De cómo la mamá del Chapo rescató a sus
animales del rancho confiscado por la Marina
Badiraguato, Sinaloa.— Justo cuatro días antes de la captura de Joaquín el Chapo Guzmán, Consuelo Loera Pérez, madre del capo, había enfrentado a los Marinos para exigirles que le devolvieran un rancho asegurado por las autoridades, junto con cientos de cabezas de ganado, pero también para aclararles que estaría duro que atraparan a su hijo.
Entonces la señora confiaba
en que, al menos en el futuro inmediato, a su hijo no lo tocarían.
“Si está libre, es porque
Dios acomodó todas las condiciones para que se escapara, y por eso anda libre,
porque mi Dios así lo quiere”, dijo entonces doña Consuelo, durante una visita
que hizo Ríodoce a su casa de La Tuna.
El arresto entonces se
antojaba lejano, porque para la gente de Badiraguato el Chapo, más que un capo
era una leyenda, como lo era también para los Marinos que se dirigían a doña
Consuelo como “la madre de una leyenda”.
Todo había iniciado desde el
lunes 4 de enero. Doña Consuelo estaba molesta porque desde el pasado 10 de
diciembre, el gobierno le había asegurado su rancho “La lagunita”.
Durante tres semanas, la
señora Loera esperó a que le desalojaran su propiedad, hasta que ya no quiso
esperar y, armándose de un valor inusitado, hizo algo que nadie en la sierra se
habría atrevido a hacer: enfrentar a los Marinos.
“Es que me tomaron el rancho
oiga, y no sé por qué razón. Y con todo mi ganado ahí, sin comer y sin beber;
Dios guarde, se me muere algún animalito y quién responde por eso”, argumentaba
entonces doña Consuelo.
Un día antes, el domingo 3 de
enero, la señora Loera dijo a su gente que iría a reclamar a los Marinos la
invasión, y fue entonces que tanto trabajadores como familiares, intentaron
disuadirla, pues temían que fueran a agredirla.
“Pues ya estaría de Dios”,
les repetía doña Consuelo, “pero no les durará mucho el gusto, pues con un
gaznatazo tengo pa’que acaben conmigo”.
Fue así que ese lunes, en
punto de las 11 de la mañana, doña Consuelo se subió a su camioneta y ordenó
que la llevaran a su rancho, cerca de Bacacoragua, para pedir a los Marinos “de
buena manera”, que desalojaran su propiedad, la cual no tenía nada qué ver con
las actividades de su hijo el Chapo, sino que era una herencia de sus padres.
En el pueblo al enterarse de
aquella visita, asumieron la decisión con humor, y otros con preocupación; lo
cierto es que para cuando doña Consuelo emprendió camino, seis camionetas con
al menos 70 pobladores de La Tuna, Huixiopa, el Barranco, Arroyo Seco y La
Palma, se habían solidarizado con ella y, acarreados o no, la acompañaron.
Contrario a su hijo, doña
Consuelo no iría armada a enfrentar a los Marinos, sólo llevaría su biblia, la
misma que dice haber leído al menos en cuatro ocasiones, y de la cual es capaz
de recitar pasajes de memoria.
Los sierreños, hombres,
mujeres y niños, dudaban por su parte que esas cavilaciones divinas funcionaran
con los Marinos, que tenían fama de violentos y estaban armados hasta los
dientes, pero a esas alturas sólo restaba esperar que nada malo ocurriera.
LOS LUNES NI LAS GALLINAS PONEN
Cuando doña Consuelo Loera y
su gente estaban como a 100 metros de arribar al rancho, los Marinos se
pusieron en guardia, apretaron sus armas, y de un grito ordenaron a los
conductores de las seis camionetas que no ya avanzaran, de lo contrario
dispararían.
Doña Consuelo apretó su
biblia, y los conductores de las camionetas detuvieron la marcha de los
vehículos en seco. Por un momento los sierreños dudaron, y temieron por sus
vidas, y todos se parapetaron en las cajas de las camionetas doble rodado en
donde iban.
A lo lejos, los Marinos
corrían de un lado a otro para instalarse en puntos estratégicos al tiempo que
preparaban sus armas, pues a simple vista desconocían a qué se enfrentaban.
Apenas una semana antes, les habían matado a dos compañeros en Angostura, y la
nueva orden era ya no confiarse.
Doña Consuelo bajó entonces
de su vehículo, y ello animó al resto de los acompañantes que, precavidos,
también bajaron. Fue cuando se escuchó
la voz de un Marino que, a lo lejos, pedía que un civil se acercara al rancho
“despacio, con las manos arriba, y la cintura descubierta”, por aquello que
pudiera estar armado.
