No los construyeron “al a'í
se va”. Nada de eso. Le echaron mucho cerebro. Luego buscaron y encontraron el
lugar. Entonces sí, planos bien hechos. Cálculos. Orientación hasta la
precisión. Resistencia para evitar derrumbes. Cableado eléctrico. Iluminación.
Ventilación con tanto extractor como es necesario. Y sobre todo mucha
seguridad. Por eso fueron ingenieros o arquitectos los que dijeron cómo, cuándo
y a qué horas. Lo demás fue cosa de albañiles. Claro, todos los días bien
fiscalizados. Me imagino lo mejor y lo peor para tan esforzados hombres.
Primero, les pagaron cumplidamente muy bien.
Más si trabajaron diariamente
y hasta que el cuerpo aguante. Fueron empleados por conocidos. Gente de
palabra. Mucha confianza. Esos sostenedores “...primero muerto que abrir la
boca”. Y segundo: En cuanto terminaron con la obra ni lo esperaban. Balazo en
las tetas y el cerebelo para no fallarle. Encobijados. “Enteipados”.
Encajuelados. Botado uno en baldío y otro al desolado. Es que sus patrones no
les tuvieron buena fe. Como que sintieron malas vibras. Por eso los mataron. No
fuera que después anduvieran de comunicativos por allí diciendo cómo le
hicieron y para qué. Echarían a perder todo.
Construyen esos túneles
siempre cerquita de la frontera con Estados Unidos. Para traspasarla sin
pasaporte. Con mucha cocaína. Y cuando no para utilizarlo tantas personas como
fuera posible. Hasta niños. Estos hechos traducidos en dólares llegaron a
millones sin límite. Y se combinaron con el ingrediente infaltable: La tapadera
política.
Así son y he visto los
narco-túneles. Nada de albañilería primitiva ni doméstica. Algunos fueron
equipados hasta con elevadores de carga en los extremos. También tendieron vías
con mucha seguridad y nivel. Casi un pequeño ferrocarril. Parecidos a los de
las ferias. Pero con más potencia. Para acarrear cuando menos media tonelada en
cada furgoncito. Motores y toda la cosa. Nada de andar empujando como en las
películas de viejos mineros. Puro rodamiento preciso.
Ingeniero o arquitecto
hicieron lo sorprendente en cierto narco-túnel. Cuando uno se asomaba al fondo
veía agua. Espejo como de pozo o cisterna. Pero era pura pantalla. Un mecanismo
especialmente diseñado movía enorme tinaco. Y daba paso libre al túnel. Se me
hace como que ingeniero o arquitecto se inspiraron en alguna película de James
Bond. Dígalo si no: El extremo del lado mexicano estaba bajo una chimenea. Ni
quién se lo imaginara. Más ingenio que técnica.
La construcción de los
narco-túneles fue de menos a más. Los primeros muy estrechos. Ni cimbras o
recubrimiento. Se dificultaba respirar y provocaba ansiedad. Bien para portear
cocaína pero engorroso y peligroso para el humano. Necesariamente moverse a
gatas soportando piquetes de piedras en rodillas, manos y rozando hombros con
pared. Podría provocar un derrumbe. Luego ya no los construyeron angostos. Sin
riesgos para operar.
Revestidos piso, paredes y
techo con una rociada de cemento. Pero los últimos ya con loseta. Altura
suficiente para caminar sin agacharse y librar el techo. Frescura por la
ventilación. Casi casi como un paseo turístico bajo las pirámides poblanas.
Menos dificultoso que las minas de Zacatecas. O las tenebrosas catacumbas
peruanas.
Comenté aquí de un joven
egresado de ingeniaría. De cómo quería que lo comunicara con “El Chapo” Guzmán
para asociarse. Me confesó haber estudiado forzado por su padre pero la
profesión le desagradaba. Lo recordé ahora con los túneles. Ni discutirlo.
