Diez hombres
desaparecieron en Tamaulipas desde 2010; las esposas han abandonado la búsqueda
porque ya no tienen dinero para hacer el trabajo de las autoridades
OAXACA, Oax, 10 de
noviembre.— Después de cuatro años de peregrinar para dar con su paradero, las
esposas y familiares de diez hombres desaparecidos en el norte del país, tres
de la Laguna de Zapotengo y siete de la cabecera municipal de San Pedro
Pochutla, en la región Costa, han tenido que abandonar su búsqueda.
La señora Celerina
Santos Santiago, esposa de Nemorio Vizarratea Vinalay, uno de los
desaparecidos, oriundo de Zapotengo, poblado de apenas una centena de
habitantes, dijo:
“Ya dejamos de
buscarlos porque se acabó el dinero, no por otra cosa. Ahora queda en las manos
de Dios que regresen.”
La mujer afirmó que
las madres y esposas de los hombres, integrantes de la Sociedad Cooperativa
Ecoturística-Zapotengo de Pochutla, se organizaron y emprendieron el rastreo
por varios lugares del país desde que conocieron su desaparición: el 14 de
julio del 2010 en Tamaulipas.
“Fuimos a la capital
del estado (Oaxaca), al Distrito Federal, a Tamaulipas y a Morelos; subimos,
bajamos, nos cansamos de dar vueltas y nada”, señaló.
El grupo de mujeres
utilizaron sus pocos ahorros y debieron vender embarcaciones destinadas a
recorridos turísticos en la laguna de la comunidad.
“Acabamos con todo;
malbaratamos unos terrenos, vendimos cosas de la casa y seis lanchas en busca
de ellos; fuimos a todos lados, pero no los encontramos”, asentó.
Consideró que la
ayuda de los gobiernos federal y estatal fue insuficiente para las familias,
que tuvieron que mantener sus propias
investigaciones sobre los desaparecidos.
“Como a los que
están en el gobierno no les duele, no hacen nada; no les importa porque no son
sus parientes”, lamentó.
Destacó que por eso
(falta de dinero) dejaron el regreso de sus familiares desaparecidos en las
manos de Dios, porque eso sí, no han perdido la fe de volver a verlos vivos.
“En él está si
regresan o no; tenemos esperanzas y fe de que algún día van a llegar”, comentó.
En 2013 su esperanza
se animó cuando ganó una ternera en una rifa realizada por el Comisariado de
Bienes Comunales de San Pedro Pochutla, en la aniversario luctuoso del general
Emiliano Zapata.
“Como esposa de
comunero fui en su representación (a la rifa). Para mí fue una señal; es una
señal de Dios que está vivo. Lloré mucho, sé que está vivo y que va a
regresar”, apuntó.
Desde su
desaparición a la fecha, la incertidumbre agobia constantemente a sus
familiares por no saber dónde se encuentran ellos.
“Es algo que jamás
se nos olvida; podemos estar contentas un rato, pero luego nos acordamos de lo
que pasó. Si me dijeran ‘está muerto’, me quedaría tranquila porque ya sé dónde
está”, mencionó.
También refirió que
la desaparición ha generado problemas en el interior de las familias por la
falta del padre en el hogar.
La mujer dijo que la
ausencia también ha ocasionado contrariedades en la familia porque la mayoría
de los desaparecidos eran el sostenimiento económico.
“Vendimos casi todo,
solamente nos quedamos con las casitas. El proyecto (ecoturístico) está parado.
“En su momento, la
CDI (Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas) nos ayudó con
una tiendita, donde vendimos productos básicos, pero solamente le ganamos un
peso a cada producto.”
Otra familiar,
Marisol Ramos Martínez, esposa de otro de los desaparecidos, Fidel Espino Ruiz,
vendió algunas pertenencias y propiedades para indagar el paradero de su
marido, pero no tuvo respuesta alguna.
Por la venta de sus
propiedades y la falta del padre, los hijos han dejado la escuela, comentó.
“No tenemos para el
pasaje ni para lo que piden los maestros en la escuela; el proyecto
ecoturístico está ahí, parado”, refirió.
Contó que su
decisión de no seguir buscando al esposo se la hizo saber a otra de las
mujeres, Celerina Santos Santiago, por la carencia de dinero.
“Lo dejé en manos de
Dios. Ya no tengo dinero, no me alcanza para seguir buscando; por ese motivo ya
no le sigo”, lamentó.
EN 2010, EL ÚLTIMO CONTACTO
A pesar del hallazgo
de cadáveres en fosas clandestinas en Tamaullipas y del tiempo transcurrido,
los familiares de los diez pobladores de la Laguna Zapotengo y San Pedro
Pochutla, desaparecidos en Tamaulipas, aún mantienen la esperanza de
encontrarlos con vida.
“Tenemos fe en Dios;
creemos que están bien y que van a regresar vivos”, afirmó María Vizarratea
Salinas, hermana de Luis, Juan Carlos y Andrés.
El último contacto
con los desaparecidos se registró el 14 de julio de 2010 por un mensaje de
celular enviado por uno de ellos, Isauro Rojas Rojas, dirigido a su esposa
María de Jesús. Le indicaba su llegada a la ciudad de Matamoros, donde
comprarían vehículos.
“Como no se
comunicaban, entonces mi hermana habló a su esposo y contestó un hombre con
acento norteño que dijo ‘policía federal’. Pensó que se había equivocado y
nuevamente marcó, pero la respuesta fue la misma”, asentó.
Explicó que las
víctimas no llevaban mucho dinero, sólo el necesario con el fin de adquirir dos
camionetas para ser destinadas al proyecto ecoturístico establecido en la
laguna Zapotengo.
IBAN A COMPRAR CAMIONETAS
“En enero de ese año
habían ido a comprar unas (camionetas) y regresaban en julio (a Matamoros);
además de las camionetas iban a comprar piezas de
vehículos pesados,
porque varios de los desaparecidos tenían un taller mecánico”, señaló.
Rechazó que sus
familiares hayan tenido algún vínculo con la delincuencia organizada o se hayan
dedicado a actividades delincuenciales.
“En Pochutla y en
Zapotengo los conocen y saben que son hombres trabajadores y que no tienen
ninguna relación con la delincuencia”, sostuvo.
(EXCELSIOR/ Patricia
Briseño/ Corresponsal/ 10/11/2014 10:52)
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