Los sierreños se miraron unos
a otros mientras murmuraban quién sería el valiente que iría a hablar con los
uniformados, pero nadie parecía animarse.
Fue en ese momento que doña
Consuelo dio un paso al frente.
PARA QUE LA CUÑA APRIETE…
La señora Loera se abalanzó
hacia la entrada de su rancho, y con pasos lentos pero firmes caminó cuesta
abajo, mientras más de veinte elementos de la Armada de México la observaban
confundidos, incapaces de apuntar sus armas hacia ella.
Despacio y apoyándose en una
de sus empleadas, doña Consuelo se detuvo a poco más de 20 metros de la
entrada, mirando de reojo a los Marinos que no se atrevían a hacer preguntas ni
a dar órdenes; era evidente que muchos sabían a quién tenían enfrente.
Un marino alto, de algunos 45
años, vestido con uniforme verde camuflado, y con chaleco negro antibalas,
salió de la casa del rancho, y fue al encuentro. Iba escoltado por otros tres
Marinos que portaban fusiles de alto poder, y
que discretamente miraban a doña Consuelo.
“Vengo a que me diga, porqué
tomaron mi rancho”, disparó la mujer a quemarropa.
El Marino preguntó entonces
que con quién estaba tratando: “Mi nombre es Consuelo Loera Pérez”, respondió
ella.
El Marino agachó entonces la
mirada, y apaciguando el tono en su voz dijo que era para él “un honor conocer
finalmente a la madre de una leyenda”.
“No todo el tiempo se tiene
este honor”, insistió.
De la manera más clara, el
marino trató de explicar que ellos fueron asignados por la PGR para asegurar el
rancho debido a que encontraron drogas y armas en él, y que no dependía de
ellos partir, sino que debían recibir la orden desde arriba.
“Yo, señora, soy sólo un
empleado. Yo, como sus trabajadores, recibo órdenes. Pero si usted quiere
recuperar su rancho, vaya a la PGR para que inicie el procedimiento legal, y
así usted recupere su propiedad”, explicaba el Marino.
Doña Consuelo agradeció la
honestidad al marino, aunque ella no habría venido de tan lejos para escuchar
una retórica que posiblemente ya esperaba, así que utilizando su última carta
dijo al marino que le preocupaban “sus animalitos” que andaban regados entre
barrancas y cerros en los alrededores del rancho, “sin comer, ni beber”.
“¡Lléveselos señora, son
suyos!”, recomendó el Marino.
A doña Consuelo no le
hicieron dos veces la propuesta, sino que volvió a agradecer al marino su
gentileza, y dijo que mandaría unos vaqueros para que recogieran y llevaran el
ganado para su rancho en La Tuna, aunque pidió que no se los fueran a golpear,
“porque si vienen por mis vacas, es porque yo los mando, no por otra cosa”,
explicó la señora Loera mientras se frotaba las manos.
Por lo pronto, añadió,
quisiera llevarme esos puerquitos que andan por ahí regados, sugirió la señora.
“¡Por favor, lléveselos!”,
exclamó el marino.
La mujer mandó llamar a dos
de sus trabajadores para que agarraran a dos puercos grandes, y cuatro crías
que andaban ahí cerca, pero como los sierreños no podían alcanzar a los
puerquitos, fueron asistidos por los Marinos, que entrenados en tácticas
militares, armaron cercos de seguridad para cazar a los animales, que
resultaron demasiado escurridizos, incluso para los Marinos, que haciendo las
armas de lado, duraron como 20 minutos para cazarlos.
Ya para despedirse, doña
Consuelo invitó al marino a que, cuando tuviera tiempo, pasara a su casa a
comer enchiladas, las cuales serían preparadas especialmente para él, a lo que
el marino aceptó de inmediato.
Todavía reviró: “Ojalá me
permitiera ver a su hijo, aunque sea de lejos, para al menos presumir que ya vi
a una leyenda”.
-Ni siquiera lo veo yo oiga,
menos lo va a ver usted.
VIERNES NEGRO
El viernes pasado amaneció el
ambiente impregnado de la noticia sobre el arresto del Chapo.
Varios de los campesinos que
acompañaron a doña Consuelo a recuperar sus animales, apenas si lo podían
creer.
—Y doña Consuelo, ¿cómo
está?, se le preguntó a una persona cercana a la familia.
