“Se aprende a vivir con el
dolor”. Resignada, con los ojos vidriosos, Emma Veleta Rodríguez relata cómo
ocho hombres de su familia desaparecieron el mismo día en Anáhuac, Chihuahua,
hace cuatro años.
En la prensa local algo se
dijo, pero nadie se preguntó, tiempo después, cómo sobrevive una familia que se
queda sin proveedores de un día para otro.
En Tamaulipas, un reportero
es convocado a una reunión con un jefe del crimen organizado. Le informan —o
mejor dicho, lo obligan— a recibir un soborno. No puede negarse. Periodista que
rompe la regla aparece muerto.
¿Cómo la desaparición de un
hijo convierte a un hombre común de Guerrero en “perro”, como le llaman a los
buscadores profesionales de fosas con restos humanos? ¿Cómo es la vida de un
niño de Ciudad Juárez cuyo padre murió a tiros ante sus ojos y su madre
desapareció?
Sabemos que en las carreteras
de Tamaulipas secuestran, extorsionan y desaparecen… ¿pero cómo transitan por
ahí quienes no tienen otra opción?
El crimen organizado no sólo
nos hace temer por nuestra vida. Su impacto se siente más allá. Por ejemplo, en
el cierre de tiendas de abasto popular por el acoso del narco, lo que obliga a
comunidades enteras a viajar kilómetros para algo tan simple como comprar
leche.
Desde que el gobierno de Felipe
Calderón declaró la “guerra” contra el crimen organizado, los medios mexicanos
hemos cubierto desaparecidos o muertos, pero hemos olvidado narrar el día
después.
El proyecto digital Aprender
a Vivir con el Narco cuenta esas historias.
Sabemos que el crimen
organizado nos respira en la nuca, pero ¿qué hemos hecho para plantarle cara al
miedo cuando el Estado —omiso, cómplice o superado en su capacidad de reacción—
falla en garantizar la seguridad mínima?
“Hoy es un hecho que la
violencia está disminuyendo en México”.
El presidente Enrique Peña
Nieto dijo esa frase en su mensaje por el tercer informe de gobierno. Su
sustento: la reducción en la tasa de homicidios en 2014, que según el INEGI fue
24.3% menor que en 2012.
Sin embargo, a punto de cerrar
2015, hay una serie de datos que lo contradicen —o por lo menos, lo
cuestionan—. El primero, que la tendencia a la baja en denuncias por homicidio
ha terminado. El primer semestre de 2015 cerró a la alza. Esta es la primera
vez en cuatro años que ocurre algo así. Comparado con el mismo periodo del año
anterior, la cifra del semestre creció 0.4%.
El segundo dato: el
incremento en la percepción de inseguridad en el año en que Peña tomó las
riendas del gobierno y su comportamiento sostenido desde entonces.
Entre 2012 y 2013, el
porcentaje de mexicanos mayores de 18 años que considera que es inseguro vivir
en su estado por culpa de la delincuencia creció casi seis puntos porcentuales.
Pasó de 66.6% a 72.3%. Desde entonces y hasta ahora, la cifra apenas ha variado.
Este año, 73% de los ciudadanos se siente inseguro en su territorio, de acuerdo
con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública
2015.
“La gente, en general, de lo
que siente miedo, es a delitos más comunes o a delitos contra la propiedad”,
comenta el director del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas del Centro
de Investigación y Docencia Económicas, Carlos Villalta, uno de los académicos
que más ha estudiado el miedo en el país.
Si bien con esa frase se
podría pensar que el ciudadano teme a la delincuencia común y no al narco, hay
que recordar que, desde hace una década, el crimen organizado le ha cambiado el
rostro a México.
El “narco” mexicano ha pasado
de conformarse por grandes organizaciones que trafican drogas a nivel
internacional, a tener entre sus filas a pequeños grupos locales que
aterrorizan al ciudadano con su poder de violencia, fuego, secuestro y
extorsión. Ese ‘nuevo narco’ juega en el terreno de los mexicanos de a pie y
los tiene atemorizados.
¿Y cómo ha actuado el
gobierno? En un principio, con el silencio. La reforma educativa, de
telecomunicaciones, la energética y otras eran el centro de su discurso. Pero
hechos como la masacre de Tlatlaya o la desaparición de los 43 normalistas en
Iguala hicieron que la política de silencio cayera por su propio peso.
“Dejar de hablar del problema
criminal no es una política de prevención del delito. Tampoco es una política
de control, ni es una política de comunicación para reducir el miedo al crimen
(...). Es simplemente acallar las cosas. Eso no da resultado”, apunta Carlos
Vilalta.
¿Por qué las consecuencias de
aprender a vivir con el narco se vuelven tan relevantes como para crear este
proyecto digital? No sólo porque es urgente retratar los rostros de quienes le
plantan cara al miedo, sino porque los conflictos de los países, la fragilidad
y la gobernanza están en la mira de la comunidad internacional.
Desde que en Naciones Unidas
se fue agotando la discusión sobre los Objetivos del Milenio —que los países
debieron cumplir este 2015— organizaciones como Open Society Foundation,
financiadora de este proyecto, promueven una nueva agenda más integral hacia
2030.
Con una iniciativa llamada
Goal 16, Open Society impulsa que los estados ya no sólo se comprometan a
combatir la pobreza extrema, sus causas y consecuencias, sino que sea
prioritario enfrentar al crimen organizado, reducir todas las formas de
violencia, las tasas de homicidio, promover el estado de derecho, fortalecer la
transparencia en todos los niveles de gobierno e incluir a los ciudadanos en la
toma de decisiones públicas. Todos esos objetivos tienen una relación directa
con atajar y desaparecer el miedo que sufren los mexicanos desde que la
capacidad del Estado para mantenerlos seguros se rompió.
Con este proyecto también
queremos escuchar a los lectores. Una decena de reporteros entró a territorios
de alto riesgo y retrató el empoderamiento ciudadano para sobrevivir, pero hay
ojos igualmente importantes: los de la comunidad de Animal Político. Cuéntanos
cómo ha cambiado tu vida desde que el crimen organizado amenaza tu comunidad, y
a partir de la segunda semana de diciembre este proyecto presentará tu voz.
Animal Político ha apostado
día a día a escuchar al ciudadano y a que el poder los tome en cuenta. Por ello
creemos que estas historias demostrarán que en México urge una política
integral y certera dirigida a quitarnos de la piel el miedo al crimen. Nunca
debimos aprender a vivir con el narco.
(ANIMAL POLITICO/ DULCE RAMOS/ 29 DE
NOVIEMBRE 2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario