Había asistido a la fiesta por invitación de un amigo, también
sinaloense, avecindado en Tamaulipas desde muchos años antes, empresario
y político. El convivio era en una de las fincas de Tomás Yarrington
Ruvalcaba, que acababa de asumir la gubernatura de la entidad. Apenas
intentaba acomodarse en una de las mesas, cuando miró que alguien le
llamaba con las manos. Era Juan José Esparragoza Moreno, el Azul. Se
sorprendió. “¿Quiúbole compadre, que andas haciendo por aquí?”
Trabajando compadre, trabajando.
Eran los tiempos en que dominaba la entidad el cártel del Golfo, al
mando de Osiel Cárdenas Guillén, sin que todavía estuvieran confrontados
con el cártel de Sinaloa. Por distintos puntos de la frontera de
Tamaulipas con Texas pasaba droga de Ignacio el Nacho Coronel, del Azul,
de Vicente Carrillo Fuentes, y había que garantizar la continuidad del
negocio.
Yarrington, se supo después, se comprometió, a cambio de dinero, con
todos los grupos que se le acercaron. Gobernó de 1999 a 2004; ahora es
un perseguido de la justicia y hasta ha sido acusado por la DEA de ser
el autor intelectual del asesinato del candidato a la gobernatura
Rodolfo Torres Cantú, en junio de 2010.
Priista de cepa, Tomás Yarrington parece tener fuero, pues, a pesar
de que en la PGR existe la indagatoria PGR/SIEDO/UEIDCS/012/2009, las
pesquisas contra el ex gobernador no avanzan o, al menos, eso parece. El
gobierno norteamericano lo declaró prófugo de la justicia y ha empezado
a embargar sus bienes, mientras en México la PGR parece inmovilizada.
No es el único; su sucesor, Eugenio Hernández Flores, quien gobernó
Tamaulipas de 2005 a 2010, también ha sido señalado por la DEA de haber
recibido sobornos de los Zetas, que emergieron como cártel en ese
periodo y con su base principal en esa entidad. Y acaban de revelarse
acciones en los estados Unidos —no en México— contra el ex gobernador
panista de Aguascalientes, Luis Armando Reynoso Femat. Y se supo, hace
algunas semanas, que un hijo del ex gobernador de Michoacán, Fausto
Vallejo, aparece en una fotografía con Servando Ramírez, la Tuta, jefe
de Los Templarios.
Lo que llama la atención en esta vorágine de información relacionada
con la narcopolítica, es que no se haga público ningún elemento que
tenga que ver con lo que ocurre en Sinaloa, la cuna de este negocio. Si
los capos sinaloenses hacen negocios con gobernadores de Quintana Roo,
Chihuahua, Sonora, Tamaulipas, Jalisco, Morelos… sería ingenuo pensar
que no los hacen con los gobiernos, estatales y municipales de Sinaloa. A
menos que lleguemos al grado de asumir como un hecho que, en realidad,
los que gobiernan aquí son ellos y no los hombres y mujeres que se
eligen en las urnas.
El gobernador que más sintió la lumbre en los talones fue Antonio
Toledo Corro, cuando el embajador de Estados Unidos en México, con
información de la DEA, sugirió, todavía siendo gobernador, que era amigo
de Manuel Salcido Uzeta, el Cochiloco, y que aviones cargados de
cocaína bajaban en Las Cabras. Pero nada pasó.
En 2004, cuando asesinaron en Culiacán a Rodolfo Carrillo Fuentes, se
destapó la cloaca en que se había convertido la Policía Ministerial al
mando de Jesús Antonio Aguilar Íñiguez, y se ventiló la especie de que
el entonces gobernador, Juan Millán Lizárraga, estaba siendo investigado
por la DEA. Uno de sus hombres de más confianza, Luis Pérez Hernández,
asesinado al iniciar el Gobierno de Mario López Valdez, se reunía
seguido con narcotraficantes, entre ellos Vicente Zambada Niebla, con
quien compartía su gusto por los animales exóticos. Tampoco pasó nada.
Ninguno de los gobernadores, de Toledo para acá ha escapado a la
sospecha, ni Francisco Labastida Ochoa. Hasta que detuvieron a Miguel
Félix Gallardo, en 1989, Ismael Zambada García despachaba por la calle
Vallarta, donde ahora es un jardín de niños boletinado por el Tesoro de
los Estados Unidos, a doscientos metros de la Policía Ministerial. El
jefe de la corporación, Arturo Moreno, fue detenido como parte de la
operación contra el Padrino, pero nunca se actuó contra el gobernador.
Bola y cadena
JUNTO A LOS GOBERNADORES o impulsada por ellos, se ha desarrollado en Sinaloa una clase política ligada estrechamente al narcotráfico. Diputados locales y federales, regidores, jefes policiacos, agentes del Ministerio Público, senadores, se han beneficiado y han estado bajo el manto del narco. Del actual gobernador, por ejemplo, lo menos que se ha dicho es que ganó la elección con los votos del cártel de Sinaloa. Pero aquí nunca ha pasado nada.
Sentido contrario
UNA MODALIDAD DEL CRIMEN que se ha estado propagando en Sinaloa es el secuestro de niños y mujeres jóvenes. No se sabe a ciencia cierta el propósito, aunque en el caso de las mujeres, todo indica que es con el fin de prostituirlas en la frontera y/o en los Estados Unidos. Ya hay casos exitosos de la Alerta Amber aquí, pero hasta ahora pocos resultados en el desmantelamiento de las bandas que se dedican al tráfico de personas.
Humo negro
EL MARTES PASADO, a instancias del diputado del partido Movimiento Ciudadano, Mario Imaz, se tomó en el Congreso del Estado un punto de acuerdo para que se acelere la rehabilitación del libramiento carretero Culiacán-Mazatlán, el cual, a semanas de haber sido inaugurado, presentó fallas que hicieron imposible su uso. La carretera la construyó la empresa Promotora del Desarrollo en América Latina, propiedad del magnate Carlos Slim, a la cual le dieron la concesión del mantenimiento por 30 años. Tal vez por ser de quien es, del acuerdo tomado en el Congreso se excluyó la propuesta del diputado para que el gobierno estatal integre y haga público un informe completo sobre el problema, desde su licitación hasta su entrega. Dinero mata propuesta.
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