—Pues triste oiga. Cómo más puede
estar. Es su hijo”.
Pero en alguna entrevista
hecha por este reportero, Doña Consuelo alguna vez dijo que, más que la figura
que manejaban los medios, y el hombre tan señalado por los gobiernos de México
y Estados Unidos, el Chapo era su hijo. Y sólo por eso, en su corazón deseaba
que no lo agarraran. El amor de madre, dijo entonces, se impone.
ENGARZADA ENTREVISTA DOÑA CONSUELO
Dios pone los medios para que él salga:
mamá del Chapo
Cristian Díaz/ Miguel Ángel Vega
Consuelo Guzmán Loera, mamá
del Chapo, abrió las puertas de su casa en la Tuna, Badiraguato, una semana
antes de que la Marina recapturara por tercera ocasión a su hijo Joaquín
Archivaldo Guzmán Loera.
Doña Consuelo como le dicen
en el pueblo, es una mujer entregada a Dios. Apostólica de religión, cree
firmemente que Dios no quiere tener a su hijo Joaquín el Chapo en la cárcel, y
que por eso ha logrado fugarse dos veces con la ayuda de Dios.
“Mi Dios no lo quiere tener
preso, así que ¿Qué más quieren?”, dice la madre del capo, quien en entrevista
con Ríodoce habló sobre la cacería que mantenían las fuerzas federales para
encontrar a su hijo.
A mediados de diciembre, la
búsqueda del Chapo Guzmán llevó a la Secretaría de Marina Armada de México
(Semar) hasta las cercanías de su madre, incautándole un rancho que según
reclamó Consuelo Loera ha pertenecido a ella desde su infancia, y exige le sea devuelto.
Las autoridades aseguran que es propiedad de otro de sus hijos, Aureliano
Guzmán, el Guano, y que se encontró droga en ese inmueble.
“Hace dos semanas que
llegaron esas personas (marinos), y por lo que veo yo, quieren recogerse mi
rancho y pues deseo que no se les conceda, no tienen por qué. Desde mi infancia
yo poseí ese rancho y hasta la fecha, para que ellos lleguen sin tener razón a
poseerse de él, pues no se me hace justo… yo quiero que nos den garantías el
gobierno porque eso, no se me hace justo a mí, que se quieran hacer dueños de
lo que no deben de hacerse”, dice Loera Pérez.
—¿Había tenido problemas con
la Marina antes?
—No, nunca. Hasta ahora que
van llegando ahí. Ellos tienen muchas garantías, a algo se atienen seguramente,
por que andan haciendo cosas injustas, muy injustas.
—¿Y qué era lo que tenía
usted ahí?
—Pues hay de todo lo que se
necesita, usted sabe, en un hogar, y de todo se han adueñado ahí y destruyendo
lo que han podido. Tengo ganado que se necesita estarlo mirando, dando vueltas
y pos el vaquero que manda uno lo golpean. Pos ya no quiere ir nadie.
“Ahí al muchacho (un joven
identificado como Luis Armando, que fue torturado y amenazado de muerte por la
Marina), tuvimos que mandarlo inmediatamente a Culiacán porque lo dejaron muy
golpeado, por poquito nos lo matan…
“No sé con qué acuerdo el
gobierno lo hará, pos porque ellos traerán mucho poder para hacerlo, pero tengo
un Dios de poder que es en el que confío, es el que nos está defendiendo y es
el que nos va a defender”.
—El gobierno, la Marina le
atribuyó el rancho a Aureliano (el Guano), su hijo.
—Pero es mío… ahí crié a
todos mis hijos y como digo, ya ellos se salieron de mí, ya ellos buscaron su
vida aparte y quedé yo.
—Algunos de sus empleados que
estaban cuando llegaron los de la Marina, dicen que les preguntaron por sus
hijos, usted dice que se casó y se fue hace mucho, ¿no sabe nada de Joaquín
Guzmán?
—Pues no, yo no sé dónde se
encuentra.
—¿Tiene muchos años que no lo
ve?
—Pues hace como dos años.
—¿Le parece duro estar tanto
tiempo sin verlo?
—Pues sí, pero yo sé que mi
Dios me lo protege. Porque mire, mi Dios no quiere que esté preso, por eso él
pone los medios para que él salga y el gobierno no entiende eso: hay un ser
poderoso que está encima de todo y él es el que manda.