Fueron planeados por ingenieros o arquitectos a pedido. Me los imagino tratando
con los narcos. Por las buenas ofreciendo sus conocimientos empujados por
desempleo, necesidad o gusto. O a la fuerza y amenazados.
“Yo soy arquitecto de
profesión”, me escribió un caballero. “Y conozco muchos a quienes le encanta
construirles a los narcos”. Lo hacen porque la paga es rápida y no hay revisión
de precios. Residente en alguna ciudad del noroeste me ilustró: El metro
cuadrado de construcción, según los acabados exigidos por INFONAVIT, andan
entre mil 600 a mil 750 pesos. Para una buena residencia, va de tres mil hasta
cinco mil 500 con buena terminación. Pero si un “comerciante” o “agricultor” se
trata, siendo narco y disfrazándose como tales, se puede arreglar facilito en
alrededor de 12 mil pesos el metro cuadrado. Imagínense lectores. Con chambitas
de ésas, a gusto. También supe que construir estaciones PEMEX “...es la
inversión de moda”.
A propósito de obras. Nunca
supe quién le construyó la casa a Francisco Arellano Félix en Tijuana. No era
maravilla. La visité recién incautada. Tenía pasadizo disimulado al final del
pasillo en el segundo piso. De allí al cuarto para los pistoleros. La puerta
principal que era de acero se abría con un mecanismo movido por pequeño
motorcito. Pero en general nada especial. Allí lo capturaron. También conocí la
ocupada por “El Pato” Quiñones, asociado de los Arellano. No era para familia.
Cuartos en hilera. Primero y segundo pisos. Unos chicos y otros grandes. Unidos
por pasillos en desnivel. Pero todos con salida al patio trasero. Pegados a la
tapia, escalones de material como para brincar y escapar. Atrás, un barranco.
Patio techado. Estacionamiento muy amplio.
Pero en el piso bocas de
tormenta parecidas a las del drenaje o teléfonos. Son entradas disimuladas a
sótanos iluminados y ventilados donde almacenaban droga o metían a
secuestrados. Vi otra que habitó Benjamín Arellano. Diez recámaras, todas
intercomunicadas. Dos pisos. Patio central con arcos como si fuera hotel.
Salidas extra por la parte trasera hasta la otra calle. La cocina abajo y el
comedor arriba. Me enteré una lujosa: Bajo la loseta del patio gran sótano. Bar
de lujo. Pequeña pista para bailar. Cochera amplia. Arriba, una casita para la
servidumbre. Una más que nunca la vi pero me contaron: Decomisada al legendario
Alberto Sicilia Falcón. Boliche y bar bajo tierra.
Cierto camarada me comentó
que a los encargados de estas obras les dicen “narquitectos”. Son muy buenos
para diseñar los caprichos mafiosos. Tienen detalles especiales en la
construcción de “clavos”. Así les llaman a las casas donde los narcos esconden
droga y armas. Yo les agregaría: Secuestrados.
Los conocidos como
“narquitectos” son inteligentes naturalmente. Tienen especial sistema: Primero
ordenan construir barda alta y alrededor del lote. Así nadie ve la obra.
Solamente dejan un portón para entrada y salida de camiones materialeros.
Siempre hay alguien o algunos vigilando afuera. Y no cualquiera puede llegar a
pedir trabajo. Inmediatamente los corren. Pero muchos ya saben de qué se trata
y ni la lucha le hacen. Esto de los “narquitectos” se multiplica. Son muy
buenos para casas y túneles. Lástima. El dinero mafioso es más fuerte que su
ingenio e inteligencia. Me da tristeza que sean universitarios.
Escrito tomado de la colección
“Dobleplana” de Jesús Blancornelas, publicado el 13 de julio de 2012.
(SEMANARIO ZETA/ Columna DOBLEPLANA de J.
Jesús Blancornelas / 04 de Mayo del
2015 a las 12:00:50)
No hay comentarios:
Publicar un comentario