comercial que
en su interior tiene una pendiente para esquiar de casi un kilómetro (idea
imitada en España y Japón), y decenas de grúas construyen rascacielos que
cuando en unos años se concluya la edificación harán palidecer a Nueva York y a
Hong Kong, o fraccionamientos con verdes praderas, albercas y lagos que surgieron
del desierto. Como Dubái no tiene un
canal de agua interno, ya empezaron a construir uno que rodeará el centro
financiero, y como no basta transformar el desierto, también lo están haciendo
con el mar.
Hace una década construyeron
su primera isla artificial en forma de la palmera del dátil, lo único que se da
originalmente aquí, que fue el primer lance agresivo contra el mar, al que le
han ido arrancando cachos del Golfo Pérsico. Ya construyen el archipiélago del
mundo, que consiste en 300 islas artificiales en la forma de la Tierra y en
donde se aprecian los continentes, los países
y algunas ciudades del mundo. Está a 4 kilómetros de la costa, y desde
el aire o sus rascacielos, se puede observar ese archipiélago ovalado de 9
kilómetros de largo y 6 de ancho.
Como todo en Dubái, las islas
artificiales también se dan al mejor postor. Desde 2007 que se anunció ese
proyecto, casi un 80% del total se ha vendido, a empresas, hoteles y
desarrolladores de residencias. El costo para una superficie de 1.4 a 4.2
hectáreas empieza entre 20 y 50 millones de dólares, y si le parece un exceso
de excentricidad, hay otro proyecto aún
más caprichoso. Se trata de otro archipiélago donde, nada modestos, la
forma será el Universo, o algo parecido, porque no se ve todavía de lo que ha
emergido si será el sistema solar o la Vía Láctea o, como su nombre lo dice, el
Universo. Aún no hay precios de venta, pero no hay prisa; estará listo hasta
dentro de unos 6 años.
La imaginación aquí es
ilimitada. En diciembre de 1999 abrió el hotel Burj Al Arab, uno de los dos
hoteles con clasificación de siete estrellas en el mundo -el otro, por
supuesto, es el Palacio de los Emiratos en Abu Dabi, en forma de vela, que se
levanta 320 metros sobre una isla artificial la Torre Mayor tiene 250 metros de
altura, cuyos huéspedes son recogidos en el aeropuerto en Rolls Royce Phantom blancos que cuestan 7
millones de pesos cada uno. Últimamente, cuando el tráfico se congestiona, los
huéspedes pueden optar por que su traslado sea en helicóptero, directo al
helipuerto que se encuentra encajado cerca del piso 50 del hotel, que tiene 200
suites dúplex que incluyen dos jacuzzis, y una presidencial que vale 200 mil
pesos la noche.
El tráfico se ha vuelto un
problema para la vida cotidiana, algo que no sucedía hace 5 años. La hora pico
al caer el crepúsculo puede ser una pesadilla en el centro financiero de Dubái,
donde se levanta el Burj Khalifa, la torre que sigue siendo el edificio más
alto del mundo: 832 metros de altura con un observatorio VIP 2 mil 500 pesos
por persona cuesta subir a él en el piso 143.
Esta torre plateada sostiene
una estructura de 31 mil toneladas de acero tiene 57 elevadores que dan
servicio a más de mil departamentos; varios mexicanos que son pilotos en las
líneas aéreas de los Emiratos viven ahí pagados por las empresas. Hay 160
cuartos del exclusivo hotel Armani, y casi 50 pisos de oficinas.
A unos cuantos cientos se
encuentra la Torre de la Antorcha, que recientemente se quemó en su exterior.
Dubái, como Abu Dabi, quieren
ser dos de los centros de gravedad del mundo. Aquí llevan varios años tratando
de convertirse en el hub de las empresas internacionales de bienes raíces y de
la industria de las telecomunicaciones.
Quieren ser cuartel general
de las grandes compañías de televisión del mundo y ya tienen el centro de
distribución de paquetería de DHL para toda esta región. Ya generan dinero en
abundancia y lo muestran. La Policía de Dubái tiene una flotilla de autos de
lujo, como Bugatti Veyron (16 millones de pesos por unidad), Ferrari (5
millones), Bentley Continental (3 millones 600 mil) y McLaren MP4 (3 millones
300 mil).
Dubái es diferente a Abu Dabi.
No tiene su petróleo, pero para lograr sus metas llevaron el capitalismo a la
expresión extrema. Esto es algo que deberá ver el presidente Enrique Peña Nieto
cuando esté a unas horas aquí, donde la fantasía no podría ser realidad de no
haber habido una desculturalización total. Lo ecléctico de su posmodernismo es
reflejo de su sociedad. Aquí
no importa quién es o de
dónde viene, porque todo se mide a partir del valor que tiene la persona que
puede darle más valor a Dubái. Sólo así se puede comprender lo que hoy es Dubái
y lo que en el futuro será.
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE PERSONAL”
DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 07 DE ENERO 2016)
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