Doña Consuelo Loera no quiso
dar detalles de la última vez que se reunió con su hijo, ni donde lo había
visto. Solo aseguró que esa vez se encontraba bien. En julio del año pasado,
cuando Guzmán Loera se fugó por segunda ocasión del penal de máxima seguridad
del Altiplano, algunos esperaban ver un espectacular despliegue militar en la
zona conocida como el triángulo dorado. Pero eso no ocurrió. Fue hasta el mes
pasado que se supo que personal de élite de la Marina se habían adentrado a la
sierra y mantenían varios retenes por la carretera que conduce a Bacacoragua,
en Badiraguato.
Según una fuente extraoficial
la Marina les dio vacaciones a la mitad de los elementos de las Fuerzas
Especiales, mismos que fueron llamados y concentrados unos días antes de que
fue montado el operativo que concluyó con el objetivo de capturar a Joaquín Guzmán
Loera.
El operativo y labores de
inteligencia en la búsqueda del Chapo Guzmán dejó un costoso saldo en Sinaloa.
En octubre pasado, elementos de la Marina se trasladaron a la sierra en los
límites de Durango y Sinaloa, donde según los informes federales estuvieron a
punto de recapturarlo.
De ese operativo resultaron
cientos de familias desplazadas de las comunidades Palos Verdes, El Verano, El
Águila, Lagunitas, Los Laureles, El Ranchito y Las Iglesias. Los habitantes
salieron huyendo de los ataques de la Marina y se resguardaron en Cosalá.
Después de este hecho, los operativos de la Armada se intensificaron por todo
el estado.
Para llegar a la tierra que
vio nacer al Chapo, líder del Cártel de Sinaloa, hay que seguir la carretera de
Badiraguato hacia Bacacoragua. Al llegar ahí se tiene que tomar una desviación
y continuar por un camino de terracería.
Las comunidades están
dispersas y las condiciones de los caminos propician que parezca que está más
lejano un poblado de otro. Subir y bajar cerros, entre lugares que aparentan
estar solitarios, pero donde se siente estar vigilado.
ME LOS FAJABA
Era el último día del año y
la mamá del Chapo Guzmán estaba sentada en el jardín de su casa, en la Tuna,
donde los mayores lujos que hay son las flores de nochebuena que adornan el
patio.
Desde ahí, Consuelo Loera no
solo habló de la presencia de la Marina en la sierra de Sinaloa, también abrió
las puertas de su hogar para contar de su familia y la crianza de sus hijos.
—¿No considera que la
presencia de la Marina sea para ejercer presión para la recaptura, luego de la
segunda fuga de su hijo?
—Pues si él se ha salido es
porque Dios lo ha permitido, oiga. Y eso no lo entienden ellos. Dios ha puesto
todos los medios para que él salga. Claro que mi Dios no lo quiere tener preso,
el que meramente manda lo ha echado juera”.
Afirmó que solo sus hijas son
apostólicas y que su hijo Miguel Ángel, actualmente preso, se convertirá a esta
religión una vez que salga. Consuelo es una mujer amable que tras 37 años de
ser Apostólica, hace referencia a Dios en todo momento.
Hoy, la mamá de los Guzmán
Loera tiene 87 años y habla pausada, pero sus palabras son firmes. Tiene una
mente lúcida y una mirada profunda que esconde lo que piensa.
—¿Cómo era su familia cuando
tenía a sus hijos chicos, cuando usted era joven?
— Ya que ellos pudieron
trabajar me ayudaban a navegar los animales y a trabajar lo que en el campo trabajaban,
a ver mis vaquitas.
—La Marina dijo que estuvieron
a punto de detener a su hijo en la sierra de Cosalá, que se había lesionado,
que estaba golpeado de la cara ¿Cómo se enteró de todo eso?¿Usted cree que si
estuvieron a punto de detenerlo aquella vez?
—Fíjese que no, pues como yo
no veo la tele. Oigo decir así por los que se dieron cuenta por medio de la
televisión, que habían ido los marinos por allá, por ese lugar. Pero yo no
pierdo mi tiempo en ver tele, me gusta mejor ponerme a estudiar la Biblia.
Consuelo contó que su parte
favorita de la biblia son los salmos, “tres salmos me sé de memoria”,
inmediatamente después recitó:
“Nunca se aparte de la boca
este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él y harás
conforme en todo lo que en él está escrito. Entonces harás prosperar tu camino
y todo te saldrá bien, mira que te mando que te esfuerces y seas valiente, no
temas ni desmayes porque Jehová tu Dios estará contigo donde quiera que vayas”.
(RIODOCE/ MIGUEL ÁNGEL VEGA/ 10 enero, 2016)
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